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martes, 8 de junio de 2010

MONCHOLI, ESA GRAN VENTOSIDAD / por Francisco Callejo


MONCHOLI, ESA GRAN VENTOSIDAD

Por Francisco Callejo
Esta pretende ser la crónica de un despropósito. La narración de una hecatombe. El acta de un siniestro. El diagnóstico de una patología.
Se llama Moncholi y es de una fatuidad insultante. Pongámonos en situación. Telemadrid es un cortijo. Un terruño carca con ribetes de obsoleto en su ajado perfil de misa de doce y vestuario de Cortefiel. La continuista gestión de una programación sin riesgos. El púlpito aleccionador de la moral de mesa camilla y la ética de la caridad. La pagoda de una España rancia y caducada que se resiste a revisar los engranajes de su inmovilismo. Una penosa versión del NO-DO, sin su lírica y sin su imaginación.
Pues bien, sobre el famélico bosquejo de sus propuestas, nada más deplorable que la emisión en directo de cualquier espectáculo de masas. Desde transmisiones deportivas, hasta la difusión de festejos taurinos, lo cetrino de su armazón técnico, adobado de la prepotencia de sus locutores, arroja como resultado un producto invertebrado y macilento.
Circunscribiéndonos exclusivamente a su perímetro taurino, el andamiaje sobre el que este se sustenta no puede ser más menguado y mohíno.Y aquí entra en escena esa pobre caricatura de Molés. Ese infame intrigante que aspira a ser el legatario del marrajo que hoy dirige los destinos taurinos de la Cadena Ser. Un pelota redomado cuyos conocimientos taurinos están a mitad de camino entre el tipismo y la memez. Un cacareador de tópicos, un transeúnte de lugares comunes, un croupier de refritos, una constante fe de erratas. Un infeliz.
El pasado 2 de junio, Telemadrid transmitió en directo la Corrida de Beneficencia. ¿Qué decir del pastiche a que se vio expuesta la audiencia que padeció este fárrago de naderías?.
Una propuesta técnica deplorable y una narración rancia, fatigosa y desinformada, contribuyeron a hacer insufrible las más de dos horas de este padecimiento con cargo al erario público. A los problemas de sonido, Moncholi los motejó como dificultades de “espectro radioeléctrico”, apelando a que las medidas de seguridad empleadas esa tarde por las fuerzas del orden público hacían interferencias en los micrófonos de Telemadrid. Micrófonos, al parecer, cedidos por el agente Torrente. Así pues, el tipo prognato ese que suele estar en el callejón haciendo preguntas impertinentes que aderezan el tópico desde lo chusco, se pasó la tarde de vacaciones. Mejor, la verdad.
En la mesa de camping desde la que se perpetraba la alocución de los comentaristas, dos provectos abuelos se abrían a ambos lados del pelma de Moncholi. Un torero que no ha sido nadie, Joaquín Bernadó, y un ganadero que no ha sido nada, Hernández Pla. Este último tomándose la licencia de llamar muchacho a un torero de la dimensión de Morante de la Puebla. Un necio, vaya.
Lo curioso de la transmisión, dejando de lado lo chabacano y grotesco de la misma, fue la encendida defensa que el babanca de Moncholi edificó entorno a ese conato de pegapases que es Cayetano Rivera. Lo tapó de tal modo, y trató de justificarlo de tal manera, que en alguno de los momentos en los que Bernadó subrayaba sus carencias, lo mandó callar sin ambages. Como si estuviera aleccionado por qué se yo, Esperanza Aguirre -imaginemos- por lo que le gusta a la presidenta el torerito de marras. ¡Quién sabe!. Aunque teniendo en cuenta su ignorancia y su escasez de escrúpulos, lo mismo lo decía de corazón. Ahora bien, lo cómico de la tarde vino en el momento en que Moncholi se creció y le pidió al realizador sacar planos del callejón, donde un centón de arribistas veían los toros tan ricamente y de gratis.
Especialmente severo se mostró con un bedel del presidente que, al parecer, retiró una cámara de Telemadrid del callejón. En un alarde de incendiaria imaginación llegó a llamar a este mandado Billy el Niño. A partir de ese instante convirtió la transmisión en un asunto personal.
Eso fue lo cómico. Lo chusco es que le sonó el teléfono móvil hasta en dos ocasiones, ¡y en las dos respondió a la llamada!. Hace falta carecer de código deontológico y respeto a una audiencia para hacer algo así. Y los abuelos cebolleta que le acompañaban, mirando al tendido.
También deseo abundar en un detalle que considero no debe pasar inadvertido. Tiene a un obeso en calidad de… De… De… Bueno, en realidad no sé en calidad de qué, que suele penar por los tendidos haciendo preguntas absurdas y a destiempo a personajes y personajillos que por allí se va encontrando. Pues bien, además de tratarlo como a puta por rastrojo, ensanchaba cada vez que ese pobre tonto útil le llamaba maestro. ¡Maestro!. A Moncholi. Hace falta ser necio. Debe ser uno de esos tristes muchachos que asisten a ese establo de aspirantes a periodistas taurinos que, a través de la facultad de Ciencias de la Información, usufructúan carroñeros de la subvención como Moncholi y su recua de lameculos.
Y como guinda, el momento en que esa ventosidad informativa que es Moncholi, en un nuevo alarde -esta vez de educación bipolar-, afeó la conducta a un picapedrero de Guadalix al que hasta hace bien poco reía las gracias y lo presentaba como el simpático Fausto. Un mastuerzo ignorante al que Telemadrid se complacía en ceder primeros planos, no muchas transmisiones atrás.
Total, un espectáculo lamentable.
Yo insisto en lo innecesario que resulta que plataformas antitaurinas aboguen por la supresión de los Toros. Me parece del todo prescindible la votación pendiente en el Parlamento de Cataluña. Incluso considero una pérdida de tiempo la recogida de firmas que aspiran a la desaparición del espectáculo.
De seguir Moncholi contaminando como sólo él y sus semejantes saben, a los Toros no les queda mucho tiempo de vida.
Señores antitaurinos, mi felicitación. Esta es la más perfecta maniobra imaginable. Colar, Dios sabrá cómo, a Moncholi en Telemadrid. Para más INRI.

