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domingo, 24 de julio de 2011

EN LA FIESTA DE SANTIAGO APÓSTOL, PATRÓN DE ESPAÑA.-


 EN LA FIESTA DE SANTIAGO APÓSTOL

PADRE CERIANI

Sábado 24 julio 2010
por Radio Cristiandad
Hoy, 25 de julio, es la fiesta de Santiago Apóstol, Patrono de España y de numerosas provincias y ciudades de la Hispanidad.
 

Este año, además, se suma el hecho de ser Jacobeo. En efecto, el Papa Calixto II concedió el privilegio de Año Santo Compostelano o Jacobeo a los años en que la fiesta de Santiago Apóstol coincide en domingo.



Esto sucede con una cadencia regular de 6-5-6-11 años, de modo que cada siglo se celebran catorce Años Santos Jacobeos. De este modo, el último año compostelano fue en 2004, y el próximo sería en 2021.


Este Año Santo otorga, como indulgencia plenaria, el perdón de todos los pecados y sus deudas a los peregrinos que cumplan con todos los requisitos.


Los privilegios concedidos por Calixto II fueron confirmados y aumentados por otros pontífices como Eugenio III, Anastasio IV y Alejandro III, el cual en bula Regis Aeterni, del 25 de julio de 1178, declaraba perpetuo el privilegio y lo equiparaba al de Roma y Jerusalén.



Meditemos, hoy, sobre la vida y obra de este gran Apóstol para tratar de sacar algunas enseñanzas prácticas para nuestra vida interior.



Si consideramos la vida del Apóstol Santiago, notaremos en él dos ambiciones bien diferentes: una viciosa, y otra honrosa y santa.



Jesucristo llamó al apostolado a Santiago el Mayor; agradezcamos a Nuestro Señor todo lo que ha hecho por este Apóstol, y recojamos las enseñanzas que nos ofrecen lo bueno y lo imperfecto que hallamos en la vida de este su feliz discípulo.



Reflexionemos primero sobre la ambición viciosa del apóstol Santiago.



Sabemos que había en la nación judía la preocupación universalmente extendida, de que el Mesías iba a fundar en la tierra un reino temporal. Los padres de Santiago habrían conversado, ciertamente, muchas veces acerca de esto con él y con San Juan, su hermano.



Su madre, siguiendo las inspiraciones del amor maternal, naturalmente ambicioso cuando se trata de sus hijos queridos, vino con ellos a encontrar a Jesucristo y, tal como lo relata el Evangelio de la fiesta, le dijo: Maestro, ordenad que mis dos hijos aquí presentes se sienten en vuestro reino, el uno a vuestra derecha y el otro a vuestra izquierda.



El Salvador dio a los discípulos, de quienes era portavoz la madre, esta respuesta, tan digna de nuestra meditación: no sabéis lo que pedís.



¡Cuánta verdad encierran estas palabras! Así es, Dios mío; el que pide elevación no sabe lo que pide

1°) porque querer salir de su condición no es cosa razonable: semejante pretensión, si se generalizase, trastornaría toda la sociedad;
2º) porque cada uno debe respetar el orden de la Providencia: se falta a Dios cuando se quiere salir de este orden, y no podemos contar con su asistencia, sino en cuanto nos mantenemos en la posición en que Él nos coloca;
3º) porque es un error creer que estaremos mejor en donde no estamos;
4º) porque tal imaginación engendra malestar y descontento;
5º) porque en las posiciones elevadas la responsabilidad es mayor, el amor propio más fuerte, el orgullo más ambicioso y los peligros más numerosos;
6º) porque colocar su ambición en cosas de la tierra no es digno del que debe poner más alta su mira y elevarse hasta el Cielo.

“Hijo mío, decía el rey Filipo a Alejandro, mi reino es estrecho para ti: lleva más lejos tu corazón”. Y nosotros, cristianos, debemos decirnos: “La tierra es demasiado baja para nosotros; no apeguemos al polvo un corazón hecho para el cielo”.

“¡Hijo mío!, dijo San Ignacio de Loyola a San Francisco Javier, despreciad el mundo; sed ambicioso, enhorabuena; pero no tengáis ambición tan baja que se contente con honores pasajeros; no aspiréis sino a los honores inmortales; amad la gloria, si queréis; pero no la gloria que pasa como el humo, sino la gloria sólida del reino de los cielos”.

