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martes, 9 de noviembre de 2010

LA SUERTE DE VARAS / Por José María Moreno Bermejo



LA SUERTE DE VARAS

José María Moreno Bermejo

Martes, 9 de Noviembre de 2010

            La Suerte de Varas es fundamental en el desarrollo de la Corrida, ya que su realización correcta determina el aprovechamiento óptimo de las cualidades del toro bravo adaptándolas a las necesidades de la lidia; nos muestra la belleza que depara el crecerse en el castigo, y todo ello infringiendo al bruto el menor sufrimiento posible. Por el contrario, cuando ésta se ejecuta con desmesura o incapacidad, vemos vejado al animal de manera injusta, inadmisible. La finalidad múltiple de esta Suerte se puede determinar en los siguientes aspectos: 1º.- Observar la bravura de la res. 2º.- Conseguir ahormar la embestida. 3º.- Regular el poder del toro para hacerlo apto para la lidia. 4º.- Posibilitar quites artísticos de los matadores. Como consecuencia, al asistir el espectador a una Suerte de Varas bien ejecutada a un toro bravo, la belleza de su carrera, la fijeza en la lucha y el poder y la tenacidad en el empuje, logran un momento del máximo interés para el observador.  

La vara bien puesta logra que el toro ahorme su embestida al dificultarle el uso del músculo epiaxial con el que alza la cabeza; una embestida más templada al adecuarse un correcto poder resultado de la sangre vertida en el puyazo y del esfuerzo empleado en el encuentro con el jaco.  
Por el contrario, y como explicaremos más adelante, la Suerte de Varas mal ejecutada rebaja la dignidad del espectáculo, lo hace vejatorio para el toro, hiere la sensibilidad de los espectadores y rompe en demasía a la res que, como es lógico queda mermada en sus capacidades, tanto físicas como psíquicas.

            Durante los últimos tiempos, quizás en los 25/30 últimos años, se ha venido aplicando el puyazo a la res en lugares cada vez más traseros, unas veces por impericia del picador y otras por desconocer estos el lugar exacto en que se debe picar. En estos tiempos, tras el deterioro continuado de la Suerte, es comúnmente aceptado que los toros deben picarse en el sitio llamado “la cruz”, y ya quedan pocos picadores antiguos que puedan aleccionar a los noveles sobre los destrozos que se producen en el aparato locomotor del toro cuando se pica en dicho lugar. Por ello es por lo que debemos recuperar la calidad perdida en la ejecución de la muy importante Suerte de Varas, y es lógico pensar que sólo se podrá lograr ese objetivo si se forma a los picadores para poder realizar esa Suerte de manera correcta.

            En la “Tauromaquia” de “PEPE HILLO”, editada en Cádiz en 1796, se detalla perfectamente la forma de picar y todo lo inherente a la Suerte de Varas, conocimiento de los picadores de los diversos tipos de toros y de sus querencias, etc. En la página 35 de dicha Tauromaquia, dice: “… y luego que este parte (el toro), y llega a jurisdicción, le pone la garrocha en el cerviguillo,…”  Aclara posteriormente que el “cerviguillo” es lo que llamamos “morrillo”, que es la región carnosa muscular que se encuentra entre la nuca y la cruz, y ocupa en toda su longitud el borde superior del cuello o cerviz, por lo que también se denomina “cerviguillo”.