Por Francisco Callejo.- Blog La Charpa del Azabache

"EL TONTO NO DESCANSA" / Cuando el doctor Moncholi no merienda...

lunes, 10 de mayo de 2010

A VUELTAS CON JOSÉ TOMÁS / Por Francisco Callejo

A VUELTAS CON JOSÉ TOMÁS


Es antipático, altivo y desdeñoso. Todo lo contrario que Manolete. Soberbio, encopetado y arrogante. ¿Manolete?. Ni está, ni se le espera.De sobra conocido es el ascendente moral que el Monstruo de Córdoba ejerce sobre el iluminado de Galapagar, y bien está. En este punto también le saca varios cuerpos de ventaja a toda esa jácara de transeúntes del traje de luces que son sus coetáneos. Un hato de pegapases que ha cifrado en Curro Vázquez el modelo de sus delicuescencias.Pero una cosa es tener por espejo a ese corolario de virtudes que fue el inmenso Manolete, y otra muy diferente, que su corte de hagiógrafos pretenda hacer una teogonía de equivalencias entre el Monstruo y el minúsculo nieto del señor Celestino.
La terrible cornada que ha sufrido recientemente en Aguascalientes, ha vuelto a poner de relieve la enorme capacidad de un torero notabilísimo, cuyo valor se gesta en una fragua de responsabilidades asumidas bajo el ejemplo de una provechosa lectura de aquel torero cenceño y espiritual, como huido de la paleta del Greco, que entró por la puerta grande de la eternidad entre el olivo y la mina de Linares.

