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jueves, 4 de agosto de 2011

"Ladran, Sancho, señal que cabalgamos..." / Por Benjamín Bentura Remacha

"Ladran, Sancho, señal que cabalgamos..."
Benjamín Bentura Remacha
Zaragoza, 4 de Agosto de 2011

Apreciado administrador: 
No quiero contestar anónimos porque me asusta lo desconocido, pero si deseo defender mis opiniones que no pretenden sentar cátedra pese a que lleve en esto más de 60 años. Recuerdo a Luis Miguel un día que fuimos a la única televisión que había entonces a defender los toros y alguien afirmó que la inmaculada Mariví, la hija de Emilio Romero, sabía mucho de toros porque viajaba a todos los escenarios taurinos. "Yo tengo una maleta que ha venido conmigo siempre y todavía no le he oído una opinión acertada" - argumentó el menor-mayor de los Dominguines. Puede que a mí me pase lo mismo que a aquella maleta, pero me gustaría que, como en las familias gitanas, se respetase mi ancianidad. Ya los griegos lo hacían, aunque estemos en otros tiempos y hoy "las ciencias adelanten que es una barbaridad" y los jóvenes las asimilen. Y las jóvenas, incluso las ministras de la paridad

Nada diré sobre mis opiniones del toreo de José Tomás porque, el parecer, son ecuanimes y acertadas, a pesar de mis cuchufletas naturales puesto que alguien me ha calificado de chufla, cosa que me merezco por el viejo pecado que cometí hace muchos años en El Pardo de Madrid ante la actuación de Manuel Benítez "El Cordobés". La crónica la titulé "El Piyayo", a chufla lo toma la gente... No andaba yo muy descaminado poque el otro día se repuso la película "Aprendiendo a morir" por el Canal+ y alguién me llamó y me dijo: "Tenías razón, qué malo era". Pero, el Benítez dio la cara en todos los terrenos y sus éxitos alcanzaron hasta el Palacio de Hierro del D. F. mexicano, donde descubrio el temple. En sus primeros años, el cordobesismo era brutal. Insultos, amenazas y envío de portadas de FIESTA ESPAÑOLA con restos de ñoñas (estiércoles) humanas. "Más vale oler vivo a ñoñas, que muerto a incienso o cera". Cuestión de olores: a santidad, a arte, a flores y a esa cera que don Agustín de Foxá transformó en olor a muerte en el olfato sensible de Blanquet, el banderillero de Joselito ( el único Joselito, según Cossío). Las multitudes pueden oler a sobaco y también a incienso como esa multitud de mil o dos mil invitados que dicen que van a las corridas de José Tomás y que no se conforman con el modesto incensario aunque sea de plata y tiran con fuerza de un tremendo botafumeiro más grande que el de la catedral de Santiago y con muchas más cuerdas para impulsarlo. No vale con el loor o alabanza, hay que cubrir todo el ambiente de las excelencias artísticas y humanas del genio de Galapagar.

Y, por fin, pido perdón por confundir el gentilicio de los naturales de Aguascalientes con los de Monterrey, pero ello no creo que sea una ofensa para los mexicanos. Reyes del monte, como Bahamontes, me sonaba mas rimbombante que hidrocálidos y, además, me acercaba a don Lorenzo Garza, al que vi torear y conocí en España, en el Museo de la Las Ventas de Madrid y al que considero el tercero de los toreros de aquellas tierras, tras Gaona y Armillita. Claro que otro de los diestros mexicanos que admiré en los ruedos y en persona fue el hidrocálido Alfonso Ramírez "El Calesero", virtuoso del toreo de capote con ese seudónimo que le cuadraba a la perfección por su sensibilidad artística. De Garza tengo varios apuntes de don Roberto Domingo de una novillada que toreó en Madrid en 1933, mano a mano con Luis Castro "El Soldado", al que también conocí y vi actuar en los ruedos, y de la que mi padre escribió la crónica para El Debate.No ofendo a los mexicanos con mi equivocación y me amparo en el dicho periodistico de que "no consientas que la realidad te estropee un buen titular". Lo de regiomonetano, en mi real senectud, me sonaba a gloria y más si recordaba que en Monterrey el centro estaba en la Plaza de España y que allí hay unas cuevas en las que las estalactitas y las estalagmitas repiquetean como campanas. Sin embargo, en la intimidad entono el mea culpa por mi confusión . Y me alegro de tener amigos como R. Vega y José María Bermejo y, sin citarme y por coincidencias de criterio, José Antonio del Moral. Y en lo de los gentilicios, recordar que, en Aragón, a los de Tarazona les llamamos turiasonenses y a los de Calatayud, bilbilitanos. Y que Torcuato Fernández Miranda le aclaró a José Solís, la sonrisa del régimen, que gracias al latín a él y a sus paisanos de Cabra se les conoce por egabrenses. Mis saludos para todos y que conste que José Tomás también es un torero galapagueño.

jueves, 28 de julio de 2011

Tomás, el mesías mal vestido / Benjamín Bentura Remacha

Tomás, el mesías mal vestido

Benjamín Bentura Remacha

Zaragoza, 27 de Julio de 2011.-
No soy partidario de los mitos de carne y hueso y siempre he dicho que el buen aficionado no es monoteísta. Muy al contrario: es el que tiene la capacidad de comprender y admirar a más diestros, los de más variados estilos, aunque, en ocasiones, haya cometido leves pecados veniales por culpa de las genialidades de Cagancho, Pepe Luis, Curro Romero, Paula y, hoy mismo, Morante de la Puebla. El buen aficionado es al que más toreros le caben en su cabeza. Y, entonces, no me atrevo a hacer una lista que, a lo largo de mis más de setenta años de espectador y sesenta de comentarista taurino, sería interminable porque esta Fiesta Española ha supervivido tal como hoy la contemplamos más de tres siglos gracias a los muchos españolitos y algunos de más allá de nuestras fronteras que han sido capaces de vestirse de toreros y enfrentarse a los toros bravos con una tela como engaño y la espada en su mano derecha.

He dicho vestirse de torero. Torero hay que serlo y parecerlo. Y es lo que primero me ha sorprendido de la llamada resurrección del mesías (no oso ponerlo con mayúsculas): mal gusto en los bordados del vestido a juego con los del capote de paseo. ¿Tienen alguna significación esas mesiánicas medias lunas crecientes o menguantes, según se miren? La creciente significa esperanza; la menguante, decadencia. Espero que nos lo explique el señor Boix, cuyo último libro no he podido leer al completo. Un ladrillo. El pelo alborotado, la piel de cera brillante, la mirada perdida y el andar cuidado y exquisito más en la estética mondeñista que en la ampulosidad manoletista. Luego se queda quieto, que es doctrina menguada porque para eso vino al mundo del toreo el señor de Borox, que, a veces, no andaba, patinaba. Y en eso de los pies he leído y escuchado alabanzas a la postura de compás abierto de José Tomás en la interpretación de las chicuelinas y las manoletinas, que, sin los pies juntos, pierden mucha de su gracia sandungera, la de su creador, la de sus intérpretes más distinguidos, Puerta y Camino, caso del lance, o Manolete y Mondeño, caso del muletazo que en los tiempos del de Córdoba, para fastidiarle, decían que había inventado Llapisera y que el actual Zabala, Vicente, achaca a su abuelo, Victoriano de la Serna, lasernina. Y ya que hablo de Manolete recordaré que sus más recalcitrantes examinadores le echaban en cara el que se ayudara con el estoque (y, además, simulado) en la ejecución del pase natural. Es lo que también hizo el galapagueño en las dos faenas de su resurrección valenciana, en la que estuvieron presentes los cuatro ángeles regiomontanos homenajeados con un brindis emotivo y justiciero.