            Como justificación de la necesidad de que los picadores que actúen el los espectáculos taurinos conozcan perfectamente las diferentes teorías que fundamentan la buena ejecución de la Suerte de Varas, queremos reflejar los estudios realizados al respecto, uno por 3 catedráticos de la Universidad de Córdoba (Sres. Barahona Hernández, Cuesta López y Montero Agüera), y otro, por 2 veterinarios de la Unión de Criadores de Toros de Lidia (Fernández Sanz y Villalón González-Camino). Los primeros determinan en su trabajo, que se desarrolló tras el estudio de los puyazos inferidos a 277 toros lidiados en las plazas de toros de Sevilla , Madrid y Córdoba, durante los años 1996 y 1997, que los puyazos colocados en el morrillo fueron el 6,92%, infiriendo heridas de 25,03 cms, de profundidad; en la cruz cayeron un 39,27%, con heridas de 24,66 cms; el 33,39% cayó aún más traseros de la cruz; un 12,97%, fueron puyazos caídos, y 7,27% de ellos se infirieron en las paletillas. Explican los catedráticos que las varas en el morrillo es la ideal, por que:“… interesa el borde dorsal del cuello en su porción caudal, un poco anterior a su unión con la cruz, que corresponde al nivel de la 4ª a la 6ª vértebras cervicales, y que lesiona los músculos extensores (epiaxiales) responsables de los movimientos de la cabeza, consecuentemente de la cornamenta, logrando así ahormar la cabeza en sus movimientos para el tercio de muleta”.
 
Si el puyazo se cursa en la cruz, dicen: “Este tipo de puyazo suele colocarse sobre la reunión entre la línea del dorso y la imaginaria que reúne las extremidades torácicas (lugar indicado para la estocada) A este nivel no están los músculos más importantes de la cabeza, sino los músculos del dorso y de los miembros anteriores. La puya en la cruz lesiona los siguientes músculos: el trapecio en su porción torácica; el romboideo torácico; espinal y semiespinal del tórax y cuello; el multífido del tórax y el ligamento de la nuca en su porción ancha, afectando a la irrigación sanguínea de las arterias intercostales”.
 
Al hablar de los puyazos traseros, dicen los técnicos de dicho estudio: “Los puyazos traseros son los que se colocan en la región del dorso. Son criminales pues solamente lesionan músculos relacionados con el raquis y más profundamente las costillas pueden ser también dañadas. El puyazo trasero es inadecuado, no regulariza el acornear ni debilita su empuje, más bien dificulta la locomoción. Al mismo tiempo la fuerza del cuerno desarrollada en el empuje queda relegada contra el peto y el caballo, por lo que su efecto es irregular, casual e incierto.

Como conclusiones finales, el estudio realizado por los catedráticos de la Universidad de Córdoba, Sres. Barahona Hernández, Cuesta López y Montero Agüera, determinan: 1º.- Los puyazos más adecuados, anatómica y funcionalmente son los colocados en el morrillo. 2º.- Los que más deterioran la locomoción son los colocados, de más a menos: en la paletilla, los caídos y en la cruz. 3º.- Los puyazos traseros perjudican las condiciones físicas del animal produciendo evidente dolor en la región dorso lumbar y disminución del impulso del toro. Aconsejan que convendría legislar la aplicación correcta de la puya en el morrillo, y acortar la longitud de ésta para que las heridas no sean tan profundas.

El otro estudio aludido se realizó durante la Feria de San Isidro de 1998, y se contemplaron los puyazos que se dieron a 90 toros, barajando un total de 8.197 datos: de salida, 990; de varas, 3.940; heridas de puyazos, 1.932; hemorragia, 90 y Laboratorio, 335.
            De los datos estudiados, resumimos los más interesantes respecto a la Suerte de Varas y sus consecuencias. “Los 90 toros recibieron en total 197 varas (277 puyazos); 3 de ellos cobraron solo 1 vara (fueron devueltos); 68 tomaron 2; 18 recibieron 3 y 1 tomó 4.

            Por la colocación, determina el estudio que: solo un 4,7% de los puyazos se han administrado en la parte trasera del morrillo (ninguno en la “pelota”, en la parte media) Dice: “El morrillo es la parte idónea para picar, pues en él solo se afectan los músculos extensores de la cabeza y el ligamento de sustentación de la misma. Se produce una hemorragia aparente, pero sin lesiones de huesos, cartílagos o nervios de especial importancia en la locomoción”. El estudio determina pues que el 95,3% de los puyazos se ubicaron en la cruz, dorso o paletillas, zonas esta en las que se merma la movilidad de los toros al lesionarse la unión muscular entre ambas extremidades anteriores y el tórax, aplomándose los toros y pudiendo provocar cojeras por afección reflejas de ciertas enervaciones, e incluso insuficiencia respiratoria por perforación de pleura en los puyazos traseros y caídos, que pueden producir un neumotórax. Las consecuencias de estos puyazos traseros son pues muy negativas para los toros y comprometen el comportamiento posterior de los mismos al disminuírseles la capacidad de desplazamiento lateral, provocarles caídas, restarles poder y movilidad frontal, así como limitar su capacidad respiratoria.

