domingo, 26 de diciembre de 2010

EXTERMINIO / Por Domingo Delgado de la Cámara


EXTERMINIO

 Domingo Delgdo de la Cámara

Últimamente estoy muy ocupado y apenas tengo tiempo para escribir de toros. Tampoco me apetece mucho, esa es la verdad. Los resúmenes de fin de temporada y la palpitante actualidad me traen al fresco, no me interesan nada... Pero si hoy me sacudo la abulia y me pongo a escribir, es porque creo que estoy obligado a hacerlo porque existe un asunto gravísimo, ignorado por casi todos los medios de comunicación taurinos. Estoy hablando del exterminio ganadero que suponen las campañas de saneamiento veterinario.
 Creo que este es el problema más grave que tenemos planteado porque, si los saneamientos acaban con la materia prima, exterminando las ganaderías, resulta imposible el futuro de la fiesta. Alguien me tachará de catastrofista y dirá que no es para tanto. Algún otro dirá que el problema afecta a ganaderías podridas y en decadencia, que casi nada aportan ya a la fiesta... La mayoría no dirá nada: el problema no les interesa. Lo de estos individuos es fardar y dejarse ver por tendidos y callejones y, dentro de cien años, ¡todos calvos!
Señores: o tomamos conciencia del problema, o a la vuelta de muy pocos años podrían haber sucumbido muchísimas ganaderías. Y entonces ya será tarde. Sólo podremos lamentarnos.

Con gran tristeza, me enteré de la desaparición de la ganadería de Sánchez Cobaleda. Pero hace cuatro años le mataron media ganadería al mismísimo Victorino. Hace cuatro años también, fueron al matadero todas la vacas viejas de Pablo Romero. La ganadería se ha rehecho dejando para madres todas las becerras jóvenes sin tentar.
Podría poner algunos cuantos ejemplos más de tan desolador panorama. Nadie se libra de los saneamientos asesinos: ni las ganaderías modestas, ni las de postín. Es dramático pensar en el número de vacas madres que han terminado en el matadero. La pérdida genética es escalofriante. Y lo más sangrante: La mayoría de ellas estaban completamente sanas: existe un estudio de la Universidad de Murcia que demuestra la falsedad de los diagnósticos ¡hasta en un ochenta por ciento de los casos! Inenarrable...

¿De dónde viene todo este calvario? Viene de Europa. Son normas de la Unión Europea que se deben aplicar en España como estado miembro. Pero el legislador europeo estaba pensando en el paisano holandés o alemán que tiene una veintena de vacas frisonas en estabulación, y no pensaba en una ganadería extensiva de animales salvajes. También era una medida para hacer desaparecer el excedente de bovino que hay en Europa.
Pero mucha culpa tienen también los políticos españoles, eternamente acomplejados frente a Europa y, por tanto, incapaces de defender los intereses de España en Estrasburgo o Bruselas. El último eslabón de la cadena es el funcionario de turno, casi siempre insensible ante una realidad que ignora (algunas veces abiertamente antitaurino), dispuesto a hacer todo el daño posible.

Ahora que tanto se habla de biodiversidad, están dispuestos a cargarse unas razas bovinas centenarias y únicas en el mundo. Y, además, resulta que hay muchos más linces en Doñana que vacas de Miura o de Pablo Romero. ¿Porqué a los linces se los protege y a las vacas no? Es evidente que si el toro de lidia fuese norteamericano estaría protegidísimo, pero aquí...
¿Saben ustedes quienes contagian a las reses de lidia la mayoría de las enfermedades? Los jabalíes, los venados, los animales silvestres en general que, como silvestres que son, no es posible vacunarlos. ¿Porqué no eliminan a estos bichos? Porque los ecologistas pondrían el grito en el cielo y los políticos no se exponen. Por tanto puede una ganadería estar muy sana, pero en cualquier momento entran en un cercado unos jabalíes enfermos y te causan una ruina. Ya se sabe, las vacas pueden ser exterminadas, pero los que transmiten todas estas enfermedades son intocables.

Lo más surrealista de todo es que la mayoría de las enfermedades en cuestión han existido toda la vida y nunca ha pasado nada, porque no se transmiten al hombre. Por tanto, este exceso de celo sanitario carece de sentido. Yo estoy convencido de que hay una mano negra que, a además, es tremendamente inteligente: Con la excusa de la salud pública, actúa sin miramientos y sin oposición. Y además ataca a la raíz misma de la fiesta. Poco a poco y sin hacer ruido, la guadaña va cubriendo objetivos.
¿Qué se debe hacer? Primeramente una buena campaña que conciencie a los aficionados del problema. Los programas taurinos, en vez de hablar de las estupideces de costumbre, por una vez deberían hacer algo positivo, alertando a todos de esta tragedia. Y luego debe exigirse a los políticos una normativa específica para el toro de lidia. Es absurdo que se apliquen a las razas bravas las mismas normas que al ganado de abasto. Unas charolesas enfermas pueden ser inmediatamente reemplazadas por otras charolesas exactamente iguales, mientras que esas vega-villares de Sánchez Cobaleda, exterminadas la semana pasada, son irreemplazables.
Urge crear un banco genético amplio y completo, de semen y genoplasma con vistas al futuro. Para resucitar las razas que puedan desaparecer. Y, por último, hay que optar por vacunas y medicinas en vez de por la bala cautiva de un lóbrego matadero.

El día primero de Enero de 2013, se terminan las subvenciones europeas al vacuno español. Se acabarán las primas por vaca madre. Me felicito por ello, en el momento que se acabe la limosna, desde Europa no tendrán fuerza para imponer nada. Pero hay que actuar antes. Ya mismo. Mi admirado amigo Adolfo Rodríguez Montesinos dice que los ganaderos son los depositarios del toro de lidia, pero que el auténtico propietario es el pueblo español. Y es cierto. Por eso, todos debemos impedir que esos politicastros nos lo exterminen. Debemos legar a las próximas generaciones de españoles las mismas castas que nos dejaron nuestros mayores.   Como decía Hache hace ya muchos años: aficionados
¡A DEFENDERSE!

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