Pero esa tarde no era tarde de análisis. Los que acudieron a la cita, incluidas celebridades como Sánchez Dradó, Sabina, Senante, Rappael, Trapote, Paola Dominguín, Patricia Rato, El Juli, que pasaba por allí, Rita Barberá, Jorge Sanz, Boadella, Arévalo, al que le gusta un burladero más que una tiza a un tonto, Bruno Delaye, Feliciano López, José María Cano, autor del cartel, que no es precisamente Roberto Domingo, y el argentino Andrés Calamaro que compara a Tomás con Camarón de la Isla, todos estos y hasta más de diez mil estaban allí para vivir un acontecimiento en el que no entraban ni siquiera los compañeros de cartel Víctor Puerto y el mexicano Zaldívar que, al final, fue el que salió a hombros, si bien el triunfador para la mayoría y para la Diputación de Valencia fue el que salió a pie en olor de multitudes. Alguien manifestó con vehemencia que para el de Galapagar, “torear es vivir”. ¿Cómo es que torea (vive) tan poco? Este año, sólo nueve tardes. La clave la tenía el recordado Jaime Marco “El Choni” y me la contó un día junto a la ventana andaluza de “El Campo del Toro” de Zaragoza. Y el abuelo del torero que se desesperaba porque a su nieto le gustaba más el fútbol. Y, encima, rojiblanco. Como decían de los seguidores del Betis y Curro Romero: a sufrir en invierno y en verano.

Al grano: José Tomás tiene un magnetismo especial que en su silencio y dosificada presencia abona la garantía de supervivencia. Sus devotos pueden peregrinar con comodidad y luego contar maravillas puesto que para eso hacen el camino de catecúmenos fervorosos. A la vuelta, solo expresiones laudatorias: increíble, fabuloso, indescriptible, un sueño, lo nunca visto y de Valencia al cielo. O desde Huelva, Linares o Valladolid.¿ Y Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao o Zaragoza? Manolete toreó en 1946 una sola corrida en España y lo hizo en Madrid con Gitanillo, Antonio Bienvenida y Luis Miguel. No hay análisis reflexivo: no estuviste allí y ya no puedes tener las sensaciones vividas por los elegidos. No puedes señalar los trallazos de ciertos remates con la muleta sea por afarolados o molinetes, la escasez de toreo fundamental y profundo y la elevación del tono medio en los circulares invertidos, en los pases del desdén o en las cuatro manoletinas de compás abierto, la novedad. ¿Crisis? ¿Qué es eso?

Y ya que me declaro devoto de Morante de la Puebla quiero destacar su faena de Vitoria. Me tenía un poco mosca porque es el rigor de las desdichas y los sorteos de la mala suerte. Me emociona su sentimiento, su elegancia e improvisación. Una falla, la de quitarse las zapatillas. Un torero de su elegancia no puede quedarse descalzo. Por lo demás, mi sueño de una noche de verano. Y para mayor felicidad, Pablo Hermoso de Mendoza. Este sí que es “el más grande”. Ahora tiene un caballo que ha desempolvado la pirueta de “Chicuelo”. Desterrado el galope, sus caballos andan y llevan la cara siempre hacia la del toro. Miran y se encogen o estiran según las embestidas del cornúpeto. En técnica pura, todos los caballos de Pablo Hermoso son parecidos. Otra cosa es la estampa, pero en todos ellos se nota la mano que los gobierna sin notarlo.

En fin, por fortuna no todo se acaba en la resurrección de José Tomás, cuya categoría defendí hace muchos años, cuando se presentó de novillero en Zaragoza de la mano de Santiago López y en el ciclo que organizó la Diputación Provincial en régimen de autogestión. El jurado de los premios prometidos daba ganador del ciclo novilleril a Luna, de nombre Tomás, natural de Huesca. Me opuse a semejante chauvinismo aragonesista y conseguí que, al menos, el premio fuera compartido con el otro Tomás, de apellido, y de nombre José. Lo digo por los conversos de hoy. A lo largo de mi vida he conocido a muchos arrepentidos y, sin embargo, es absurdo tratar de convencer a los demás. El Antón pirulero.

sábado, 9 de julio de 2011

Manolo Carmona Bazán / Por Benjamín Bentura Remacha

  Manolo Carmona Bazán

 Benjamín Bentura Remacha
/Crónicas y Memorias Taurinas/
 
Zaragoza, 8 de Julio de 2011
Ha muerto Manolo Carmona, matador de toros de la Macarena sevillana y, como marcan todas sus biografías, primo de los Manolo, Pepín y Rafael Martín y de Mario Carrión por el Bazán materno. Nació el 22 de febrero de 1928 y ha fallecido el pasado 29 de junio en el mismo Sevilla, donde siempre residió. De novillero con su debut en la Maestranza en 1948, de matador de toros y su alternativa en la misma plaza el Domingo de Resurrección de 1950 con toros de Guardiola Soto y la entrega de trastos por parte del madrileño de Paracuellos del Jarama Paco Muñoz y la presencia del de la Isla de San Fernando, don Rafael, el más perfecto estoqueador de mis tiempos ( de 1939 a hoy). 
 
Los mayores triunfos de Manolo Carmona tuvieron como escenarios la propia Maestranza y Las Ventas de Madrid. También las más graves cornadas. En Madrid, su debut como novillero tuvo lugar el 18 de septiembre de 1948 con novillos de Escudero Calvo, antes Albaserrada y después Victorino, con Paco Honrubia, valenciano a la altura de “El Vito” con los palos, y “Diamante Negro”, el “oscurito” venezolano Luis Sánchez Olivares. El 25 de marzo de 1951 confirmó su alternativa en la capital de España y sufrió una cornada grave. Los toros fueron de Enriqueta de la Cova y el doctorante, el mexicano Carlos Vera “Cañitas”, diestro valentísimo que acabó su carrera taurina con la amputación de una pierna, y la presencia de Manolo Escudero, el madrileño de Embajadores, exquisito intérprete de la verónica y clásico del pase natural, menguada su carrera por la cornada que sufrió en San Sebastián y que le afecto al pulmón. Manolo Carmona fue ovacionado en el toro de la confirmación, resultó herido en el sexto toro y, al retirarse a la enfermería, hubo petición de oreja. Los toros dieron un promedio de 25 arrobas (288 kilos a la canal) y asistieron 16.957 espectadores. Buena entrada.