Y aquí, vuelta la burra al trigo, esta España de pan llevar, con una mano ocupada en el botijo y la otra en la quijada, ha vuelto a hundirse hasta las rodillas de barro para medir las costillas del vecino. Delusivos comentarios, erráticas teorías y plañideras jaculatorias orlan las excelencias de un torero que sabe que, a la postre, nada es más real que aquello de a Dios rogando y con el mazo dando. Un mito se sostiene desde el inquebrantable denuedo en la insistencia de sus méritos, hasta la subrepticia lucidez de su subliminal muestrario. Y sobre todo aquí, en este solar cainita y desmemoriado.
Con José Tomás sucede aquello de si non e vero e ben trovato. Si bien, naturalmente, él es muy capaz de acentuar el verso cuando cojea la rima. Sus panegíricos comienzan a desprender cierta estridulación, y la permanente loa que de su persona se hace contribuye a germinar la simiente de la sospecha.
A lo que voy. José Tomás no es un demiurgo. Ni el más preclaro exponente de hipóstasis. No es el ciclópeo héroe que nos viene a manumitir de la tiniebla que deviene en rutina. Es un excelente torero y un tipo lo suficientemente lúcido como para saber aprovechar el calor del tapete en que se dirime la partida que le confirma como el más en racha. Un sujeto que del silencio ha sabido sacar provecho, entre otras cosas, porque en este patio de vecindad en que consiste el taurineo, se valora en mayor medida un barrunto que una evidencia. Una conjetura, que una certeza. Una hipótesis, que una certidumbre.
José Tomás se ha hecho un hueco en este páramo de adocenamiento por ser el más evidente ejemplo de medianía. En él se encuentra representado el enorme número de parias que aspiran a su propia redención. Obsérvesele detenidamente. Su perfil es el de un funcionario con manchas de rutina en su apolillada solapa. Un subordinado hastiado de su jefe que planea una asonada. Un ciudadano de a pie abrumado por los impuestos que decide encadenarse a un chopo.
José Tomás representa como nadie al ilota que grita su cansancio. Al fulano que protesta que se le haya robado el mes de abril. Al autor del diario de un peatón. No debe extrañar, pues, su amistad con Joaquín Sabina. Es un personaje del cantautor. Uno de sus innumerables ejemplos de hábitos raídos, aspiraciones contrahechas, y sueños quebrados.Hágase encomio de él, si así lo desean, por esta vía. Pero que su serrallo de palmeros no nos lo pretenda vender como mirífico mesías de salvación. Porque mejores toreros, y más interesantes que él, son Morante y el Juli, por ejemplo.
La ventaja de Tomás, es que tiene al retortero a una piara de zoilos en cuyas espurias basuras editoriales no se mojan sus plumas más allá de lo que tolera el común asentimiento.Claro que esa es sólo una ventaja aparente, porque no debe olvidar el iluminado de Galapagar que esta es tierra de olvidos. Y los que hoy tañen arpas a su paso, mañana no tendrán empacho en tomar la piedra que prologue su lapidación. Será entonces cuando yo salga en su defensa para agradecerle dejar con las vergüenzas al aire a todos los empresarios que no han tenido más remedio que hocicar ante sus imposiciones, y a ese despreciable Manolo Molés que por más 3D que pretenda montar y por más toreros palanganeros, como Manuel Caballero, que tenga a su vera, a este no le conseguirá televisar en su puta vida.
Francisco Callejo
Fuente: Blog La Charpa del Azabache