La petición de la madre de los hijos del trueno genera en los otros discípulos indignación, recelo y división.
Esta situación es aprovechada por el Maestro para corregir, pedagógicamente, los fallos de los discípulos.

Frente al egoísmo de todos, el maestro pronuncia unas reflexiones sobre el nuevo concepto de la autoridad. Su pensamiento se desarrolla en tres sentencias:
Los jefes de las naciones las tiranizan y los grandes las oprimen. Jesús coloca el énfasis en la manera como se impone la autoridad en el régimen político de las naciones. Esta manera de ejercer la autoridad no puede ser el modelo de las relaciones entre los discípulos.

El que quiera ser el más grande entre ustedes, sea el servidor. Esta sentencia de Jesús está en paralelo de contraste con los jefes de las naciones que ocupan un puesto de dirección y responsabilidad.

Jesús no quiere una comunidad sin autoridad, pero pone como condición a quienes la ejerzan que han de tener un alma humilde y una actitud de servicio.
El candidato a ser el primero deberá hacerse servidor de todos.
El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos. Con esta sentencia, Jesús autodefine su misión como servicio y entrega de la propia vida por los demás. Con esto queda claro lo que quiso decir Jesús al hablar de su cáliz.
Consideremos ahora, en segundo lugar, la ambición santa y honrosa del Apóstol Santiago.

Jesucristo, al elevar el pensamiento de estos apóstoles del reino de la tierra al Reino de los Cielos, les dijo: Para llegar a mi reino, es preciso beber el cáliz de dolor y de amargura que Yo beberé: ¿podéis beberlo vosotros?

Sí, Señor, podemos, respondieron; y desde entonces una nueva y santa ambición se apoderó de ellos: la de seguir pobres a un Dios pobre; de acompañarle en sus viajes, de trabajar durante el día, de velar y de orar durante la noche; de llevar sin cesar la cruz; de olvidarse, de menospreciarse a sí mismos y de sacrificarlo todo por el Evangelio.

Estarán muy cerca de Jesús, pero no por la vía de los privilegios y del reino terreno, sino por el hecho de compartir su suerte… su cáliz…
En este sentido, la muerte de Santiago no es sino una participación en la muerte de Jesús: por la puerta de la entrega de la propia vida, Santiago está sentado con Jesús en su Reino.
La vida del Apóstol Santiago, en efecto, cuenta San Epifanio, era muy austera, y su celo por la conversión de los judíos y de los infieles no conocía límites.

Después de haber evangelizado a España, pasó de nuevo a Jerusalén, y fue el primero de los apóstoles en morir por Jesucristo; el primero de ellos que bañó con su sangre la ciudad santa. Convirtió a su verdugo, dándole un fraternal abrazo, cuando iba al martirio; y su muerte, dando ocasión a la dispersión de los apóstoles, extendió la predicación del Evangelio por toda la tierra.

¡Oh santa ambición! Quedasteis satisfecha; ¡oh gran Apóstol!, bebisteis el cáliz hasta la última gota; y como el Salmista, saboreasteis sus delicias, diciendo con él: ¡Cuán embriagador y bello es mi cáliz!

Debemos advertir que lo que está en juego en este episodio es como los discípulos de Jesús nunca entendieron antes de su Pasión lo que se estaba tramando en la vida íntima de Jesús y en su misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios.
El discutir sobre los primeros puestos, el entender el mesianismo de Jesús como algo social y político, es algo que responde a la historia verdadera de los Apóstoles… y de muchos de los seguidores de Jesús a lo largo de la historia… San Pedro mismo recibe el reproche más fuerte que podamos imaginar, precisamente por no aceptar que el Mesías pudiera sufrir, porque esa no era la opinión oficial del judaísmo que ellos, desde luego, compartían.

El sentido del Reino que Jesús anuncia, queda expresado con lo único que pudo prometerles a los hijos del trueno, a los Doce, y a todos los que quieran ser sus discípulos: beber el cáliz.