Su éxito más cantado fue el 12 de octubre de 1952, en la corrida del Montepío de Toreros que tuvo su especial historia. Había una gran campaña contra el afeitado de los toros y Antonio Bienvenida encabezó el intento de su erradicación. Nadie quería acompañarle en la corrida de los toreros y entonces acudió al ganadero Conde de la Corte, al diestro mexicano Juan Silveti, el hijo de “El Tigre de Juanajuato” y a Manolo Carmona, que no andaba sobrado de contratos. La tarde fue triunfal y se les cortaron siete orejas a los toros “cortesanos”, apelativo más adecuado que el de “condesos” porque condes hay varios entre los ganaderos españoles pero de la Corte solo el de Tamarón y Parladé vía Eduardo Ibarra y pura casta Vistahermosa. 
Una oreja cortó Bienvenida en el primero, dos en el cuarto y sendas Silveti y Carmona en el resto de los toros. Naturalmente, se abrió la Puerta Grande de Madrid y por ella salieron los tres toreros triunfantes pero virtualmente condenados al ostracismo. Antonio Bienvenida se mantuvo con el apoyo de la plaza de Madrid, Silvetí vino unos cuantos años sin llegar a la cifra de festejos que merecía por su categoría artística y, a la postre, se quedó en México sin volver a nuestras plazas, y Carmona , tras dos cogidas en Madrid en 1953 y una en Sevilla en 1954 y la dura competencia con Aparicio y Litri, Ordóñez y Manolo Vázquez, Pedrés y Jumillano y la llegada de Diego Puerta y Curro Romero,, en 1959 cambio el oro por la plata en la cuadrilla de Manolo Vázquez y luego en la de Antonio Ordóñez, con el que estuvo tres temporadas.

Antonio Ordóñez había tenido la idea de, al final de la temporada, llevar a toda la cuadrilla a un monasterio no sé si a Cursillos de Cristiandad o Ejercicios ignacianos. Creo que eran esos Cursillos, al final de los que los que se llamaban “hermanos” besaban sus respectivos crucifijos y se hacían sus diversas recomendaciones y promesas. Fue a finales de 1961, ya con Camino y El Viti en el escalafón de matadores, cuando Antonio Ordóñez, místico e intimista, se dirigió a Manolo Carmona y le dijo: ” Hermano Manolo, te tengo que decir que esta temporada de 1962 no vendrás en mi cuadrilla porque le he dado tu puesto al hermano Juan Antonio Romero”. Y Carmona, calmado pero contundente, le contestó al maestro: “Hermano Antonio, eres un “hijo”. Esto me lo dices antes y no vengo al Cursillo”.

El caso es que el puesto lo ocupó el jerezano Juan Antonio Romero, que había dejado la muleta y la espada y quería hacer carrera como subalterno. En 1967 volvió al oro, pero dos años después otra vez echó mano de las banderillas para morir joven, el 29 de diciembre de 1974, de un cáncer. Manolo Carmona estuvo nueve años con Diego Puerta y fue con “Chamaco” y el mexicano Antonio Campos “El Imposible”, de Puebla de los Ángeles (9 de marzo de 1936), que llevaba tal seudónimo por un pase con el que iniciaba sus faenas con un molinete por la espalada y giro que “parecía imposible”. También murió joven y como consecuencia de un cáncer de páncreas. En la última cuadrilla en la que estuvo Manolo Carmona fue en la de Luis Francisco Esplá y, una vez retirado, se dedicó a la tarea de veedor de reses bravas para distintos empresarios, tarea en la que se mantuvo hasta el año pasado. Sevillano y torero hasta su muerte.

sábado, 25 de junio de 2011

LA TELEVISIÓN Y LOS TOREROS / Por Benjamín Bentura Remacha



"...Ahí, en el ruedo, es donde tienen que estar los toreros..."

LA TELEVISIÓN Y LOS TOREROS


Benjamín Bentura Remacha
  
/ Cónicas y Memorias Taurinas /

Es un enigma que a mí no me cuadra. Las televisiones, al margen de algunas regionales y la de pago del bien “pagaó” fenicio, no quieren saber nada de toros, solo en caso de cogidas o tragedias adyacentes. Pero los programas mal llamados “del corazón” se afanan por llevar a sus platós más remuneradores a toreros de toda especie y condición, de los que se visten de luces brillantes o mortecinas, de los que andan a su alrededor, servidores, parientes o amigos, apoderados, administradores, amantes, esposas, viudas, viudos y perritos que les ladren. Algunos salen casi incólumes, otros tocados y unos cuantos, destrozados, para el arrastre. Los hijos de “Paquirri” y Carmina Ordóñez no sé cómo han podido supervivir casi gloriosamente. Son los dos, Francisco y Cayetano, los que cuentan con el árbol genealógico con más raíces y ramas de toda la torería andante y las cosas han llegado a tal extremo que hasta se discutió por parte de algunos compañeros la Medalla de las Bellas Artes que se le concedió a Francisco Rivera Ordóñez, hijo de torero muerto en el ruedo de Pozoblanco, hermano, nieto y biznieto de toreros. Y yo no he visto nunca que el que ahora utiliza el sobrenombre de su padre, “Paquirri”, se comportara groseramente ante las pantallas de televisión, contara intimidades escabrosas o evidenciara que allí estaba porque le pagaban un buen dinero.

No son ellos los que, en mi admiración hacia los que son capaces de vestirse de luces y enfrentarse a los toros, luego acuden a los foros sentimentales para hablar de sus vidas privadas y beneficiarse de esa fama especial. Sí hubo alguna que supo explotar su maternidad y no se recató de anunciar a los cuatro vientos que el padre de la criatura era un torero. Alguna otra lloró sus penas de viuda por los escenarios de España y el mundo y la de más allá confesó intimidades de la hija del gran maestro o de las infidelidades matrimoniales. Jaime Ostos se plantó en los escenarios más diversos y sus heridas de tantas tardes se descosieron de amargura y sin sangrar. A “Jesulín” le lanzaban prendas menores en las corridas de género y luego él se bajaba los pantalones ante Mercedes Milá en manifestación censurable de lo que puede hacerte un toro. Ortega Cano se casó con “la más grande” y se convirtió en el viudo de España. Su familia política, y en ocasiones la propia, le buscaron las vueltas a la situación y se instalaron en el más productivo de los escenarios. Se salvó Rocío, la hija de la “más grande”, pero el de Cartagena subía su particular calvario con las caídas inevitables. Hasta que ha llegado lo del accidente fatal y esos mismos escenarios que él visitaba para dar sus explicaciones con hermanos y cuñados se afanan por darle vueltas a un asunto que solo pueden resolver las autoridades y los jueces.