lunes, 12 de abril de 2010

EL GRAN CHARLATÁN / Por Francisco Callejo

Manuel Molés
EL GRAN CHARLATÁN

La Cadena SER ha presentado la segunda edición de lo que pretenden sea una especie de Guía “Michelín” de los Toros. Aspiración que podría resultar audaz si quienes se han arrogado esta responsabilidad no fueran una recua de catacaldos logreros.
El hecho en sí carece del más mínimo interés por cuanto la guía no es sino un panfleto que viene a poner de balde la escasez de ideas que se cuece en el magín de estos cantamañanas. Un libelo de publicidad entre cuyas páginas se cuela el calendario de las ferias más significativas, con el pretendido aderezo de sugerencias en que cultivar el ocio. Un pasquín previsible y reincidente. Un prospecto de vaciedades y naderías. A este folleto se le suma un disco compacto en el que el Gran Charlatán se da un baño de vanidad mientras practica ese onanismo público a que es tan dado. Un auténtico y descomunal excremento.
No obstante, no es esto a mi entender lo más relevante de esta circunstancia. Al fin y al cabo, que Molés es un ignorante prepotente amarrado a la ubre del pelotazo desde que recogía sobres embadurnados de soborno y eructaba banalidades al lado de la oronda hija de aquel Emilio Romero a quien tanto y tan bien llegó a hacer la pelota, es una obviedad que subrayar a estas alturas puede resultar reiterativo. Aunque, bien pensado, lo dudo, ya que el Gran Charlatán se ha preocupado muy mucho de echar tierra sobre su cuestionable y hediondo pasado.En cualquier caso, insisto, no es esta la piedra angular en relación a la presentación de este libreto absurdo y prescindible. Lo verdaderamente sustantivo fue el cómo. Muy por encima del qué.

Asistí aquella mañana a la Sala Polivalente de Las Ventas con la fronteriza intención de reverdecer el lugar que cada cual ocupa en esta verbena de frivolidades y añadidos. Este tártano infectado de hipócritas y fariseos. Esta saturnal de aspavientos y deslealtades. Así pues, me erigí en observador de toda esa traílla de oportunistas, cobistas y sicarios.
Tanto la sala en que se desarrolló la puesta en escena, como los accesos a la misma, se habían constituido en la gran bacanal de la Cadena SER. Publicidad de la misma a cada lado en que se mirase. Grandes carteles que, inevitablemente, contribuían a trasladar al sorprendido observador a ese punto en que el narcisismo oscurece cualquier atisbo de sensatez.
En la mesa que venía a presidir esta masturbación pública, chirriaba la presencia netamente testimonial de un Pedro Gómez Ballesteros, a quien su sempiterno aspecto de clochard amonado no se le despinta por más nudos que le haga a su corbata. Su beatífica sonrisa venía a poner de manifiesto el servilismo a que es tan dado cuando poderosos intereses lo demandan.
Extraordinariamente significativa también la presencia de Choperitita, ese tipo con aspecto de esparring sonado, a quien papá seguramente instó a asistir a tan magno acto, “hijo que son también los de la tele, los que se inventan eso de que San Isidro es el mundial del toreo viniendo a tapar esta deposición de feria que hemos tenido que confeccionar para llevarnos una buena porción del pastel. Así que tú a frotarle bien al lomo al Gran Charlatán, diciéndole lo guapo que es y lo bien que lo hace“.También en la mesa, ese esforzado ex - matador de Albacete, tan plúmbeo y lineal en su dicción como en su antañón hacer delante de los toros. Un Manuel Caballero untuoso y zalamero que nos contó lo pronto que la SER se hizo un hueco en su orto. O en su aorta. No lo entendí muy bien.
Allí estaba igualmente Antoñete. Cada día más crepuscular y desconocido.Y por supuesto, el extraordinario primera vedette. La principal atracción de este circo mediático. El único, el inimitable (por más que el babanca de Moncholi lo intente), el Gran Charlatán. Un necio que pidió un aplauso para el Director General de la SER que asístía en primera fila a este baño de multitudes, compuestas estas por seudo profesionales del toro caracterizados por su inabarcable capacidad para hacer la rosca y jubilados ociosos, por ser dijo “mi jefe”. Se lo juro a ustedes por la gloria de Manolete. ¡Alucinante!.
Y ese público, merino y dócil, batiendo palmas con sumisa resignación.Pero si ya esto resulta indigesto, mucho más complejo resulta entender qué hacía allí un Julio Aparicio atezado de campo y con la gomina fresca repartiendo abrazos de trazo cortijero, o ese Leandro Marcos con su tupé haciendo equilibrio sobre su despejada frente de familiar de Herman Monster, o ese famélico de interés David Mora, o los pegapases de Joselillo, Alberto Aguilar y Sergio Marín. Una piara de toreadores más pendientes de resultar graciosos que de caer en gracia. Haciendo la rosca, pintando la mona. Roneando, vaya. Al retortero de un tipo que hace con ellos mangas y capirotes, pero a quien se arriman con gatuna melaza para ganarse su aprobación.
¿Qué habéis hecho de la dignidad?.
Al término de esta proverbial cochambre, un hato de jubilados se hacinaba en las proximidades de quienes repartían el panfleto que daba pábulo a esta exhibición de notoriedad, como esas carpas que malviven en aguas fecales y estancadas y se revuelven unas contra otras en un amasijo de escamas cuando alguien les echa un mendrugo de pan duro.A todo esto, el Gran Charlatán, repartía abrazos y sonrisas con ese aire mongol que se dibuja en lo diminuto y siniestro de su mirada, mientras no le cabía un piñón en el culo.
Francisco Callejo

