lunes, 29 de agosto de 2011

¡Ya los vi en Bilbao! (2011) / Pedro Javier Cáceres

Enrique Ponce con un toro de Alcurrucén

¡Ya los vi en Bilbao! (2011)

Pedro Javier Cáceres
Bilbao, 28 de Agosto de 2011.-
Sin quitar ni un matiz de importancia a cómo “fija” la feria de abril -en Sevilla- el escalafón, cómo “brilla”, o se va a negro, en San Isidro; es Bilbao quien le da “esplendor” o evidencia sus carencias.

Bilbao es la última de las tres grandes evaluaciones del curso con lo que ello significa y en su condensación de una semana tiene su mayor activo respecto de Sevilla y Madrid: la selectividad previa que luego supone la criba.

Un “corte” a pasar para que en teoría sea el toro el que ponga a cada uno en su sitio.
Teoría que transgrede generalmente la crítica, tan adocenada y anclada en tópicos que sirven de coartada al llamado “sistema” para seguir operando al servicio de los intereses creados que conforman el lado más oscuro de este espectáculo: la endogamia.
Así un espectáculo grandioso no tiene ventana al exterior, su realidad no la recibe el público y tiene como consecuencia su insuficiente asistencia.

En Bilbao ha salido el TORO, con mayúsculas.
La imponente presentación y seriedad con las que generalmente han salido todas las corridas, no ha estado reñida con igualdad de encierros y respeto a las hechuras propias del encaste.

En 42 toros, lógico, ha habido de todo en cuanto a comportamiento; pero generalmente bajo las señas de identidad que definen a esta raza: la casta. Más noble o más abrupta, con mayor o menor fuerza, gran entrega o mayor reserva; más fáciles de torear, más complicados para lidiar, con peligros sordo o “pregonao”.

Grandes corridas las de Núñez del Cuvillo y Alcurrucén. Me da igual quien se lleve el “azulejo”, por mí las dos. Importante por su variedad de comportamiento la de El Pilar con, al menos, dos toros de premio; como los que más.

Y las tres, de “Bilbao”; como la imponente de Fuente Ymbro.

Gran toro el primero de Fuente Ymbro, con otros dos encastados y tres de cara o cruz, donde César Jiménez se arrugó y Tejela no apostó. Sí lo hizo Urdiales.

La de Jandilla, muy seria por delante compensó un menor cuajo y remate. “Complicada” (se ha titulado profusamente). ¡Oiga!, “descomplíquela” usted; principalmente Juli, la figura, y Talavante, el proyecto.
Tarde en que, aun cumpliendo con dignidad, no se entendió la precipitación de alternativa para Jiménez Fortes, cuando apenas había salido del anonimato hace unos meses en Madrid y tenía una muy bonita temporada como novillero para consolidarse y hacerse matador de toros con campaña por delante, lo que ahora va a ser muy prolijo.

Bajó, por desigualdad de trapío, hechuras y comportamiento la de Victoriano del Río (debutante), pero dejó la firma con dos toros más que notables.

Y la de Victorino en Victorino. De todo, como en botica, pero no dejó indiferente a nadie. Con el bueno y con el malo, siempre emoción. Otra buena corrida de toros.

La de Miura una caricatura, pero fue en el previo.

Toros todos para dar una medida de responsabilidad torera: para mostrar ambición sin límites entre las grandes figuras actuales y “reventarse” unos a otros; o jugársela en Bilbao, emergentes, meritorios o adocenados, para salir de las zonas calientes o templadas y proyectar ser alternativa de poder a futuro inmediato.

Pocos toreros han sido capaces de superar el corte y los que lo han hecho no han pasado de suficientes.
Como mucho notable en algún parcial, los del doblete, que en la media no supera el aprobado alto: por estar por debajo de sus toros, por faltar rotundidad al trasteo, o por conformarse con cortar la oreja de mantenimiento de crédito a un toro de “cortijo”, ¡vamos! cayéndosele las orejas…las dos.

En los diferentes supuestos apuntados este ha sido el negociado en el que han superado el trámite sellando, sin más, con una oreja cortada en el ciclo, su cartilla de figura a su paso por Bilbao.
Lo que muchos proclamarán como triunfadores: es el caso de Ponce, Manzanares, El Cid, que cortaron su oreja.
Otros se quedaron en puertas por fas o nefas sin cortar trofeo pero con la misma sensación de ambigüedad a la hora de definir su paso por Bilbao.

¿Estuvieron mal?, no. Incluso en algún toro bien o “un puntito por arriba” de bien, pero ¿ y qué?: Perera, Castella, El Juli…Talavante.

Los “especialistas” de Miura, y Victorino en buenos profesionales. Padilla, en las dos, con oficio y solvencia; le arrancó la oreja al de Victorino, a puro huevo. Rafaelillo con arrojo y el debutante Velasco cumplidor con los miuras.
Mérito de Bolívar sin terminar de cuajar el importante sexto de Victorino y una oreja como premio a la estocada de la feria en el tercero, de las pocas cabales.
Urdiales con oficio para resolver en el malo y maduro, clásico y puesto con el que dio alguna opción, las justas, para realizar una de los mejores trasteos de la feria, de premio gordo, malogrado con la espada.
Como la buena tarde con Fuente Ymbro; estimada por el aficionado, sí, pero el público no, en la medida de no pedirle una merecida oreja.

Así las cosas afición y público han disfrutado con David Mora, que actuó dos tardes sin estar anunciado previamente, y que quizá haya sido el más regular en mantener el interés de los tendidos en feria que pudo salir en triunfador con más premio que el de una oreja, de no ser por la espada.