Pero ocurrió hace pocos días, me sentí avergonzado y se me cayó el alma a los pies, como se decía antes. Yo conocía a Rafael Corbelle Bravo, sabía que su verdadero nombre es Ciriaco, que, como su hermano Juan, nació en Recas, en la provincia de Toledo, por estos días hará 75 años, que fue, como su hermano, novillero y banderillero y que, una vez despojado del vestido de luces, se hizo apoderado de diestros de diversa fortuna, que estuvo en las cuadrillas de toreros tan significativos como Gregorio Sánchez, Palomo Linares y el propio Ortega Cano y que allí, en el plató vigilado por sagaces preguntadores, estaba para reivindicar la figura de su accidentado maestro. Y dijo dos cosas: que José era muy macho y que entre sus conquistas estaba una señora, esposa de milenario matador de toros (pasa de los cuatro mil estoqueados a lo largo de sus más de veinte años de alternativa) y que a mí me consta que nunca pasó de la atención que su buena educación le dictaba y de la relación de apoderamiento que tenía el torero con su padre. Hay que tener mucho cuidado con las cosas que se dicen o que se insinúan. No conozco la compensación económica que habrá recibido Corbelle por esta aparición en la pequeña pantalla y no tengo ni idea de cuál es su situación dineraria, pero no me parece que se compensen unas cosas con otras. Tampoco creo que sea acertado que Carlos Ruiz Villasuso, en “Aplausos”, censure la portada cerril y bochornosa de la revista “El Jueves” y, para castigar a sus autores, incida negativamente en la sensibilidad de los católicos y las gentes de buen gusto:” hostias, joder, hijoputa (a la andaluza, sin el de) y a ti te la suda”.

Llevaba muy malos días en el cultivo de lo que todavía es mi afición y todavía se acentuaban los tonos grises de mi ambiente con la cogida en Las Ventas de Abellán en la boca, con mucha menos suerte que la de Juan Mora el día de la Beneficencia, cuando me llegaron noticias de Nimes y de su feria de Pentecostés con los inventos de Simón Casas de medias corridas de distintas ganaderías y en competición, los Miuras contra los de Victorino, los juampedros de Fuente Ymbro frente a los santacolomas de La Quinta y el interesante cartel de la alternativa del caballero Manolo Manzanares de la mano del Supremo Hermoso de Mendoza y el testimonio de su hermano José Mari a pie. Poca cosa con las más famosas ganaderías, las de don Eduardo y don Victorino, de fea presentación, sobre todo los que fueron desde Zaheriche, éxito fabuloso de Castella con un toro de “Fuente Ymbro”, y espectacular Manzanares, el de a pie, que les cortó cuatro orejas y un rabo a los toros de “Garcigrande”. Juan Bautista obtuvo tres trofeos con los toros de Juan Pedro Domecq y con él, “El Juli” y Luis Bolivar se completa la lista de matadores de toros que han abierto en esta feria nimois la Puerta de los Cónsules, algo parecida a la del Príncipe con un ambiente distinto pero digno de admiración.


Legalmente tuvo que salir a hombros también “Morante de la Puebla” puesto que la autoridad le concedió las dos orejas del cuarto toro de Núñez del Cuvillo, pero el diestro no las mostró durante la vuelta al ruedo porque unos cuantos, no sé si docenas, centenas o miles, protestaron esa concesión. Me fui a internet y contemplé lo que le hizo el de la Puebla del Río a ese toro castaño y receloso, que no remató nunca por abajo, incierto, débil de manos y de nula entrega. Morante lo toreó en pases fundamentales por ambas manos, largos y enjundiosos y remató las series a media altura con esos toques sublimes que solo nacen de la inspiración de un artista. Y como los franceses chanelán de esto, la banda-orquesta interpretó el Adagio del Concierto de Aranjuez, no aseguro si con solos de trompeta o clarinete porque mi oreja y el sonido no me permiten más precisiones. Hace años escuché una versión del Aranjuez por un clarinetista francés cuyo nombre no recuerdo porque perdí el disco. Morante mató al castaño de una estocada y yo le hubiera dado también las dos orejas aunque una de ellas compartida con los músicos para que le acompañaran en su salida triunfal a los sones del Concierto del maestro Rodrigo. ¿Es esto sensibilidad? Yo creo que sí.

Otra semana empezaba el lunes, 13, con mejores perspectivas toreras. Ahí, en el ruedo, es donde tienen que estar los toreros. 
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viernes, 17 de junio de 2011

OXÍMORON, FIGURA RETÓRICA / Por BENJAMÍN BENTURA REMACHA

La literatura taurina es un oxímoron en su sentido más amplio, pues una de las características
de la literatura es la permanencia, y la de la lidia, es la fugacidad. (Foto: Monumento a Silverio Pérez)
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OXÍMORON, FIGURA RETÓRICA


BENJAMÍN BENTURA REMACHA
Zaragoza, 16 de Junio de 2011.-
No lo cuenta el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero sí doña María Moliner que en esto de la palabra era un fenómeno. No se atenía a la norma, como Juan Belmonte, y por eso incluye en su Diccionario de Uso del Español la palabra oxímoron que define como la figura retórica que surge de la unión de dos palabras de significados contrapuestos, como por ejemplo que le nieve ardía y el fuego se helaba, que, en mi ignorancia, achacaba su uso el invento del señor Bergamín que, al final de sus días, se fue al infierno abrazado a la ikurriña. Qué lástima, ¡con lo que le gustaba Rafael de Paula! Con ese buen paladar no se puede uno afiliar a la ETA. El caso es que a veces me obsesiono con los temas y les doy más vueltas que a una peonza de aquellas que se lanzaban al duro suelo con el impulso de la cuerda enroscada a su panza. Por ello he llegado a la conclusión de que no es Bergamín el promulgador de los “oxímorones” de los tiempos modernos puesto que, mucho antes de que Bergamín contara lo del de la Paula sin ruido y sin voz, existía una jota navarra que contaba “que la nieve ardía y el fuego se helaba y que, por soñar imposibles, en lo alto del Pirineo soñé que tú me querías”. Y puesto a recordar, pese a mi provecta edad, llegué hasta 1964 y rememoré un artículo que publiqué en FIESTA ESPAÑOLA, en el que aseguraba que Manuel Benítez “El Cordobés” había acabado con la fama de don Alfredo gracias a la ingeniosa proyección que había programado don Rafael (El Pipo), a la maduración de ese invento y a la respuesta del propio protagonista, que hasta había conquistado El Pardo una tarde junto a “El Litri” y los caballeros Bohórquez y Domecq ante la presidencia del inquilino del citado palacio y pese a los revolcones y atropellos que sufrió el de Palma del Río y que a mí me llevaron a evocar en la crónica subsiguiente la figura de El Piyayo. Ahora, ante la metamorfosis política del señor Rubalcaba, me he enterado, creo que por la palabra del señor Burgos, que, por entonces y ahora, en España solo hay un don Alfredo: Di Stefano, futbolista del Real Madrid que se retiró ese año de 1964.


