lunes, 1 de agosto de 2011

OCHO FENÓMENOS ASTRALES DE MIURA / Por Aquilino Sánchez Nodal

Luis Salcedo definió así al toro de Miura:
"largo como un tren, fino como el ámbar, con muy poca barriga, patas altas y firmes, de constitución robusta, nervioso, sin grasa superflua, poseedor de la elegancia del ante y del galgo, desbordante de vida, de agilidad, bravo, poderoso y hábil. Antonio Miura ha obtenido un tipo de toro conforme al fin al que lo destinaba...los miuras son bravos en general, poderosos y en su mayoría manejables. Los verdaderamente difíciles son una minoría, mucho menos abundantes que lo que pretende la torería"

  OCHO FENÓMENOS ASTRALES DE MIURA

 Aquilino Sánchez Nodal

     Madrid, 2 de Agosto de 2011
     Resultó ser el miedo que rodea una ganadería, lo que la convierte en leyenda. En su comienzo solo era el desafío de un soñador, don Juan Miura quien quería consolidar y mejorar sus toros con reses de doña Jerónima Nuñez de Prado, viuda de Cabrera y la inestimable aportación de sementales de don José Arias de Saavedra, Vistahermosa. Los acontecimientos se conjuraron para conseguir de los toros de Miura fueran los más imponentes y los de más arrobas. A la muerte del patriarca, don Juan, su viuda se encarga de conservar la ganadería hasta que la muerte la obliga a dejarla en manos de su hijo, don Antonio Miura … El resultado, ya lo conocemos los aficionados. Estos toros han recorrido una enorme ruta desde el más allá. Comentemos su trayectoria por la línea maestra que ha marcado su fama, la muerte. 

        Hasta estos momentos el viaje termina con la última víctima, la octava. El más famoso matador de su época, el más conocido por ser el más cercano en el espacio y en el tiempo y el más fácil de entender por la inagotable aportación documental de su historia impar, Manuel Rodríguez “Manolete”. La cronología es la siguiente:

     El primer torero muerto por un Miura, del que tenemos referencia fue, José Rodríguez “Pepete”, hermano del abuelo de Manuel Rodríguez, en la plaza de toros de Madrid, el día 20 de abril de 1.862. El toro se llamaba, “Jocinero”. La cornada resultó mortal en el acto ya que “Pepete” murió a los tres minutos de recibirla. Este suceso abrió una acalorada polémica al achacar al color negro de la Divisa la mala suerte del matador.

     El día 23 de Mayo de 1.875, en la plaza de toros de Madrid, un modesto banderillero valenciano, Mariano Canet, pasa a figurar en esta terrible lista. Ese mismo año, otro sencillo torero, puntillero, muere de una cornada en el estómago propinada por una vaca de nombre, “Beata”, cuando trataba de apuntillarla en la finca de Zahariche.

     En la última década del Siglo XIX, en plena competencia cordobesa entre, Manuel García “El Espartero” y Rafael Guerra “Guerrita”, de nuevo en Madrid, el 27 de mayo de 1.894, al entrar a matar, como siempre recto y en corto a su primer toro, de nombre “Perdigón”, “El Espartero” resultó enganchado sin consecuencias en un primer intento. En el segundo, gran estocada pero … “Perdigón” lo enganchó por el vientre, volteó al torero sobre su pitón, el toro rodó sin puntilla “El Espartero” también caía hecho un ovillo junto a “Perdigón”. En brazos de sus compañeros pasó a la enfermería en donde fallecía quince minutos después. La noticia conmovió toda Sevilla.

     Un diestro madrileño de nombre, Domingo del Campo “Dominguín, era muerto en Barcelona por un Miura, el día 7 de Octubre de 1.900. El toro se llamaba, “Desertor” aunque, en el libro de ganaderías figuraba “Relator”.

     Pasaron siete años hasta una nueva hazaña miureña. Sucedió el día 18 de Agosto de 1.907, en Sanlucar de Barrameda. El novillero sevillano, Faustino Posadas, moría a consecuencia de una cornada en el cuello propinada por “Agujero”, en cogida que impresionó a todo el público. Posadas anduvo unos momentos por el ruedo, hasta que al fin pasó a la enfermería en donde expiraba a las diez de la noche del mismo día.

     En la plaza de toros de Écija torean tres novilleros, uno sevillano, “Palmeño II”, otro mejicano, Alberto Balderas y el local, Pedro Carreño, el 21 de Mayo de 1.930. El tercer Miura de la tarde engancha a Carreño, la cogida no es grave, nadie la da importancia, sin embargo, la pérdida de sangre hace que el diestro se desmaye. En su casa, a los cuatro días Pedro Carreño pasó a la otra vida.

     Llegamos al octavo pasajero de la afamada Divisa. Habían pasado diecisiete años de aquella cornada y diez en la vida profesional del matador de toros, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, con muchos Miuras estoqueados en todas las plazas de España. La estadística no amedrentaba al maestro, ni rehuía esa ganadería a pesar de estar en la plenitud de su gloria taurina profesional y conocer la terrible historia que la acompañaba. El destino esperaba a “Manolete” en una plaza de pueblo sin importancia y anodina hasta aquel impensable suceso, la de Linares. El día 28 de Agosto, onomástica de San Agustín, el toro “Islero” cornea al más importante torero de toda la historia moderna al entrar a matar. En situación parecida a la de “El Espartero”, hombre y toro pierden la vida y entran en la supernova de los grandes fenómenos del toreo para perpetuación y gloria de la Fiesta Nacional.

-         “Esta función española
que corre de prole en prole,
no hay madre que lo abole.
No habrá gobierno que la abola”

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