martes, 23 de marzo de 2010

EL RAYO QUE NO CESA / Por Francisco Callejo

El poeta Miguel Hernández

EL RAYO QUE NO CESA

Por Francisco Callejo
Como si del mito de Sísifo se tratara, esta España nuestra, siempre al borde de su redención y siempre reconstruyendo lo que con saña destruye, cifra en el entorno taurino el arcano de su más pura y evanescente esencia. “La Historia del Toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda “. Ortega, siempre Ortega.
Los Toros son, pues, para escarnio e infortunio de muchos, el más evidente notario de lo intrínseco y singular que moteja todo señuelo de ascendente español.

Nada más lejos de mi intención que pretender hacer ahora una genealogía de lo taurino. Pocas cosas resultan tan aburridas como baldías. Entre otras circunstancias, porque la evidencia, de puro rotunda, no precisa de avales ni justificaciones.
Provócanme profundo desprecio quienes ahora se pretenden arrogar capacidades visionarias, como la de estimar en la algarada de Esperanza Aguirre un motivo de júbilo taurino. Suelen ser tiñosos pancistas que en lo revuelto del río se adelantan a la ganancia de los pescadores. Trepas de insaciable codicia que denuncian lo que a continuación practican, como pretendiendo así inmunizar su abyecta conducta de la denuncia ajena. Eso de que el que da primero da dos veces. Moralistas de papel maché. Antropólogos del residuo.
España es el país de los grandes fastos. De las celebraciones que, en lugar de ir a los sustantivo, se quedan en la anécdota de lo conmemorativo. La fiesta por el festejo, no por el motivo que le da pábulo.