Y, acomodado en el Olimpo de mis recuerdos, quiero agradecerle a Woody Allen que en su última y deliciosa película “Midnight in Paris” (“Medianoche en París”, más en castizo) haga una evocación de los años 20 en la capital francesa y rememore las figuras de Hemingway y su consejera taurina Gertrude Stein, que le recomendó que fuera a Madrid a los toros y viera una corrida en la que actuaban Nicanor Villalta, “Gitanillo de Ricla” y “Nacional”, tres aragoneses, y prendiera en él su demostrada afición a los toros, y las figuras no menos interesantes de Picasso, Dalí y Buñuel, con el aditamento torero de don Juan Belmonte, inspirador áulico de los intelectuales. El señor Allen me emociona hasta tocando el saxofón.


Vuelta a nuestros tiempos, como en la película. He visto alguna muestra de la corrida de la Beneficencia y he escuchado expresiones que me llevan a exagerar la vigencia del oxímoron cuando un comentarista dice que un torero escuchó silencio o que el toro, al sentirse podido, protestó. De esa corrida de la Beneficencia, que, desde luego, no resultó brillante yo me quedé con la faena de Juan Mora al cuarto toro de Victoriano del Río, la gracia con la que el extremeño, por delante, se lo llevó a los medios y lo dejó en el sitio con un leve remate. No tenía mucho fundamento el toro, pero todo lo que le hizo Mora fue con talento y gracia. Nada de repetir la faena al uso de tantos derechazos y naturales en diversas series y sus correspondientes remates sino todo sutil, alado, leve y profundo (otro oxímoron), sin violencias ni crispamientos. La armonía callada de un torero angelical, sin alas pero con alma. La crítica importante se fijó más en la pelea técnica de “El Juli” con sus dos toros o en los detalles artísticos de Morante que, dada su idiosincrasia, no pueden faltar. Pero yo me quedo con la tarde de Juan Mora y su decisión con la espada en sus dos toros, en el primero a cambio de un puñetazo en la boca a punto de empitonarle por un ojo (todavía hay milagros) y en el cuarto, citando a recibir y matando al encuentro o a un tiempo, suertes también meritorias. Y todo propiciado porque Juan Mora es el único matador de toros del amplio escalafón, que puede que llegue a los 250 componentes, que torea con la espada de auténtico acero toledano. Ven ustedes, pues me fui tan contento para mi casa después de departir y repartir buenos tragos de buen vino y conversaciones y controversias civilizadas con don Luis, don Jesús, presidente de la Peña “Herrerín y Ballesteros”, don Ramón, el Gran “Romito”, torero, Sagrario, jubilada de maestra y cada vez más puesta en el tema taurino, su esposo Vicente, comisario de la policía científica, Luis Alfonso, detective, y el colombiano Andrés que, como tal colombiano, habla un buen español pese a “Sesar” ( Rincón) y sus toros y el que lleva la cuenta de nuestros trasiegos vinícolas. Al final, viene Alberto, jefe de sala, y nos alivia con unas tapas de buen queso. Así vivimos la Feria de San Isidro y otras ferias en el mesón más taurino de Zaragoza, el “Mesón del Campo del Toro” que fundaron dos toreros que murieron jóvenes, Fernando Moreno, que probó todos los palos del toreo, matador de novillos, banderillero, picador y rejoneador en bicicleta y disfrazado de orangután , y Jacinto Ramos, cordobés, emigrante en Zaragoza, en donde hizo sus intentos de llegar a figura del toreo, y que amplió sus aventuras hasta desembarcar en tierras americanas e iniciar su profesión de excelente restaurador. Gracias a su hija, Cristina, y el esposo de ésta, Dani Cascán, gran cocinero tudelano, se mantiene con toda devoción el aroma taurino del “Mesón del Campo del Toro”, que es como se llamaba desde siglos el terreno donde está el establecimiento, junto a la iglesia del Portillo y en los alrededores de La Aljafería, antiguo escenario de las justas de caballeros y toros, lanzas y armaduras. Una recomendación: el que no lo conozca que vaya a ver el Palacio de La Aljafería, se sorprenderá. Luego, unas verduras de nuestras huertas y un rabo de toro a la cordobesa. Buen vino, el postre delicado y el café las copas y el habano en la obligada terraza de estos tiempos. Buen menú, señor.


lunes, 6 de junio de 2011

LA LLEGADA DEL MESÍAS TÁURICO / Por Benjamín Bentura Remacha

 Toro de "Cuadri", Podador, nº 12. Negro listón, 631 kilogramos de peso, nacido el 1 del 2007. 
Lidiado en 5º lugar por Iván Fandiño cortando una oreja.
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LA LLEGADA DEL MESÍAS TÁURICO

Por Benjamín Bentura Remacha

Zaragoza, 5 de Junio de 2011.-
Llevaba muchos días, desde principios de este mes de mayo, a la espera del toro bravo, que no es el toro noble ni el tonto ni el entregado. Es el que pelea. Y ello no depende del tamaño y puede que ni de las fuerzas. Hace un par de años, Ferrera se encontró en Zaragoza con un toro bravo de Bañuelos, los que llaman de “las nieves”, y todavía no se ha enterado de cómo le puso banderillas, lo toreó (es un decir) y lo mató. Le dieron una oreja como le pudieron regalar un bombón helado. 
Pero estamos en Madrid, en el mes de mayo de 2011 y con la fiebre del toro bajando por la calle de Alcalá hasta Las Ventas del Espíritu Santo. Es buena esta enfermedad porque se habla de toros y el miembro de la Real Academia Española nombra a Vicente Zabala Portolés mejor cronista taurino del siglo XX porque, además, pertenecía a la redacción del ABC verdadero. Yo pienso que es mejor escritor su hijo, Vicente Zabala de la Serna, aunque con las prisas de las técnicas modernas pretenda que un toro, en lugar de hollar la arena madrileña, haga hoyos en el ardiente albero. Pero escribe bien, con fuerza, con indómita bravura. 
Otra cosa es la serena sabiduría de Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, impenitente visitador de los zocos de la comunicación pretos de árabes y bulgaros. Para Anson dejamos la poética evocación de sus vivencias, el hielo ardiente como el albero y el fuego helador de una tarde de San Isidro. O lo último, con Leonardo de inspirador: “En “La dama del armiño” habla el silencio de Dios”. Bergamín no sabía lo que inventaba con su “música callada”. La metáfora, la alegoría llevada al absurdo y la contradicción.