Es el anuncio de una prueba dolorosa para Él y para los suyos. Eso es lo que les puede prometer Jesús a Santiago, y a San Juan, y a los Doce… y a nosotros…
Porque ese cáliz es el único que los hombres permiten al profeta del Reino de Dios. Y con ello se deshace el deseo ardiente de los primeros puestos, de triunfar, del poder…
El mensaje de Jesucristo lleva en su entraña el desposeerse de muchas cosas, pero especialmente el desposeerse de triunfar, o al menos de triunfar venciendo.
Con el mensaje de Jesús se gana perdiendo, es decir, dando la vida por los otros y por el Reino…

Aprendamos, según esto, dónde debemos colocar nuestra ambición.

Consideradas, pues, estas dos ambiciones y actitudes de Santiago Apóstol, debemos tomar la resolución de no escuchar al amor propio, que nos lleva a elevarnos y hacernos valer; de no tener más ambición en la tierra, que la de sufrir, vivir y morir como Jesucristo y por Jesucristo.

Para completar nuestra meditación, tengamos en cuenta ahora algunas referencias históricas.
Santiago el Mayor, o Santiago el de Zebedeo, hermano de San Juan y Apóstol de Jesús de Nazaret, nacido en Betsaida, Galilea. Fue uno de los discípulos más apreciados por Jesucristo; de tal manera que estuvo presente, junto a San Pedro y a su hermano Juan, en la resurrección de la hijita de Jairo, así como en dos circunstancias muy importantes del ministerio del Maestro: la Transfiguración en el monte Tabor y la Agonía en el Huerto de los Olivos.
Según la tradición apostólica, cuando los Apóstoles fueron enviados a la predicación, Santiago tuvo a cargo la evangelización de la Hispania, las actuales España y Portugal. Primero predicó en Galicia, donde estableció una comunidad cristiana, y luego en la ciudad romana de Cesar Augusto, hoy conocida como Zaragoza.
La Leyenda Aurea de Jacobus de Voragine nos cuenta que las enseñanzas del Apóstol no fueron aceptadas en Zaragoza y que sólo siete personas se convirtieron al Cristianismo. Estos son conocidos como los Siete Convertidos de Zaragoza.

Las cosas cambiaron cuando la Santísima Virgen Santísima se apareció al Apóstol en esa ciudad, manifestación conocida como la de la Virgen del Pilar. Desde entonces, la intercesión de la Virgen hizo que se abrieran extraordinariamente los corazones a la evangelización de España. Su pilar es la columna de la Fe
Los Hechos de los Apóstoles nos descubren que Santiago fue el primer apóstol martirizado, y que murió decapitado por orden de Herodes. ¿La causa? Según la opinión del sumo sacerdote, ¡haber llenado Jerusalén con las enseñanzas de Jesús! La muerte es consecuencia de haber arriesgado la vida por Jesús, de haber abandonado casa, padre y madre para anunciar el Evangelio.
Santiago muere mártir por orden del rey Herodes Agripa I, el 25 de marzo del año 41, día aniversario de la Encarnación.

La tradición relata que sus discípulos llevaron su cuerpo nuevamente hasta Galicia, donde lo enterraron justamente en Iria Flavia, donde el obispo Teodomiro lo halló en el siglo VII.
Por otra parte, la tradición del Matamoros se remonta al reinado de Ramiro I, muerto en 850, que sucedió en el trono de Asturias y León a su tío Alfonso el Casto.
Al fallecer este, los moros reclamaron el tributo de las cien doncellas (cincuenta hidalgas y cincuenta plebeyas), que tenían impuesto a los cristianos. Ramiro I, que estaba en Bardulia (antiguo nombre de Castilla la Vieja), no quiso entregarles las cien doncellas y se encontró frente a frente con la morisma en Clavijo, donde, en la víspera de la batalla, se le aparece en sueños el Apóstol Santiago.
El Apóstol le comunica que ha sido designado por Dios como Patrón de las Españas; anima a Ramiro al combate y le pide que lo invoque.
 
Los cristianos dan batalla al grito de ¡Dios ayuda a Santiago!, y los moros son vencidos.
Aquella gloriosa jornada de las armas cristianas será la fundación de la Orden de Santiago.
Más tarde, en la batalla de Hacinas, entre el Conde Fernán González, muerto en 970, y el caudillo moro Almanzor, aparece otra vez Santiago, que le dice al conde de Castilla: Fernando de Castilla, ¡hoy te crece gran bando!
 