Este año se cumplirá el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Se harán programas televisivos, de relleno en el mejor de los casos. Se utilizará su figura de forma sectaria y antojadiza. Se volverá a agotar su obra con el único objeto de saciar una falaz demanda, yendo sus volúmenes a calzar mesas, o a adoptar polvo en el más olvidado de los estantes. Se impondrá, de nuevo, el tópico del cabrero víctima de esa media España gris y numeraria que lo mandó al injusto cadalso de una tuberculosis consentida.
Pero Miguel fue mucho más que todo eso. Se impone adoptarle, no como un poeta de sólida simpatía por lo taurino, sino por uno de los más eximios ejemplos de afición sin mácula. Desde el yermo horizonte de aquejados pastos y palmeras, Miguel fue cultivando la añeja sabiduría del ritmo y el concepto, entre balido y risco. Un poeta de humilde abolengo que nunca rechazó su origen. Que hizo de su entorno y modesto estrato el distintivo de su poesía. Un hombre que llevaba en la masa de la sangre la identidad de su estirpe. Y como su linaje, su contexto. Esa España estéril e implacable de abarca y alforja, de yunta y yugo, de sudor y simiente. En sus sonetos irrumpe el toro con la fuerza de lo telúrico. Como el dios inmolado en el esotérico ruedo de los tiempos, donde su sangre fecunda una tierra árida y hostil. Y su lengua, en corazón bañada, le da sustrato a la saliva de nuestros huesos. Miguel. Miguel es el referente en este nuevo tiempo de penumbra y acechanza. La voz que nos redime del frontal ataque de la sinrazón. O de la “conrazón”. Del exceso de Razón. Que también de esa demasía mueren los pueblos.
Me produce infinita tristeza observar cómo saltan a la palestra los petimetres de la sintaxis en esta nueva refriega de desencuentros entre lo taurino y su antagonista. Los esbirros de lo recurrente. Los secuaces de lo previsible. Los mugrientos aventadores de hallazgos. Toda esa porqueriza de pesebreros que encuentra en los ejemplos manidos la peana de su alegato. Esa homilía de lugares comunes y ejemplos agostados. ¡Ya está bien de citar a Lorca y Picasso como eximios abogados de lo taurino!. Como ilustres garantes de lo bien desposado de lo taurino con lo progresista. ¡Ya está bien de justificar lo obvio!.
Miguel. Miguel es la clave. El escritor que dejó su baliza en las mejores semblanzas del Cossío. El que nos entregó a un Tragabuches de perfil legendario y orografiado de penumbras. El que durante la Guerra Civil, entre soneto y endecha, se acercaba al ganado bravo para observar en su astada frente todo su corazón desmesurado.
El que apretaba los dientes, como el fusil, llegada la hora de forjar la paz para el hijo.
Él, como nadie, es la clave. El poeta condenado a un imposible olvido por parte de quienes no se podrán sacudir jamás el remordimiento de conciencia, como por los que pretenden jerarquizar inmolaciones. Lorca lo despreció en medida proporcional a la que Alberti llegó a envidiarle. Y aunque los dos sean referente de libertad y compromiso, a los dos supera Miguel en abnegación, sinceridad y entrega, consciente como fue de que a él le empujaba viento del pueblo.
Ese pueblo que ante los ataques de la sinrazón, o la “conrazón”, hoy más que nunca entona ese canto que dice:

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.
Fuente: Blog La Charpa del Azabache.com

martes, 9 de marzo de 2010

EL FUNDI: UN "TÍO" DE UNA VEZ / Por Francisco Callejo

José Pedro Prados "El Fundi" con uno de "Miura"
Sevilla 2008
UN “TÍO” DE UNA VEZ
Francisco Callejo
No es un esteta. Ni siquiera un torero con reposado sentido de su quehacer. En su caso, el “pellizco” ni está, ni se le espera. El sabor, brilla por su ausencia. Pero es un “tío” de una vez.
En esta época, que no se caracteriza sino por ser el heraldo de unos polvos antañones que han traído estos lodos en que con dificultad nos movemos, los compartimentos estanco en que pretende dividirse el organigrama taurino, han confinado a José Pedro Prados, más conocido por el sobrenombre de “el Fundi” a corridas de espeso sabor aciago.
De siempre, los toreros que han descollado han gozado de la prerrogativa de sugerir vacadas para sus tardes de éxito. Y, aunque al Guerra le resultaran especialmente dilectos los toros de encaste Saltillo, a Joselito el encaste Murube, o a Manolete el toro de Parladé, todos tenían un acusadísimo código deontológico, que les obligaba a anunciarse -con relativa frecuencia-, con toros de encastes “duros”. Con aquellas ganaderías que vivían de un pasado cobrizo y tenebroso y que se caracterizaban por criar reses a las que la fábula y la leyenda otorgaban una vértebra más en el cuello, una especial agudeza y resabios más propios de vetustos académicos que de bovinas mentes.
Así llega hasta nuestros días el mito de la ganadería de Miura. Curiosamente, una ganadería tenida por los legos en la materia como el paradigma de la bravura, cuando de sobra conocemos que si por algo se caracteriza es por todo lo contrario.El caso es que todo torero que se precie, no descarta medirse algún día a estos agalgados animales, lavados de cara y con una mirada más escrutadora que la de un tribunal académico.
No obstante, ahora que se ponderan hasta el paroxismo carreras lineales como la de José Tomás, que lo más cerca que ha visto un toro de Miura ha sido en fotografía, ninguna figura del actual escalafón tiene la vergüenza torera de sumar a sus dos tardes en Madrid, Sevilla, o Bilbao, una tercera con la ganadería de Miura, como de toda la santa vida han hecho los toreros de la primera fila. Y hacerlo porque sí. Por el impagable placer de sentirse y saberse torero. “Cuando uno le pega un natural a un toro de Miura, no se cambia ni por el Superman“. Juncal dixit.