Pero yo quería hablar de los toros de Madrid, desde los de la pasada Feria de la Comunidad hasta los de la Feria de San Isidro. A la primera pertenecieron tres corridas de alcurnia, al menos por el nombre: “Carriquirri”, Conde de la Corte, al que yo llamo “cortesanos” y no “condesos” porque condes hay unos pocos en España, y Hernández Plá unido a lo de San Martín de la misma procedencia “santacolomeña” de Buendía. A todos les pusieron el mismo sello: bajos de raza. No bajos de casta sino bajos de raza. La raza es algo más amplio y significativo que la casta. Una pena. Lo de “Carriquirri” y San Martín son sociedades anónimas y lo de los Herederos del Conde de la Corte y de Hernández Pla , sociedades limitadas. Mi teoría es que antes los toros se parecían a sus criadores y ahora … a una sociedad ya sea anónima o limitada. ¿Puede tener una sociedad raza o casta? Hay algún caso, pero es cuando el representante de esas sociedades tiene la personalidad ganadera de don Pablo Lozano
El resto se diluye entre las siglas comerciales. Y si en la primera feria los toros tuvieron el denominador común de la baja raza, esta característica continuó con los “atanasios” de “Valdefresno” y los “torrestrellas” de “Vellosino”, para aflorar la agresividad con los “albaserradas” de José Escolar y dedicarla un homenaje póstumo a don Juan Pedro Domecq, con un excelente quinto al que Uceda Leal le hizo una completa lidia rematada con su acreditada condición de matador de toros. 
Más “juampedros” con” El Montecillo” y un excelente tercero de la misma procedencia de la corrida de “El Ventorrillo” con premio de dos orejas para Talavante. Los primeros Núñez del Cuvillo, bajos de raza, y los segundos necesitaron el apaño de un “torreón” de Ortigao Costa y un “torrestrella” de Carmen Segovia, que aportó hasta cinco sobreros. 
Los “atanasios” de” El Puerto de San Lorenzo” también necesitaron un par de sustitutos de Carmen Segovia y Salvador Domecq, los también “juampedros” de Parladé sustituyeron a los rechazados de Garcigrande y los de “El Torreón” de César Rincón, todos “juampedros”, estos últimos remendados por un toro de Carmen Segovia. 
Entre medias, los de “El Partido de Resina”, descastados y bellos como los de Pablo Romero, y, después, el oasis de” Alcurrucén” con un toro muy bravo al que le cortó la oreja Sebastián Castella con lo difícil que es aguantarle la embestida a un toro bravo bravíisimo. Fue una corrida muy bien presentada en la que bajaron el tercero y el quinto, mientras que sus parientes de “El Cortijillo”, de José Luis Lozano en las responsabilidades, merecieron el calificativo de moda: bajos de raza. Como los “jaumpedros” de “Las Ramblas”, tan de escaso juego como los de Samuel Flores, en otros tiempos favoritos. Serios y rematados y el segundo excelente de “Peñajara”, procedencia de Baltasar Iban que en paz esté y que no se entere de lo poco que se tiene en cuenta a su querida vacada. Los “peñajara” se completaron con un quinto de Carmen Segovia y resucitó César Jiménez premiado con sendas orejas que le valieron la tercera salida a hombros de los diestros de a pie, después de la de Talavante con los de “El Montecillo” y José Mari Manzanares con los Núñez del Cuvillo del 18 de mayo. 
Fracaso de Palha pese a sus ilustres antecedentes de Pinto Barreriros, Isaías y Tulio Vázquez y don Baltasar y la apoteosis a modo del AMÉN del Mesías de Georg Friedrich Händel con los toros de los Herederos de don Celestino Cuadri Vives. 
Seis toros seis magníficos de estampa, armónicos pese a su tamaño que, en peso. llegó hasta los 631 quilos, de hermosas testas y salidas desiguales pero mayormente al paso para, poco a poco, enterarse de cuál era su obligación dentro de aquel círculo guerrero y frente a caballos, caballeros, chulos y matadores. Se llamaban “Aragonés”, “Zapato”, “Formal”, “Podador” y “Bolo” y no sé de donde les vienen sus nombres pero lo de “Aragones” me suena a Tarazona de Aragón, a los pies del Moncayo, pero ni él ni el llamado “Formal” hicieron honor a la proverbial nobleza aragonesa. 
Con ellos luchó a lo gladiador un hombre bien puesto en estas lides,” El Fundi”. Bueno “Zapato”, algo menos “Podador”, pero ahí apareció la casta de un torero vizcaíno hecho en tierras de La Alcarria, de la mano del mielero vendedor de quesos y matador de toros José Luis Sedano, que también le soltaba platos a Manolo Molés para que los rompiera con sus tiros de escopeta. Por esas tierras de Guadalajara la brava aprendió Ivan Fandiño a salvar las embestidas de los bravos y ello lo demostró en su primero, en el que le pidieron la oreja y dio una rotunda vuelta al ruedo y lo ratificó en el quinto, el de mayor peso, del que le concedieron la oreja en una más dramática pelea. En este toro se lucieron los tres banderilleros de la cuadrilla de Fandiño, “Jarocho”, Pedro Lara y “Llaverito”
Fueron los “cuadri” toros muy exigentes. Había que estar muy bien con ellos. Enseñarles con el capote, recibirlos los subalternos, que para eso estaban antes, y torearlos sobre las piernas y hacia atrás, como al tercero que salió al paso y asustadizo, picarles delantero y con sangre, banderillearlos con sosiego y saliendo de la suerte de frente, muletearles desde el comienzo de la embestida hasta el final, primero en lidia, luego en lucimiento, y no fue lo que se les hizo a lo largo de la tarde. 
Puyazos al pico de la paletilla como en el primero, con malas artes al segundo, el tercero derribó pero luego salió coceando, embistió con peligro a la muleta y hasta cogió a Alberto Aguilar de mala manera pero con la suerte de no resultar herido. Cabeceó en el peto el cuarto y en los siguientes puyazos, hasta tres, el piquero le puso la vara en el morrillo, mal picado el quinto y peor el sexto con puyazos traseros. Nada que ver con aquello que le decía “Joselito el Gallo” a su picador: “Camero, pica delantero”. Mucho artificio pero poca eficacia. 
Pese a la opinión del jurado de San Isidro y al margen del homenaje que se merecía don Juan Pedro Domecq tan vilipendiado por los “indignados” del toreo, a mí me impactaron más las corridas de Alcurrucén y esta que con tanto amor propio, honradez e hidalguía cuida el hijo de don Celestino, Fernando Cuadri
A don Victorino le dieron en pleno San Isidro la Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo. El brillante paleto de Galapagar recuperó la casta de Albaserrada desde lo de Escudero Calvo. Lo de Cuadri es crear algo que no existía y, si mérito tuvo su progenitor, no es menor el de su continuador. Yo es que creo mucho en los ganaderos arquitectos de la bravura: en Pablo Lozano, don Álvaro Domecq, don Baltasar Ibán y este Fernando Cuadri que puso remate a una complicada y variada Feria de San Isidro. 
Loados sean todos ellos.
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martes, 17 de mayo de 2011

LAS ESCALERAS DEL NUEVO MADRID / Por Benjamín Bentura Remacha

Joaquín Blasco, Manolo Cano, Livinio Stuyck, y José Atº Chopera

"...Hacía también mucho tiempo que no asistía a una corrida en Madrid. Desde que en la Patio del Desolladero salía humo de habano por una ventana que era la de la oficina en la que sentaba sus reales Manolo Cano..."

