lunes, 21 de diciembre de 2009

MÉJICO, LA SÉPTIMA: LOS BERRINCHES TAURINOS DEL TÍO VINAGRES

LOS RICOS TAMBIÉN LLORAN...
Plaza Monumental de Méjico
Berrinches taurinos del tío Vinagres
Bajo este seudónimo escribe Gabriel Lecumberri
Veinte de diciembre del 2009
Los ricos también lloran. Lloramos, dijo el otro, pero de horror y de aburrimiento y de frío en algunas tardes en la plazota, como ésta de hoy, en la que la empresa nos sopló un cartelito como para acabar con la afición del más necio de los partidarios del toro.
Veamos si no: con un encierro queretano de Julián Hamdan, presenciamos la confirmación de alternativa de Daniel Luque, que por más buen torero que sea, en su casa lo conocen, porque lo que es aquí no se ha visto ni en los microbuses ni en el Hola, con Guillermo Capetillo de padrino, a años luz del rabo de Gallero y con varios petardos enfilados en el curriculum, sin albur, y luego con el Pulquitos de testigo.
Dígame usted si no es como para guardarse en casa, echarse en el sofá y mirar otra cosa. Y como casi siempre sucede que cuando algo es amarillo, tiene pico de pato y hace como pato, resulta al final que sí es pato, pues la corridita salió de bostezo grande.
¿La corría der Jamdán? Mire uzté, ni fún, ni fán.
¿Capetiyo? Miedosiyo.
¿Angelino?Pueblerino.
¿Y qué ha hesho er ezpañó? Pué zalió y ze agomitó.
Con una imprudencia que rayó en el desprecio se bajó Luque del aeroplano de Iberia, se dirigió en un libre hacia Insurgentes, se apretó los machos por el camino e hizo el paseo para vérselas en primera instancia con Sangrenueva, un toro negro, cornivuelto y débil, sin mucha clase, pero que pasaba y dejaba estar, y con el que el diestro hispano no pudo acoplarse nunca.
Tras algunos muletazos de buena factura y otros de no tanto, intentó el ibero en algún momento de la faena su famoso numerito del cambio de muleta por la espalda, sin estoque, que en otras circunstancias o en otras manos hubiese salido bien, pero que en la tarde del debut en México le resultó atropelladito. A ése lo despachó con una entera trasera, para salir al tercio.
En segundo término enfrentó a Julián, un cárdeno cornipaso noblote, bueno y repetidor, que se fue inédito pues su matador, ya con dos horas y veintitrés minutos de aclimatación en territorio nacional, padeció durante su lidia un ataque súbito de mareos y sofocones, y se fue a echar las tripas detrás del burladero de matadores, dejándolo del asco y con riesgo de que algún peón en apuros, tratando de guarecerse, patinara con funestas consecuencias.
Regresó a la cara del toro pálido, ojeroso, cansado y sin ilusiones, para zumbarle al bicho cuatro pinchazos cuatro, y una entera que bastó.
Al hijo de Verónica Castro le tocó el berrendo aparejado cornidelantero Pijul, nombrecito cuya significancia no queremos averiguar, aunque la sospechamos, que salió debilucho como niño de hospicio venezolano, y que a pesar de ello y a instancias de su matador recibió una segunda vara.
Tras un quitecito de Angelino y pasado el segundo tercio, Capetillo continuó en la muleta con el bailoteo que había iniciado desde el capote y mató al toro de un pinchazo, una ración de tres cuartos y tres descabellos que no hicieron mella, aunque Pijul, cooperador, se echó solito tras oír el segundo aviso, colaborando con el artista del Canal de las Estrellas, que se retiró entre abucheos.
Cuarenta minutos después, impávido ante la crítica amarga de los presentes, Guillermo salió a recibir a Conelcorazón, que así se llamó el toro, os lo juro, no manchéis, un entrepelado listón y delantero de cuerna, que fue corto desde el principio. Con él, el torero y actor continuó por donde había iniciado, le dio un pinchazo y otra de tres cuartos, escuchando un aviso y la segunda bronca de la tarde.
El Pulquitos por lo menos estuvo voluntarioso. Mató a Purafé, entrepelado delantero y debilísimo, como varios de sus hermanos, que además tuvo la gracia de echar la cara arriba en banderillas, estropeando los esfuerzos de Angelino.
A ese bicho lo mandó a ultratumba el torero de una entera. Y tocó a difuntos la actuación de José Luis con Buenavibra, ya no vamos a decir nada del nombre, el mejor presentado del encierro, negro y bien puesto que tuvo un poquito más de motor.
En banderillas, el tlaxcalteca le colocó tres pares y medio y luego tomó la tela para hacerle una faena deshilvanada, pero jaleada por los ateridos presentes, para en seguida meterle una entera y cortarle una orejita ratonera. De bostezo.

Fuente: Cortesía de José María Moreno Bermejo


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