            Los tiempos en lo que el toro estuvo debajo del caballo con la vara dentro de su cuerpo, fue de 30,84 segundos, esto es, 13,65 por vara. La “carioca” se realizó en el 29% de las varas; se barrenó en el 8% y se infirió “”mete y saca” en el 63 %. La profundidad media de cada vara fue de 31,5cms, en la 1ª y de 26,6cms,  en la 2ª. (Obsérvese que la longitud de los primeros puyazos en Madrid son de 31,5 cms., un 27% mayor que los inferidos en otras plazas como la de Sevilla).

            Tras esta deprimente realidad, el aficionado puede colegir fácilmente por qué se encuentra la Fiesta en la situación actual. Es bien cierto, y nunca nos cansaremos de denunciarlo, que no hay Fiesta si no hay Toro, y que lo que hay ahora, tras la clarividencia que aportan los estudios referidos, no puede considerarse como una Corrida de Toros, sino como un sucedáneo licuado de un festejo que otrora nos deleitó. Podemos convenir con Álvaro Martínez-Novillo que: “La necesaria recuperación de la Corrida como espectáculo total pasa por la revalorización del papel de los picadores y banderilleros que para ello deben ser debidamente estimulados”.         

            Las consecuencias que se derivan de una mala ejecución de la Suerte de Varas, son pésimas para la Fiesta, y creemos que muchos picadores desconocen lo pernicioso de su mal hacer picando trasero, caído, prolongando el puyazo, barrenando; también muchos matadores desconocen el perjuicio que para sus intereses suponen los puyazos mal dados, pues presumiendo que con el castigo quedará con menos poder la res, no reparan en que al dejarle sano la musculatura epiaxial, el poder del toro para levantar la cabeza queda intacto (no se ahorma la embestida); ni cae el diestro en que los puyazos trasero pueden afectar otras musculaciones o partes nerviosas que logran que el toro se rebrinque, cabecee, etc; y lo peor, lo mas frecuente, es que el toro se acabe enseguida por que no puede su aparato locomotor con tanto castigo.

            Debemos pues difundir estos informes técnicos que coinciden en que las consecuencias que acarrea la mala ejecución de la Suerte de Varas es muy dañina para el correcto desarrollo de la lidia, para el aprovechamiento íntegro de las virtudes del toro bravo y para la dignidad misma de la Fiesta.

lunes, 8 de noviembre de 2010

NO TOMARÁS LA PALABRA CULTURA EN VANO / Por José Mª Moreno Bermejo

NO TOMARÁS LA PALABRA “CULTURA” EN VANO
José María Moreno Bermejo

Lunes 8 de Noviembre de 2010

            Nuestra Fiesta Nacional se halla en una ingrata situación en la que es vapuleada violentamente por un determinado grupo de opositores que dicen velar por los “derechos” del toro para que no sea maltratado, según su criterio, y en la que es defendida por un numeroso grupo de taurófilos que, en su mayoría presenta el hecho cultural que supone la corrida como el argumento más contundente y definitivo para su existencia. Es comprometido y complicado  intervenir en la controversia que nos presenta esta situación, pero debemos afrontar la dificultad con decisión procurando ser delicados y acertados en las argumentaciones que juzgan las razones de todas las partes.   