LAS ESCALERAS DEL NUEVO MADRID

Por Benjamín Bentura Remacha

Zaragoza, 16 de Mayo de 2011
Hacía muchos años que no iba a Madrid en coche. Me asustaba el no poder aparcarlo cerca de nuestra casa y padecerlo como una impertinente rémora con la que no podía acudir a ninguna cita con la rapidez y eficacia del Metropolitano que fundara don Alfonso XIII. Y, además, tenía que aguantar le tesis de mi esposa que no confiaba en mis veteranas cualidades de incansable conductor. Fueron circunstancias familiares las que me aconsejaron volver a las viejas costumbres y enfilar la carretera desde Zaragoza por La Almunia y Calatayud, el desfiladero de Medinaceli, las frías tierras de Alcolea del Pinar con su casita de piedra, las llanuras de La Alcarria con Sigüenza y su Doncel a la derecha y Brihuega a su izquierda, el castillo de Torija, las superpobladas Guadalajara, Alcalá de Henares, Torrejón de Ardoz y los toboganes del Jarama y los aledaños de la en otros tiempos taurina Barajas de Rafael Llorente, matador de toros de manos de don Manuel Rodríguez y nieto de ganadero de reses bravas. Como taurinas eran las orillas del río en los tiempos de Goya, la Venta del Batán del siglo XVIII, en cuyos cercados pastaron toros de don Diego Bentura, padre de mi tatarabuelo. Mi nieto se llama también Diego Bentura y, a sus tres años, muestra una afición francamente descriptible. Luego contaré algo sobre ella. Pero antes tengo que confesar el suplicio tártaro que representa ir en fila india motorizada de Zaragoza a La Almunia y luego, en caravana atortugada, casi desde Guadalajara a Madrid. Es sumar una hora más a las tres previstas para el trayecto del Pilar a Las Ventas del Espíritu Santo. No tenía otro remedio y, pese a todos los inconvenientes señalados, el viaje fue perfecto y no resultó dañado mi prestigio de buen conductor.

Hacía también mucho tiempo que no asistía a una corrida en Madrid. Desde que en la Patio del Desolladero salía humo de habano por una ventana que era la de la oficina en la que sentaba sus reales Manolo Cano. Manolo fue guardia civil de tráfico, apoderado de su pariente Manolo Cano “El Pireo”, de Curro Romero, el hijo de Pepe Luis y algunos otros, pero destacó especialmente como gestor empresarial. A los Lozano les sacó de un apuro en Zaragoza cuando acudió a descifrar lo que el definía como “la pata de un romano”, “esto está más liado que la pata de un romano”, de esos que salían en las antiguas procesiones de Semana Santa. Ahora, junto a la ventana de Manolo Cano han colocado una cabina de control que supongo yo que purga eficazmente las visitas no deseadas.

El sábado, 7 de mayo, había corrida en Las Ventas, pero yo no podía asistir a ella. Sin embargo cogí a mis nietos y a la hora de empezar el festejo nos dimos un paseo por los alrededores. Le enseñé a Diego los toros de bronce que emergen del horizonte de mármol. Le gustaron pero él quería ver los de dentro. Pasamos junto a lo que en otros tiempos llamábamos la “Escalera del Nuevo Madrid”. Allí, a mediados del siglo pasado, nos reuníamos mi padre, sus amigos del “Gato Negro”, Alfredo Marqueríe, el padre de Agustín Redondela, Paco Ugalde, de Tarazona de Aragón, el caricaturista más genial que publicaba sus dibujos en ABC y que cobraba por colaboración y no por nómina, Joaquín Roa, el Fray Campana de “Marcelino Pan y Vino” o el pregonero de “Bienvenido Mister Marsall”, Sendín Galiana, Sarachaga, Bernal y otros muchos apoderados. Luego ese lugar se trasladó a la puerta del Desolladero puesto que se franqueó su entrada para que la gente accediera a la plaza por ahí y se creara un ambiente especial que en aquellos tiempos estaba en el ambigú del 9. Todo ha cambiado muchísimo, aunque hay una base inamovible y las mismas almohadillas que hace unos cuantos años, cuando en otras plazas se cambiaron por las “voladoras” que no hacen daño a los espectadores de las barreras. También es cierto que cuestan 30 céntimos de euro menos que las de Zaragoza. Seguimos la vuelta entre puestos de chucherías y casetas de la reventa. Vimos el homenaje no sangriento al angelical Yiyo y el paseo a hombros de Antonio Bienvenida. Con este grupo me ocurrió algo muy curioso en mis tiempos de periodista madrileño pese a mi origen aragonés. Yo vivía en la calle Colomer, junto a la Avenida de los Toreros y paseaba por la calle de Alcalá, entre la plaza de Manuel Becerra y la de Las Ventas, cuando vi que bajaba en esa dirección un “isocarro” con el amplio grupo escultórico sobre su feble caja de transporte. “Tate”, me dije,” si el grupo estuviera fundido en bronce esa moto no podría transportarlo”. Luego se aclaró que para la inauguración se había preparado una escultura en material resinoso y que, posteriormente, se fundiría el monumento definitivo. A Diego le gustó el paseo, pero insistía en ver los toros que había dentro de la plaza. Su abuela, mi señora, tuvo la feliz ocurrencia el día que le llevamos a una corrida de decirle que los toros no se morían en el ruedo, que se dormían, se los llevaban las mulillas, los despertaban y luego volvían al campo a recuperarse con buenas hierbas, algún bocadillo de habas o alfalfa y la compañía de alegres y juguetonas vacas a la sombra de las generosas encinas.

