miércoles, 29 de junio de 2011

Otis Redding, sentado en el muelle de la vida

A pesar de su muerte prematura con 26 años, el artista fue uno de los grandes de la música soul


Otis Redding, sentado en el muelle de la vida

  Lucíamos el palmito la semana pasada por Mississippi, en compañía de Sam Cooke. Y, con la que está cayendo, pues no apetece irse demasiado lejos. Así que ponemos rumbo al este, camino de Georgia, porque allí nació bajo el signo de Virgo, el 9 de septiembre de 1941, Otis Redding. Si Cooke es considerado el padre del soul, Otis es, por lo menos, su tío carnal. Aunque su corta vida (murió en 1967 en un accidente de aviación) impidió que su carrera llegara a cimas aún más altas. No sólo cantó la música negra con una visceralidad, un sentimiento y una carnalidad que te hace arder las entrañas, sino que, cosa bastante rara en el género y al igual que Sam, el propio Otis componía buena parte de su repertorio, y es más sus últimas grabaciones, como el exitazo póstumo «Sentado en el muelle de la bahía» («Sittin’on the dock of the bay») apuntaba nuevos riesgos, sonoridades y registros dentro de lo que a él le gustaba llamar folk-soul.

Verano del amor

Redding también fue bastante activo en la lucha por los Derechos Civiles, y hasta a los hippies y su verano del amor (sobre todo desde el Festival de Monterey) este negro georgiano les hacía algo más que tilín. Cuando murio, Otis estaba en camino de conseguir nuevas audiencias, audiencias que ya no se iban a ceñir solo al público negro, sino a las listas de pop en general. De hecho, en alguna de sus actuaciones, la integración entre jóvenes blancos y negros al son de lo que Otis Redding les manda en forma de tensión sexual y vital desde el escenario (como en el «Satisfaction» de los Stones) es digna de verse y señal inequívoca de que lo que no pueda conseguir la buena música popular es difiícil que alguien lo pueda hacer.
Han pasado más de cuarenta años desde su muerte, pero su manera de cantar, su música y su actitud sigien siendo una brasa al rojo vivo. Otis, sentado para siempre en el muelle de la bahía, sentado para siempre en el muelle de la vida.

 ABC

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