            Los antecedentes sobre las prohibiciones taurinas son múltiples; los juicios en contra de los espectáculos en los que se ponía en peligro la vida de los actores, fueron negativos desde los albores de los juegos con toros en España. Se dice que Fray Isidoro de Sevilla ( 560 - Sevilla, 4 de abril de 636), en su magna obra, “Etimologías“, ya condenaba a los jóvenes que ponían en riesgo su vida en la lucha con  fieras y toros para hacerse merecedores de la admiración femenina. También apócrifa es la afición taurina de Sisebuto; o la crítica al arzobispo de Tarragona por sus veleidades táuricas; y la del obispo Ataulfo, que fuera sometido por el Rey a una prueba de Verdad, en la que un toro sentenció a su favor, llegando sumiso a su regazo. 
Luego, pasada la etapa visigótica, los juegos con el toro se hacen más presentes en las crónicas de nuestros reinos peninsulares. Festejos con motivos de bodas ilustres; D.ª Berenguela con Alfonso VII; D.ª Urraca con D. García Ramírez, y muchos otros etcéteras van marcando la pauta de cómo en España el juego con el toro es el espectáculo por excelencia. Y se empieza a explicar el rito; la lucha contra la muerte ofreciendo la vida; el amor al bravo al que se le regala la primacía en el sacrificio. El juego popular con el toro, que ya fuera reflejado en las monedas sevillanas de Orippo; en las de Gadir y Arce; en la de Ampurias, donde un toro es coleado durante el juego; la de Velilla del Ebro, que muestra un toro atacando al hombre; el arte del Valosandero soriano, donde un hombre toca los cuernos de un toro mientras en su otra mano lleva una especie de muleta para sortearlo; la expresiva imagen de la estela de Clunia, con toro y torero enfrentados… Miles de referencias sobre los antecedentes que explican el por qué aquí, en Iberia, el toro ha formado parte básica de nuestra cultura, siempre.

            Y nunca, hasta ahora, la “honra” del toro había sido puesta en duda. Argumentos religiosos siempre hubo contra la corrida: se pone en peligro la vida; se bebe y se cometen graves pecados durante el festejo, mezclados hombres y mujeres, jurando, blasfemando; no se respeta el descanso dominical; se gasta el dinero reservado a mantener la casa; las tierras donde pastan las reses bravas serían más rentables con otros usos agrícolas o ganaderos… Pero nunca se nombró la “dignidad” del toro como argumento negativo de la corrida, ni siquiera en la bula de San Pío V de 1567. Es claro que las controversias existentes siempre respecto a las corridas de toros han sido duras, y también que los argumentos exhibidos por los taurófilos fueron contundentes y convincentes: la corrida es cultura, pues cumple con la definición de ser una manifestación que expresa la vida tradicional de un pueblo; forma parte de los modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico del ibero

Difícil explicar la dignidad de la muerte del bravo en la plaza al que no pretende comprender los argumentos bajo los que los taurófilos explicamos la Fiesta; o al que sólo desea enfrentarse a algo que contiene los suficientes elementos controvertibles como para alimentar la discusión, que será amparada por los hombres de buena fe que defienden a ciegas la dignidad de los animales. El toro bravo, su selección, ha sido una creación, un  enriquecimiento de la especie, logradas gracias a la corrida. Sus especiales características, su cuidado, su creación vital, son las ideales para la lucha final; más de cuatro años de vida regalada, con cuidados sanitarios máximos, alimentación cuidada, vida tranquila y una digna muerte con posibilidad de su defensa en la lid, en el rito mágico, que definía Unamuno, constituyen su gloria. Y todo se fue fraguando a lo largo de la vida del ibéro; sirviendo la lidia de asueto, de expansión, a veces de diversión, siempre en búsqueda de la emoción. Juan Valera, en su Apología de las corridas de toros, nos decía:

