viernes, 10 de diciembre de 2010

LA POESÍA SECRETA / Por Aquilino Sánchez Nodal


LA POESÍA SECRETA

Por Aquilino Sánchez Nodal

     Después de Trescientos años y medio, seguimos en el ambicioso proyecto de demostrar que las corridas de toros son tradición de las gentes de España y su más clara identidad cultural. Quizás sea el momento de olvidarse de quienes las desprecian e intentan hacerlas desaparecer de nuestras vidas y volcar nuestros esfuerzos y afición en defenderlas, cada día más y con mayor vehemencia contra los bárbaros que no respetan la libertad de los demás.
                               Y más que un tal poeta,
                               mi deseo primero
                               hubiera sido ser
                               un buen banderillero.
                                                                     Manuel Machado.
-         ¿Cuándo va a dejar de fumar, Machado?.- Pregunta sorprendido por el
mal hábito de don Manuel, José María de Cossio.
-         Jiménez Díaz me ha dicho que puedo fumar.
-         Pero poco – Interviene la esposa del poeta.
-         Y le obedezco. Un cigarrillo de cuando en cuando.
-         Hace tiempo que no se le ve a usted por la plaza.
-         Voy cuando se presenta algún torero nuevo. Me han hablado muy bien de Arruza,
pero no lo he visto todavía. De Méjico han venido buenos toreros como Gaona, que seguía las formas de Fuentes, y había otro muy interesante. ¿Cómo se llamaba?.
-         ¿Armillita?.
-         Eso es, … Fermín. ¿No se llamaba Fermín?.
-         Fermín Espinosa.
-         De cualquier manera me quedo con la época de José y Belmonte.  Juan Belmonte
acabó con el toreo. Vi torear, siendo chico, a “Lagartijo”. Después me entusiasme con “Guerrita”, Mazzantini y “El Espartero”.
-         ¿Y siendo aficionado de toda la vida, ha dejado de ir a los toros?.
-   Yo a la plaza no iba a divertirme, para eso me voy al cine. Las corridas de toros son cosa seria y no se puede ir a pasar el rato.
-         No lo entiendo, don Manuel.
-         Ahora los espectadores van a ver como se dan muchos pases bonitos. Antes se iba a
ver como se daban los precisos, nada más, y preparar al toro para la muerte. Los muletazos que se prodigan actualmente están fuera de clavo y no merece que se lo agradezcan al matador que lo hace.
-         Decía usted que Belmonte …
-         Llevó a cabo una revolución y comenzó la crisis del toreo que llega hasta hoy.
Cambió los terrenos, modificó las suertes de forma admirable. Las consecuencias han sido fatales. Dicen que también, “Manolete” es otro revolucionario del toreo. Efectivamente, “Manolete” tiene una muñeca especial para manejar la muleta, no lo niego, pero el primero en meterse en los terrenos del toro fue Juan Belmonte. Ese es su gran mérito y la desgracia de los aficionados.
-         ¡Como!.
-         ¡Claro! Belmonte descubrió que se podía entrar en la zona vedada por el toro.
Sucede que desde entonces los toreros han salido de su terreno y en consecuencia han perdido la verdad del toreo clásico. Lo importante no es meterse entre los pitones y dar cien pases, sino esperarle, embarcarlo, aguantarle y darle la salida. El toro para su lado y el torero para el suyo.
-         ¿El torero más completo que ha conocido?.
-         Han sido dos. Uno “Joselito”, pero el más completo, quizás, de todos los tiempos,
podría ser el Guerra.
-          ¿Y el torero más …torero?.
-         ¡El de más estampa! Sin duda Rafael Molina “Lagartijo”. Era todo un tipo gallardo.
Recuerdo que estaba esperando que le preparasen al toro para banderillear, una tarde en Madrid, con las banderillas apoyadas en la cintura, todo el público puesto en pie estalló en una cerrada ovación. No he visto otro caso.
-         ¿Cuál de las suertes es la que cree que ha cambiado más en el tiempo?.
-         La de varas, con esos enormes petos. Antes la denominábamos suerte de detener.
Era preciosa, parecía una escultura.
-         Bueno, los petos son para que no sufran los caballos.
-         Ahora es cuando sufren. No pueden caminar, cargan con un tremendo peso, los
dejan ciegos, sordos y “atontaos”. Antes la cornada era un accidente o un petardo del picador. He visto picar, sin peto, muchas corridas de cinco años y resultar todos los caballos intactos. En el peto se estrella el toro y parado se le ajusta una puya de características asesinas. Antes se hacía la suerte de picar, ahora no existe ni la suerte ni el toro.
-         ¿…Y el público!.
-         En la actualidad los espectadores son tan gritones como poco entendidos. Los
aficionados, de veras, que quedan, se diluyen entre la masa vociferante. Antes la corrida era un solo conjunto de lidia para preparar la estocada. Ahora cada tercio es aislado en si mismo. ¡Absurdo!. ¿Y tanto toreo de rodillas? ¡No, no!. De pie y a su distancia.
-         ¿Ha tenido amistad con algún torero?.
-         ¿Amistad? No. He conocido a alguno. Cuando era joven fui amigo de “El
Espartero”. Por cierto, era un tipo raro, recuerdo que cuando pasaba frente a una sastrería y le gustaba una tela, se mandaba hacer cinco u ocho trajes iguales. La gente volverá a llenar los tendidos cuando aparezca un torero nuevo que vuelva a lo antiguo.
     Don Manuel Machado enciende otro cigarrillo, toma un lápiz, baja la frente y garrapatea en una cuartilla, se dispone a escribir su artículo semanal para Informaciones. José María y un servidor se despiden, con un murmullo, del poeta y su esposa.
     Que tiempos aquellos que se hablaba de toros sin mirar a ambos lados de la calle.

Aquilino Sánchez Nodal.

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