Las huestes de Fernán González vencen a los moros al grito de ¡Santiago y cierra!
Es la primera vez que se registra el que luego será grito famoso entre los cristianos peninsulares cuando entran en batalla; este grito de guerra viene a significar: Santiago, y choquemos contra ellos.

La fiesta de Santiago Apóstol supone siempre para España e Hispanoamérica, y para la misma Iglesia, una invitación a volver a los orígenes de su historia más auténtica y a renovarse espiritualmente, descubriendo la riqueza cristiana que encierran sus raíces para, de este modo, poder afrontar las tareas del presente y del futuro con esperanza, con la esperanza que no engaña: la que se funda en la Fe.
 
Santiago recuerda a España e Hispanoamérica sus orígenes apostólicos y la evangelización de sus gentes, de su cultura y de la sociedad, con una tal hondura de fe, que la ha dejado marcada viva y fielmente en lo esencial, hasta hoy mismo.
 
Desde aquellos sus primeros Siete Discípulos, en la aurora del catolicismo, se mantuvo la fe a través de las pruebas más formidables, sobre todo la de la dominación islámica, saliendo de ella más purificada y acrisolada.
 
El culto a Santiago Apóstol se basa en el fundamento del Apocalipsis. En efecto, este libro proclama la Segunda Venida de Cristo al mundo para instaurar el triunfo del pueblo cristiano y el castigo de aquellos que le persiguen y hacen sufrir. Es un texto de resistencia y de esperanza en la victoria final, redactado para infundir valor a los que sufren las persecuciones.
Este culto se convirtió en una poderosa fuerza galvanizadora de la resistencia cristiana del siglo IX al XII.

Este culto debe ser hoy, más que nunca, la razón de ser de la paciencia cristiana en la inhóspita trinchera a la cual nos ha relegado, por permisión divina, el Dragón infernal…
Nuestra Señora del Pilar, como nos lo ha prometido, conservará nuestra Fe, y nos otorgará la victoria.

¡Dios ayuda a Santiago!
¡Santiago y cierra!
¡Viva la Pilarica!

viernes, 15 de julio de 2011

HOY ES EL DÍA DE LA VIRGEN DEL CARMEN / Estrella Del Mar (Stella Maris).

VIRGEN DEL CARMEN Estrella Del Mar (Stella Maris).

En la oscuridad de la noche, los navegantes por siglos confiaban en las estrellas para orientarse hacia el puerto seguro. La Virgen es la estrella de la evangelización que nos lleva a Cristo, puerto seguro.Leer más....

Lope de Vega (1562-1635)
le dedicó una hermosa poesía:

Salve, del mar Estrella,

Salve, Madre sagrada
De Dios y siempre Virgen,

Tomando de Gabriel
El Ave, Virgen alma,
Mudando el nombre de Eva,
Paces divinas trata.

La vista restituye,
Las cadenas desata,
Todos los males quita,
Todos los bienes causa.

Muéstrate Madre, y llegue
Por Ti nuestra esperanza
A quien, por darnos vida,
Nació de tus entrañas.

Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
Libres de culpa, infunde
Virtud humilde y casta.

Vida nos presta pura,
Camino firme allana;
Que quien a Jesús llega,
Eterno gozo alcanza.
 
Al Padre, al Hijo, al Santo
Espíritu alabanzas;
Una a los tres le demos,
Y siempre eternas gracias.

viernes, 24 de junio de 2011

FESTIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA



24 de Junio
Nacimiento de San Juan Bautista

Este es el único santo al cual se le celebra la fiesta el día de su nacimiento.

San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo (de hoy en seis meses - el 24 de diciembre - estaremos celebrando el nacimiento de nuestro Redentor, Jesús).

El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la siguiente manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío que estaba casado con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era estéril. Siendo ya viejos, un día cuando estaba él en el Templo, se le apareció un ángel de pie a la derecha del altar.

Al verlo se asustó, mas el ángel le dijo: "No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios".
Pero Zacarías respondió al ángel: "¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad, pues mi mujer ya es vieja y yo también?".

El ángel le dijo:
 "Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla".

Seis meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima Virgen comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia del embarazo de su prima Isabel.
Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios que estaba en el vientre de la Virgen.