Nosotros nos hemos limitado a sostener que las corridas de toros son una diversión popular, ni más ni menos profana, ni más ni menos contraria a las buenas costumbres, que la comedia, el baile, los títeres, el circo ecuestre, las riñas de gallos y otras funciones por el mismo orden. Sin duda que sería muchísimo mejor que la gente fuese menos aficionada a divertirse y que se quedase en casa, estudiando, rezando o cumpliendo con sus obligaciones; pero, puesto que somos frágiles y gustamos de divertirnos, no nos parece que los toros sean una diversión más censurable que otra cualquiera.  Y esta peculiar y valiente forma de expresar nuestro vitalismo hispano, mereció ser definida como Fiesta Nacional, ya expresada en la intensa y censurable obra de José Vargas Ponce, “Disertación sobre las corridas…”, escrita en 1796 a solicitud de Jovellanos, leída en 1807, editada en 1961, y muy certeramente contestada por el gran estudioso de la historia de la Tauromaquia, D. Jesús Mª García Añoveros en una obra que publicará próximamente la Unión de Bibliófilos Taurinos. Fiesta Nacional, que explica certeramente Eugenio D´ors en su “Estética y Tauromaquia”, publicada en un artículo impreso en el suplemento del diario “Arriba”, pág. 20, del 6-VI-1943: 

Para asegurarse del barroquismo de la que los españoles llaman su Fiesta Nacional, bastaría, por de pronto, esto: lo de ser nacional, quiere decir, hija de la íntima fuente, popular y espontánea de un grupo humano, que encuentra ahí la expresión inconfundible de su “carácter”; cual si la existencia de aquella y su estilo fuesen dictados por la misma naturaleza; no, la naturaleza en general, esta vez; sino la diferencial, la que da al grupo en cuestión una histórica solidaridad de casta.

            Ahora, en el año 10 del siglo XXI, muchos esgrimen la expresión: Los toros son cultura, pretendiendo que con esa definición están exentos de cualquier otro tipo de explicación para la defensa de la Fiesta. Cultura, tradición, usos y costumbres de los pueblos, constituyen la riqueza de los hombres; la custodia de estos valores, su adecuación constante, la evolución lógica al paso de los tiempos, es tarea ardua, difícil, lenta y constante. La Fiesta Nacional ha evolucionado, y si se cumplieran rigurosamente los reglamentos por los que se rige, resultaría un espectáculo incontrovertible, incontestable. Si saliera siempre el toro bravo, íntegro, luchador por encastado, con sus defensas agresivas intactas; si se lidiara con respeto y verdad; si fuera picado en su sitio, respetando su anatomía, no vejándolo, dejando sus fuerzas adecuadas para la lid, para la lucha que ofrece el torero lealmante al toro fiero; si la lucha terminara cuando el toro es vencido, sin prolongarla con insulsos pases a toro parado…; si se respetara siempre estas máximas de la corrida eterna, no daría motivos de controversia, no tomarían los anti taurinos y los aficionados de pro argumentos sólido para luchar contra nuestra cultura taurina. Por que también el aficionado de pro discute la actual corrida, esa que veja cutio al toro; esa que se expresa con ventaja; la del toro descastado que se fraguó en la insulsa búsqueda del toro artista… Nuestra cultura taurina se define con el toro bravo agresivo, luchador, íntegro que ofrece su vida a costa de producir un peligro cierto que ha de sortear el torero con arte y torería…

            Y todos hablamos de cultura, pero olvidamos el concepto primario de nuestra Fiesta, la verdad del juego de arte y muerte; salimos de Goya y vamos a Picasso; nos refugiamos en Manet, Zuloaga, y sus excelsas pinturas; Botero, Santiago de Santiago, Venancio Blanco, nos ofrecen sus bellas esculturas taurinas…; los textos de García Lorca, los de Machado, los muy discutibles de Unamuno, o de Benavente, a veces taurinos, otras luchando en contra de los que dedican a su afición demasiado tiempo en contra de sus obligaciones cívicas o familiares… Al final, todo es tan sencillo como lograr que la tauromaquia sea respetada por sus cualidades intrínsecas, por sus virtudes genuinas, las de un pueblo que expresa su lucha contra el Mal en un rito ancestral que está plagado de respeto al toro, sujeto a una liturgia digna, en la que se pone en juego la Vida; la corrida eterna. 