Limeño, experto tasador de miuras, con los que logró triunfar de forma reiterada, con toda humildad señalaba que las tardes en que se enfrentaba a estos animales, lo único a lo que aspiraba era a que le tocaran los dos que embistieran. Porque también los toros de Miura embisten.Manolete le planteaba al toro de Miura la misma faena que podría plantearle a uno de Antonio Pérez. Y le embestía. Porque los toros responden al pulso del matador. Y los cuajaba. Los cuajaba, José Tomás. Los cuajaba.
Lamentablemente, se ha creado un subgénero del que han sido padres Miguel Márquez, Dámaso Gómez, José Antonio Campuzano, Manili y, sobre todo, ese menesteroso limosnero que fue Ruiz Miguel, quien nos pretendió hacer creer que la corriente mal llamada torista, requería especialistas. Corriente que le resultó muy fructífera a este último.

El caso es que el Fundi, nunca se ha arrogado facultades especiales para medirse a miuras, victorinos (cuyos nombres nunca son gentilicios), pabloromeros, y demás ganado “delicuescente”. Se ha limitado a comparecer como torero donde se ha contado con él, y ha dado la cara con una hombría y una sencillez que destilan cierto aroma de aquellos principios del siglo XX.
Ver al Fundi significa reverdecer las fotos en sepia de Maera y adivinar el pulso torero que latía en la sangre de Ignacio Sánchez Mejías, quien para hacer desistir a su hijo de la idea de ser torero, se fue a Lora del Río para pedirle a don Eduardo uno de sus “niños” (así llamaba el belicoso torero a los toros de Miura) para que su hijo se hiciera a la idea de lo que valía un peine.Recuerdo un San Isidro en que el Fundi, con todo ese absurdo tendido 7 en contra, vestido de negro y azabache, logró dar muerte a un sardo de Miura que, de salida se emplazó sin más objeto que el de arrancar la cabeza al torero a tarascadas. Épico.
Ahora, esas tardes terrosas con un siniestro vestigio tatuado en la piel del aire en que se lidian miuras, no las imagina uno sin la comparecencia de un torero, que no es un esteta, que no tiene un reposado sentido de su quehacer, en quien el “pellizco” ni está, ni se le espera, en quien el sabor brilla por su ausencia, pero es un “tío” de una vez.
Francisco Callejo
Fuete: Blog La Charpa del Azabache


lunes, 25 de enero de 2010

EL REPELENTE NIÑO VICENTE / Por Francisco Callejo

EL REPELENTE NIÑO VICENTE

Por Francisco Callejo
Es engreído y fatuo. Sostiene sobre su blanda morfología la cartilaginosa endeblez de los abstemios al ejercício físico. Vanidoso y soberbio, tiende a inocular a través de sus pataletas de niño bien todo el veneno clasista de los burgueses menesterosos. Es, en definitiva, un pijo venido a menos.

Entre las pocas alternativas que me concedo para perder el tiempo, la que observo como más vituperable es la de deambular por la anoréxica sintaxis de los escritos que el sujeto de marras se permite colgar de su página web. Esa masturbación pública en que incurre Vicentito y sufraga Iberdrola.

Provoca vergüenza ajena leer lo tullido de párrafos en los que el plumilla por accidente pretende realizar ejercicios de estilo. Si a eso le añadimos el narcisismo rampante de ese corolario de naderías y vaciedades de que levanta acta a cada punto y aparte, convendremos que estamos en presencia de un sujeto con acentuadas carencias.