Al día siguiente, domingo, fui a ver la corrida de Hernández Plá, lo de santacoloma de Buendía y San Martín en manos de otra sociedad. No tengo mucha confianza en que las S. A. sean buenas criadoras de toros bravos. Tampoco la mayoría de los matadores de toros del prestigio de Pepe Luis o Domingo Ortega, por ejemplo. La corrida, al menos, fue breve y por treinta y tantos euros estuve en el tendido 9, antes el tendido de los selectos, en donde María Luisa, hace muchos años, colocaba docenas de “azulinas” en los ojales de las bien cortadas chaquetas. Hoy había delante de mí una pareja comiendo pipas de girasol. ¡Cómo cambian los tiempos! No vi a muchos amigos, a Miguel Flores que se cuida como si fuera a torear, siempre atento a las vicisitudes de un torero de clase, ahora Alfonso Romero, a “El Puno”, a Juán Lamarca que no para de organizar actos taurinos, a Lola Navarro, la concejala de la Arganzuela que pone la Casa del Reloj del antiguo Matadero a disposición de todos los actos taurinos que necesiten su cobijo, a Lázaro Carmona, que apodera a Eduardo Gallo, uno de los salmantinos actuantes y al vendedor libros taurinos que antes se colocaba en el Desolladero al olor de la carne recién colgada y ahora está al cobijo del tendido 10,y al que saludé y no pudo atenderme porque estaba pendiente de los compradores. Y me encontré con mi amigo del alma, Gonzalo Sánchez Conde, más conocido por “Gonzalito”, con los bolsillos llenos de papeles, sobre todo propagandas de su “Popeye Torero y sus enanitos”. Hay cosas mejores que antes. Se aprovechan mucho más los bajos de los tendidos, el Aula de Cultura, los servicios que antes se concentraban a la entrada del tendido 2, los bares, las tiendas de ventas de recuerdos y otros eventos. Los alguaciles siguen marcando la índole del festejo y van cada uno por su lado de la barrera cuando se trata de una corrida de toros. Miguel Flores me comentó que un amigo se le quejaba porque se le iban casando todas las novias que había tenido. “Pues tienes más suerte que yo: a mí se me van muriendo”. También tuve yo la impresión de que se me han muerto muchos amigos con los que he convivido tantos años en Las Ventas del Espíritu Santo: Jesús Rodríguez “El Chato”, en la línea de otro gran fotógrafo, Pepe Arjona, mi compadre Fernando Sánchez Murillo, de Cabra, cuñado de “Tito de San Bernardo” y yerno de “El Aguardentero”, Manolo Escudero, don Livinio y su “alter ego” don José María Jardón, que te llamaba a la oficina de la calle de la Victoria, te daba un caramelo y te decía “la cosa está muy mal y no hay más para sobornar a los periodistas”, Rafael Sánchez “Pipo” en su etapa de “viejo león dormido”, “Curro Fetén”, cordobés de Priego y nacido a la crítica en Barcelona, Pepe Puente, que vivía cerca de la calle Colomer y se inició como ilustrador en “Fiesta Española” con retratos de toreros y luego fue emperador de la plaza de Santa Ana, Gonzalo Carvajal, que por sus crónicas sabías que libro estaba leyendo, Jesús Bernal, un ilustrador fabuloso que comandaba el equipo torero de “La Actualidad Española” y tantos otros más que se amontonan en mi ya frágil memoria. Desde aquel rincón del acceso al “Nuevo Madrid” ¿cuántas veces contemplamos como aficionados a los que les corría el vicio por las venas escalaban la fachada mudéjar a la plaza para colarse en un tendido alto si había suerte y no te esperaba uno de los grises al final de la escalada?

El domingo, ya con mi nieto camino de Zaragoza, fui, como ya he dicho, a la corrida de toros con los tres salmantinos en el cartel, López Chaves, Javier Castaño y Eduardo Gallo, y los buendía de Hernández Plá. No pasó nada. Sólo que el festejo fue corto, hora y tres cuartos, y yo rumié para mis adentros la gran bola de mis recuerdos. Más de cuarenta años sentado en el granito de la Monumental madrileña. A mi lado, Curro Meloja, el general Millán Astray y la hermana de Antonio Chenel, la esposa de Parejo. En los corrales, un perro mejor aficionado que los del 7 y que se llamaba Fortuna y un caballo muy viejo al que le apodaban “El Marqués” y la colocaban un canotier sobre las orejas y yo sé por qué. ¡Qué cosas me vienen a la memoria!
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martes, 3 de mayo de 2011

Tres cincuentenarios / Por Benjamín Bentura Remacha

Tres cincuentenarios
-Recuerdos de medio siglo-

Por Benjamín Bentura Remacha

Zaragoza, 3 de Mayo de 2011.-
Este mayo es para el recuerdo porque se celebran tres cincuentenarios importantes para la Historia de la Tauromaquia. Primero el de la alternativa de Santiago Martín "El Viti" como componente del gran triunvirato de una época fundamental de esa Historia con mayúscula: Puerta, Camino y "El Viti". Este último tuvo que esforzarse más que sus compañeros porque era un torero castellano y, además, llegaba a la alternativa con una importante minusvalía en su brazo izquierdo. Lo bueno fue que fundamentó su superación en el cruzarse mucho al pitón contrario y disminuir la circunferencia del desarrollo de sus muletazos al natural y aplicó la fórmula a su toreo con la derecha para alcanzar su calificación de torero escueto y poderoso, sobrio y profundo. La publicidad se basaba en sus iniciales mayestáticas, S. M., y "el Rey de Espadas". Sin embargo, el de Vitigudino se otorgaba calificación de notable con capote y muleta y un simple aprobado con la espada. El sobresaliente se lo aplicaba a Rafael Ortega y a su compañero de tantas tardes, Paco Camino. Yo "el cum laude" se lo concedo al de la Isla de San Fernando porque, a pesar de que lo cogieran los toros, nunca sufrió tal accidente en la ejecución de la estocada. Por lo contrario, el "Niño Sabio de Camas" no tiene un átomo de piel en el muslo de su pierna derecha por dejarsela en los pitones de los toros al hacer la cruz y ganar al diablo. Hasta la Extremaunción.

El otro aniversario es el del suicidio de Hemingway, al que tenemos muchas cosas que agradecer y pocas descalificaciones, alguna de ellas nacidas en la impericia taurina de una de sus traductoras. Pero los escritos de don Ernesto desde que en los años 20 vio su primera corrida en Madrid han invitado a España a muchos de sus compatriotas y algunos millones más de los que han leído sus libros. En nuestro afán de desmitificarlo todo, se ha llegado a asegurar que don Ernesto no tenía ni idea de lo que era nuestra fiesta y más desde que criticó el estilo de torear de "Manolete" o defendió a Antonio Ordóñez frente a Luis Miguel. Hemingway tenía motivos sentimentales para ponerse al lado del hijo de "El Niño de la Palma" porque Cayetano había sido el protagonista de su primera novela taurina, "Fiesta". Antes había publicado unos cuantos cuentos con el pretexto del toro como argumento y seguía el jolgorio sanferminero con tal entusiasmo que a la entrada de la plaza de toros hay una mole de granito como jersey marinero sobre el que emerge el busto barbudo del cronista aventurero.

El tercer aniversario cincuentón es el de la muerte de Gary Cooper. No creo que tenga que explicar quién fue en el cine Gary Cooper. Si puedo recordar que era amigo de Hemingway, Picasso y Luis Miguel y que admiró a los toreros cuando vino a España y participó en una fiesta campera en la provincia de Toledo y hasta toreó al alimón. Hizo una película con Sara Montiel, "Veracruz", y aseguraba que no podía acercarse a la manchega porque "no utilizaba champú y su peluquero le añadía aceite de oliva al pelo cada vez que la peinaba". Bueno, una anécdota. La otra es que en este mes también se cumplen los 50 años de la fundación de "Fiesta Española", que yo dí a la luz porque por aquellos años era difícil entrar en un medio de comunicación diario si no era previa aportación pecunaria. Nacía "Fiesta Española" para erradicar el sobre y en lucha con la Iglesia (Dígamé) y el Gobierno (El Ruedo), dura pelea en la que superviví durante unos cuantos años y en la que vinieron al mundo taurino Vicente Zabala, Joaquín Jesús Gordillo, Herrero Mingorance, López Barrios, el cartero de Manolo Vázquez, Maria Pilar Fernández y Manolo Molés Usó, que, en principio, sus afanes periodísticos, de la mano de Encarnita López Molina, estaban puestos en el Teatro. Fenicio desde su cuna de Alquerías del Niño Perdido. Encontró su camino. Yo mme quedé sentado en la puerta de mi casa.