            La Fiesta debe defenderse por su verdad, por la emoción que transmite a los aficionados; por la belleza del toro, por su constitución especial para la lucha, en la que su dolor es paliado por los anodinos que sus hormonas producen: adrenalinas y endorfinas, que se allegan a su sistema nervioso central a una velocidad tres veces superior a la del hombre. Explicar las características de la constitución del toro bravo, aportaría la cultura necesaria para  que los animalistas no comparasen a un toro con un corderito, o su dolor con el del ser humano, totalmente diferente en sus sistemas nerviosos; incluso al del manso, cuya curva de estrés durante el manejo es inversa al del toro bravo. Que sepa el vulgo que el estrés mayor se produce en el bravo durante el traslado; cuando sale a la plaza alcanza un grado 10, que baja paulatinamente, incluso en la suerte de varas, al grado 5. Esperamos que todos nos ilustremos con los resultados de la investigación que a este efecto está realizando el Dr. Illeras, definitivas para comprender las características especiales del toro bravo.

            Pasar la Fiesta al Ministerio de Cultura no tiene mayor significado que el estar inclusa en alguna parte de la Administración. Los taurinos deben formalizar de una vez una Federación de Tauromaquia que, al modo de las deportivas, reglamente particularmente los espectáculos taurinos; organice las escalas profesionales, certifiquen la cualificación de los actuantes; defina las cualidades de los que regirán los espectáculos; se ayude de los colegios veterinarios para decidir sobre las ganaderías de bravo, su número, su categoría, el seguimiento de la integridad de sus animales… Muchas cosas que hay que defender, otras mil que hay que rectificar para que la Fiesta sea respetada. Esgrimir la Cultura como máximo argumento de defensa de la Fiesta Nacional, sin reparar en lo rastrero de mucho de los espectáculos taurinos actuales, puede ser un acto de buena voluntad, pero necio al cabo. Allanemos el camino que cursamos los que deseamos defender nuestra corrida losándolo con pizarras llanas, puestas en firme liso, sin esquinas que puedan herir nuestros pies; toros íntegros, bravos; festejos justos en precio para la afición; toreros que expresen cada día lo difícil que es su profesión toreando de verdad, sin ventajas, lidiando toda clase de castas, regulando su pretensiones económicas; empresarios que sean leales con los aficionados, y con la Fiesta dando festejos equilibrados en calidad y precio, ofreciendo comodidad al espectador…; administraciones propietarias de los cosos, permitiendo pliegos posibles, bajando el canon del alquiler; administración central adecuando los impuestos que graban las entradas, asimilándolos a los de otros espectáculos culturales… Cultura, sí, pero aportando todos los elementos citados, y otros más; mas no tomando su nombre en vano