¿Y las fotografías?. ¿Ha visto usted ese ajado album de recursos?. Eso de tratar de darse un baño de envanecimiento a costa de la popularidad ajena, ¿ no es lo propio de inseguros, cuando no de inmaduros?.Un caso perdido el de este pobre muchacho.

Resulta ahora que el diario El Mundo, en esa especie de cruzada que se ha arrogado con objeto de revestir de españolidad la hortera estética de que es tan capaz su director, considera dotar de mayor presencia la información taurina en el amarillista libelo. Y para ello no han considerado mayor ocurrencia que la de “fichar” al ínclito Vicentito. Imagínese la cantidad de sapos que se ha tenido que tragar alguien para que el aburguesado juntaletras acceda a la redacción de Pedro José Ramírez Codina.

Y es que el día que este país pueda presumir de periodistas que puedan ser tildados de tal, conoceremos los aspectos de la bajo cuerda que hacen tan nauseabundo el ambiente en que retozan todos estos sicarios de la actualidad a la carta.

Curiosamente, Vicentito ha divulgado su incorporación a la cuadra de Ramírez como un logro profesional, cuando existen encendidas sospechas de que ABC tuviera algo más que ganas de deshacerse de este impedido intelectual.

El contencioso que ha provocado y, finalmente, padecido con el Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida, le ha dejado con las nalgas al aire. Esas nalgas que tanto gusta de airear. No hay más que leer alguna de sus tristes redacciones para observar que finalmente todo vienen a ser culos, posaderas, ortos, bullarengues y anos. Es el más esclarecido exponente del ir a por lana y salir trasquilado.

A veces inspira la conmiseración de esos villanos de cómic que terminan apaleados a cada refriega en que concurren. Ya le han medido las costillas del ego desde distintas tribunas, pero como es muy torpe y muy soberbio, pues no aprende. El escrito que le dirigió Juan Lamarca a colación de sus arreones hacia los adentros es como para desaparecer de España y no volver jamás. Pero como además de pocas luces no tiene sentido de la dignidad pues hay sigue, sacando la cabeza del agua para seguir nadando a favor de corriente.

No obstante, este pilarista demagogo e hinchado se ha hecho amigo de los pelanas del barrio. De esos quitameriendas con elevadas aspiraciones. Proliferan en ese pasquín caduco de 6toros6 muestras de apoyo al fachendoso amanuense, desde el inane Alfonso Santiago, hasta el pelagatos de José Carlos Arévalo, que ya se preocupa el desplazado Zabala de publicar.

Me inspira la misma sensación que la de ese compungido niño de posibles que no tiene amiguitos y se le terminan arrimando los parias de la clase en demanda de las migas sobrantes del bocadillo que le prepara su asistenta.

Ayer llamaba maestro a Antonio Burgos y hoy, después del vacío que le hace a su padre y a él el malencarado columnista sevillano en uno de sus envenenados artículos omitiendo intencionadamente (y con razón) el periodo cubierto por los Zabala en el ABC, frunce el ceño y le llama hiena.

Convendría decirle a Zabalita que, como inquirió Caracol el del bulto al tren cuando llegado a la estación pegó su bocinazo de vapor y ruido, “esos cojones, en Despeñaperros“.

La información taurina es un tumor insignificante, pero con una sorpresiva capacidad de metástasis. Cada redacción parece competir por disponer del mayor número de tontos.

Lo lamentable es que mientras todos estos badulaques le hablan al espejito para que este les confirme que son las más bellas del reino, el mundo del Toro cada vez está más desacreditado y más desplazado. Y yo, parafraseando al repelente niño Vicente en uno de sus vomitivos artículos, me pregunto, ¿y de aquí no se va nadie?.
Francisco Callejo

Fuente: Blog la Charpa del Azabache

http://lacharpadelazabache.com/2010/01/24/el-repelente-nino-vicente/