jueves, 14 de julio de 2011

Momenticos de San Fermín / Andrés Amorós

El Cid intenta zafarse del primer toro de El Pilar, que le propinó un duro arreón

Momenticos de San Fermín

-Momenticos» es una expresión que usan los pamploneses para reivindicar, en su Fiesta, aspectos entrañables, algo ocultos por el ruido de la charanga-

 Andrés Amorós / Pamplona
 
ABC / Día 14/07/2011
Los toros del Pilar lucen seria presentación pero juego decepcionante: el primero, manso peligroso, se lleva por delante al Cid. Los demás, nobles, flojos, parados, apagados... El Fandi sólo brilla en banderillas; Luque, en algunos muletazos sueltos. Tarde gris en el cielo y en el ruedo. Ha llovido y bajado la temperatura; todos llevamos jersey o cazadora roja; asoma ya un horizonte de melancolía por el final de la Fiesta.

«Momenticos» es una expresión que usan los pamploneses para reivindicar, en su Fiesta, aspectos entrañables, algo ocultos por el ruido de la charanga. Todos podemos disfrutarlos. Por ejemplo, éstos: en el ruedo de la Plaza, un niño torea a su abuelo, que hace de toro para el capotillo de su nieto. En el Paseo de Sarasate, los mayores se entusiasman escuchando jotas, como ese «Yo te daré», que tanto le gustó a Shostakovich. En San Lorenzo, mucha gente hace cola para ver al «moreno», como llaman a San Fermín «los de confianza». A la salida, siguen vendiendo las ristras de ajos que encantaron, hace años, a Antonio Díaz-Cañabate. En la Plaza de San José, junto a la Catedral, en una sombra y silencio deliciosos, una pareja forcejea porque intenta leer a la vez el mismo periódico. En el Casco Antiguo, un cantante callejero entona «El relicario»: «Un día de San Eugenio...» En medio del barullo nocturno, veo un cartel en una iglesia: «Adoración Perpetua al Santísimo». Entro: está casi llena. En la Comparsa, «Caravinagre» persigue a los niños, que le desafían: «Kiliki, kiliki, con el palo no, con la verga sí». Junto al Museo, una pareja «hace la estatua», como algunos toreros: no sé si se están dando un beso o si, juntos, se han quedado dormidos... Momenticos.

El primer toro del Cid huye claramente a chiqueros, embiste con oleadas de manso. El diestro, lógicamente, no lo ve claro. Sufre un achuchón y corta la faena pero no acierta al matar. Después del cuarto pinchazo, en un inesperado arreón, el toro se lo lleva por delante. No parece herido pero sí dolorido y muy enfadado.

Se cambia el orden de lidia en la segunda parte: sale de la enfermería El Cid para torear al cuarto en quinto lugar: con ganas, dibuja buenas verónicas. En varas, le pega demasiado Manuel Jesús Ruiz, el toro se apaga. Los buenos muletazos carecen de emoción porque el animal se ha parado por completo. Insiste El Cid pero sin fruto: una tarde que no recordará con agrado.

De «Resistor» a «Resistón»

Una letra separa sólo al nombre de los dos toros del Fandi: de «Resistor» a «Resistón». El primero sale codicioso, transmite. Brilla Fandila con el capote (larga, verónicas, chicuelinas) y en las banderillas, ganándole bien la cara. El toro repite, es noble pero tardea. La faena se diluye entre vueltas y efectismos. Mata con facilidad.

Su segundo toro es el famoso «Resistón» que ha corrido como una bala en el encierro, todavía más que el «Denunciante» del otro día: un precioso castaño, noble pero muy justo de fuerzas. Banderillea con facilidad David, demuestra que corre más que el toro. En la muleta, el toro se para, no le deja estar a gusto: una porfía sin brillo. Buscamos todos el chiste fácil: «Resistón» ha resistido demasiado poco.

El tercero, «Huracán», no llega ni a brisa: flojea, no repite, se apaga; la embestida es cansina, no dice nada. Luque da muletazos uno a uno, sin posible emoción. Mata desprendido, alargando la mano.

El último es un manso huido que intenta saltar. Logra Luque alguna buena verónica pero el toro aguanta sólo una tanda de derechazos. Faena ligerita, con vueltas y pases del desprecio. Vuelve a matar mal.

Mi vecino, de Nimes, me da el resumen: «Toros con pitones, sin motor ni fuerza. Pura fachada». ¿Serán así los de la reaparición de José Tomás? Menos mal —me consuelo— que, en San Fermín, hay otros momenticos.

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