jueves, 5 de agosto de 2010

ESPAÑA Y LOS TOROS, SIEMPRE / Por José María Moreno Bermejo

Plaza de Toros de Las Arenas de Barcelona
24 de Septiembre de 193

ESPAÑA Y LOS TOROS, SIEMPRE
Con este título escribíamos en el año 2005 un trabajo que luego fue publicado por los BIBLIÓFILOS TAURINOS DE MÉXICO, A. C., en su colección de Lecturas Taurinas nº 64, en el que tratábamos sobre la evolución de nuestra querida Fiesta Nacional, desde sus inicios a nuestros días. En las páginas nº 24 y 25, decíamos lo siguiente:
----Si las 450.000 firmas antitaurinas de Cataluña[2], unidas al vocerío de un partido catalán que tiene la llave de la estabilidad política en dicha comunidad española, deciden que se prohíba la Fiesta en Cataluña, lo lograrán, pues hoy, por desgracia, no es que el defender la Fiesta reporte o no votos, es que algunos dirigentes políticos listos, están aprovechando esa polémica para ampliar su importancia en el espectro de la representatividad nacional.
----En realidad, a los republicanos de Cataluña les importa un ardite los Toros; lo que les importa es que se hable de ellos por tomar determinaciones que molestan al resto de España. Seguro que el republicano catalán que guste de la Fiesta, asistirá a ella cuando le dé la gana acercándose a Aragón o Valencia, pero ahora lo que toca es criticarla y sacar provecho de esa polémica. Los tiempos cambian, y apenas hace unos años, el actual Consejero Jefe de la Generalitat, el republicano Joseph Bargalló[3], participó en la edición del libro, “Bous, toros y braus, una Tauromaquia Catalana”, perteneciente a una colección denominada “Cultura y tradiciones catalanas”, en el que el autor, Antoni González, expresa que el Toreo es una forma de concebir y realizar el Arte, y en el que el mismísimo Bargalló escribe:
“Ser taurófilo en Cataluña es un derecho inalienable que no debe generar maleficencias ni sospechas ni provocar discriminaciones ni políticas ni sociales”.
----Ahora dice el Alcalde de Barcelona, Sr. Clos, que ellos no están por prohibir nada, y que no prohibirán los Toros, si bien hay que intentar leer entre líneas el mensaje, pues parece que la pelota la han colgado los de ERC en el tejado de la Generalitat, lo que conviene que le sea recordado al Sr. Bargalló en su oportuno momento. Ya explicaba el Sr. Corrales, cabeza visible de la plataforma que está intentando luchar contra los molinos republicanos para salvar la Fiesta en Cataluña, que todo en esto es juego político, y que los señores de CIU le habían prometido su voto a favor del mantenimiento de la actual Fiesta si el PSC le daba a su vez el sí; demostración indubitable de que lo que juega aquí es el triunfo político y no la sensibilidad de la población catalana.
----Otro insigne político que fue designado como Defensor del Pueblo de la Comunidad de Madrid, luchó a brazo partido hace unos años para conseguir la prohibición de la asistencia a los Toros de los menores de 14 años, basándose, sin duda con las mejores intenciones, en que el espectáculo podría ser perjudicial para el desarrollo educativo de los niños. Recordemos que un estudio de expertos psicólogos infantiles, consultados por los responsables de la Comunidad, dictaminó que la asistencia a los Toros no entrañaba ningún riesgo para la formación y educación de los menores. Pero esto ha sido siempre igual: prohibir antes de fundamentar la causa que se juzga.
----El momento político español actual, es propicio para asestarle una estocada mortal a nuestra Fiesta, y no dudo que se pueda conseguir en algunas partes de nuestra piel de toro. Además, eso serviría de acicate para que en otras zonas de España los anti, que siempre han sido minoritarios, revindiquen su cuota de gloria con sus convincentes razones de pancarta, insulto y vocerío. Está dispuesto el “talante” para cuidar a las minorías que puedan sostener el sillón, aunque se olvide a una importante población española, perteneciente a todas las tendencias políticas, que están preservando una Fiesta que les legaron sus ancestros y que aúna en sí las virtudes que siempre ornaron el ser y sentir de nuestro pueblo ibero. No importa que los mismos que denostan la Fiesta se erijan en defensores del progresismo y la libertad; en sus cavernas habitan el odio y la prohibición, y son capaces de decir sí y lo contrario, dependiendo del número de acólitos a los que pueda colocar en la mamandurria de inanidad y holganza, o del número de votos que las encuestas de opinión les hayan augurado.
---Efectivamente, un amplio sector de la política española abjura de la defensa de una de nuestras culturas más señeras. Prometieron defender los intereses de TODOS los españoles, pero se mueven en la inmediatez del pacto cercano, del posible voto sectorial, regional, sindical… Y todo es tan sencillo como dejarnos en paz a los que amamos la Fiesta; igual que se dejan tranquilos a los amantes del fútbol o del baloncesto, deben dejarnos tranquilos a los aficionados taurinos>.
Hoy, por desgracia, comprobamos que nuestros temores tenían serio fundamento. No creo que haya que añadir más a lo que escribimos hace más de 5 años.
José Mª Moreno Bermejo
Madrid, 30-VII.2010