Ha sido, para los lugareños, y para algunos escépticos anclados en la exclusivización del G-10 como único motor del toreo, una brizna de aire fresco en ambiente tan viciado.
El faro que ha guiado la ilusión con la que se acogió, cuando se supo, su presencia la segunda tarde, y la esperanza y ganas de volver a ver conscientes que es un torero en formación como figura y que hay toros, como su último (de Alcurrucén), donde no termine de acoplarse, concediéndole el beneficio de la duda y el premio a su torería y entrega durante toda la feria…Y cabeza.
Sólo con “cabeza” se puede cortar la oreja del otro “Alcurrucén”, lo que le da un plus de mérito, tanto que la oreja la cortó sin sonar la música previamente.

El gran ambiente creado en torno a la figura de David Mora es de aplicación para Daniel Luque: espléndido de capacidad, ambición, garra, responsabilidad y sentido de la ubicación: estaba en Bilbao.

Todo lo comentado obedece a lo convencional de esta feria que estará marcada por la excepcionalidad de la actuación de Morante, sus dos orejas y el gran toro de Núñez del Cuvillo.
Pero su análisis tanto taurino como “psicosocial” nos llevaría a hacer un tratado.
Tanto que la secuencia de los hechos y la acusada personalidad bipolar de Morante no solo produjeron el delirio en el público, la histeria en la “morantosis” y el contagio al palco.
También provocó que parte de la crítica afloraran el “gran pedorro” que más de uno lleva dentro en titulares y crónicas que creían aspirar al “Aleixandre” y se han quedado en Corín Tellado.

Una, dos y tres…conclusiones:

1. Que figuras y no figuras, salvo las excepciones que confirman la regla, acusaron que no ven “un TORO”; algunos desde mayo-junio, otros desde Pamplona.

2. Que el pegapasismo se ha adueñado de la tauromaquia actual de forma obsesiva, obviando el sentido de la lidia.
El toro, si es bravo -o al menos encastado- no es de por sí obediente ni se le ha dado “pizarra” en los corrales para que embista así o “asao”.

Para ello está la lidia, ganarles la voluntad, educarles. Al que no se deja “leña” (toreramente) y al que va rompiendo darle su sitio y su trato.

Se han ido muchos toros sin testar adecuadamente su condición.

Dos ejemplos de lidia:
Morante y el gran toro de Cuvillo.
Queriendo o no, para tirarle primero y que lo devolvieran o para torearlo después cuando el animal puso el “semáforo” en verde. El tercer puyazo —una vez cambiado el tercio y dejando en cuarentena la decisión del presidente- fue fundamental; bien para pararlo o para depurar su octanaje. Y posteriormente, en el mismo sentido, el uso profuso del castigo por abajo (sin tocar tela, importante). Luego pasó lo que pasó, afortunadamente: el suceso de la feria.

Otro, en sentido contrario: Ponce con el transparente toro de Alcurrucén.
La construcción y medida de una faena, cuya dosificación pudo hacer supiera a poco su conjunto por la generosidad de un maestro para ir a favor del toro, incluso a que este brille por encima de su maciza (a la vez que orfebre) labor.

3. A la desgracia de la suerte de varas le está echando el aliento en el cogote la de matar.
No ha habido una sola estocada, salvo la de Bolívar a su primer Victorino, y muy pocas más ¿Padilla? para debatir jurados en pos de premio.
Si cierto es que algunas orejas se han perdido por pinchar, pues ¡coño! que lo maten. Pero tampoco es mentira que otras se han cortado o se han pedido por espadazos eficaces y de ejecución habilidosa…o con “tranquillo cogido”; bien al encuentro o encontronazo (“recibir” es otra cosa), o en escorzo ( lo lógico es que se vaya atrás y quede ladeada), o al ¡allá voy!...
Si hay suerte “La Purísma”, si con barbas “San Antón”.

En esta tauromaquia moderna de hoy “todo vale p’al convento”.

Los Flecos a pie de pagina

Una Semana Grande con irregularidad de asistencia, bajo el denominador común de lo previsible.

No hay billetes el jueves con el cartel estrella: Juli, Ponce, Perera.

Excelentes entradas el sábado y el martes: las tardes de Manzanares y las de Morante, David Mora, Cid y Castella.

Se esperaba más el viernes grande, donde las devoluciones hicieron estragos. Más con la picaresca consustancial a Bilbao donde muchas entradas son atenciones y regalos de familiares y empresas y que el agraciado prefiere “el crudo” al “refinado”.
Así pasó el lunes, pero tampoco se esperaba mucho más.

Hoy, domingo, buena entrada a pesar de ser final de Semana Grande y coincidir su comienzo con el final del partido del Atleti.

Preocupante la del miércoles con Juli, Talavante y la alternativa de Fortes, si no fuera por la atenuante de la adversa climatología que se entiende retrajo a esos 2.000 espectadores de última hora.

Y un apunte final

Si Bilbao rinde culto al toro con escrupulosidad y orgullo,
Cuando pasa una feria como ésta, posiblemente la mejor
de la temporada, en cuanto al toro se refiere ¿cómo es
posible que no haya habido ni una sola vuelta al ruedo
para alguno de los muchos ejemplares que han estado
muy por encima de sus matadores, y a alguno de estos
premiados con trofeo?
Se equivocan aquellos que crean que premiando al toro
se pierde rigor y seriedad.
Todo lo contrario son sus señas de identidad.
****
El Imparcial.es

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