También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu profético, exclamó:
 "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor". Y permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta que nació San Juan.

De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios porque el contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió toda su juventud dedicado nada más a la penitencia y a la oración.
Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino de Dios.
Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán, conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de penitencia.
Juan no conocía a Jesús; pero el Espíritu Santo le dijo que le vería en el Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera:

"Aquel sobre quien vieres que me poso en forma de paloma, Ese es".

Habiendo llegado al Jordán, se puso a predicar a las gentes diciéndoles: Haced frutos dignos de penitencia y no estéis confiados diciendo: Tenemos por padre a Abraham, porque yo os aseguro que Dios es capaz de hacer nacer de estas piedras hijos de Abraham. Mirad que ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y arrojado al fuego".
Y las gentes le preguntaron: "¿Qué es lo que debemos hacer?". Y contestaba: "El que tenga dos túnicas que reparta con quien no tenga ninguna; y el que tenga alimentos que haga lo mismo"…
"Yo a la verdad os bautizo con agua para moveros a la penitencia; pero el que ha de venir después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni siquiera de soltar la correa de sus sandalias. El es el que ha de bautizaros en el Espíritu Santo…"

Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo que tenía que venir y enviaron a unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" El confesó claramente: "Yo no soy el Cristo" Insistieron: "¿Pues cómo bautizas?" Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está Uno a quien vosotros no conocéis. El es el que ha de venir después de mí…"

Por este tiempo vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por Ti y Tú vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer esto ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos toda justicia". Entonces Juan condescendió con El.
Habiendo sido bautizado Jesús, al momento de salir del agua, y mientras hacía oración, se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se oyó una voz del cielo que decía:

"Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias".

Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al verlo dijo a los que estaban con él: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo os dije:

Detrás de mí vendrá un varón, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo".

Entonces Juan atestiguó, diciendo:

"He visto al Espíritu en forma de paloma descender del cielo y posarse sobre El. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre quien vieres que baja el Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que El es el Hijo de Dios".

Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció de su esposo y se casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y le recriminó diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu hermano"; y le echaba en cara las cosas malas que había hecho.
Entonces Herodes, instigado por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán para traerlo preso, queriendo matarle, mas no se atrevió sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía, pues estaba muy perplejo y preocupado por lo que le decía.
Herodías le odiaba a muerte y sólo deseaba encontrar la ocasión de quitarlo de en medio, pues tal vez temía que a Herodes le remordiera la conciencia y la despidiera siguiendo el consejo de Juan.
Sin comprenderlo, ella iba a ser la ocasión del primer mártir que murió en defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.

Estando Juan en la cárcel y viendo que algunos de sus discípulos tenían dudas respecto a Jesús, los mandó a El para que El mismo los fortaleciera en la fe.
Llegando donde El estaba, le preguntaron diciendo: "Juan el Bautista nos ha enviado a Ti a preguntarte si eres Tú el que tenía que venir, o esperamos a otro".
En aquel momento curó Jesús a muchos enfermos. Y, respondiendo, les dijo: "Id y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio…"
Así que fueron los discípulos de Juan, empezó Jesús a decir: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? o ¿Qué salisteis a ver? ¿Algún profeta? Si, ciertamente, Yo os lo aseguro; y más que un profeta. Pues de El es de quien está escrito: Mira que yo te envío mi mensajero delante de Ti para que te prepare el camino. Por tanto os digo: Entre los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor que Juan el Bautista…"
Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete, invitando a muchos personajes importantes. Y al final del banquete entró la hija de Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los invitados y principalmente al propio Herodes.
Entonces el rey juró a la muchacha:

"Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".

Ella salió fuera y preguntó a su madre:

"¿Qué le pediré?"

La adúltera, que vio la ocasión de conseguir al rey lo que tanto ansiaba, le contestó: "Pídele la cabeza de Juan el Bautista". La muchacha entró de nuevo y en seguida dijo al rey:

"Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista".

Entonces se dio cuenta el rey de su error, y se pudo muy triste porque temía matar al Bautista; pero a causa del juramento, no quiso desairarla, y, llamando a su guardia personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo decapitasen y le entregaran a la muchacha la cabeza de Juan en la forma que ella lo había solicitado.

Juan Bautista: pídele a Jesús que nos envíe muchos profetas y santos como tú.