viernes, 4 de junio de 2010

MADRID, 5ª DE ANIVERSARIO.-RECUERDO A PACO CAMINO / Por Domingo Delgado de la Cámara


---José Antonio del Moral--
EL QUITE DE DOMINGO
Por Domingo Delgado de la Cámara
Recuerdo de Paco Camino
05.06.2010
Ayer se cumplieron los cuarenta años de aquella Beneficencia que toreó Paco Camino en solitario. El Caudillo dijo que era la mejor corrida que había visto en toda su vida. Probablemente fue el mejor festejo que se ha celebrado nunca en la plaza de toros de Madrid. Su protagonista fue un superdotado que aquella tarde y frente a siete toros (regaló el sobrero), desplegó toda su sapiencia, su valor y su gracia. Paco Camino ha sido uno de los diestros más perfectos y completos de la historia del toreo y aquella tarde fue la culminación de tan gloriosa trayectoria. En el Aula Polivalente de las Ventas se están exhibiendo el vestido grana y oro que usó aquella tarde y las cabezas de los siete toros lidiados. Auténticas reliquias sagradas. Contemplarlas me ha conmovido porque Paco Camino, junto a Enrique Ponce, son los toreros que más me han gustado.

Por cierto, las cabezas son mínimas en comparación con las cabezotas de ahora. El toro ha crecido una barbaridad en estos cuarenta años. Lo malo es que en el camino se han ido dejando la casta y la fuerza. Aquél torito embestía rápido y fuerte, y en el sanatorio de toreros de la Calle Bocángel se ponía el no hay billetes todos los veranos y había que habilitar camas hasta en los pasillos. La gesta de Camino sigue sin igualarse: nadie ha cortado en una sola tarde ocho orejas en las Ventas. Vaya desde aquí mi enhorabuena al maestro Camino.
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El cartel de anteayer era estupefaciente, pero el de ayer, peor aún. Para pasar la tarde en el Retiro en compañía de una buena moza y no en las Ventas en compañía de Fausto... Ver corridas como estas es un ejercicio de masoquismo. Será que somos masocas.

El combinado de Torrealta, La Palmosilla y Moisés Fraile, anduvo muy bajo de raza y de fuerza, pero fue un conjunto noble y fácil. Para haber estado mucho mejor de lo que estuvieron los púgiles. ¿Qué pelo tenía el primer toro? Desde luego no era flor de gamón como decía el programa. Siempre que Rodríguez Montesinos no diga otra cosa, este Torrealta era jabonero, bragao, meano, salpicao. Se dejó torear, como también el cuarto de la Palmosilla. Sin gran clase, pero yendo y viniendo. Rafaelillo dio un recital de mantazos rapidísimos y mandando al toro a Manuel Becerra en un viaje, y a la M-30 en el siguiente. Es un torero de nula clase que cumple dignamente con el toro morucho. Pero cuando hay que torear despacio y con gusto, su ratoneo no funciona. Por su propio bien no debería salir de los carteles del toro chungo. Si este torero ha sido el triunfador de San Isidro, imagínense como está el patio y qué San Isidro hemos padecido... Si este torero es de los favoritos en Madrid, el hecho demuestra fehacientemente la degradación del público de las Ventas.

Pero bastante peor que Rafaelillo estuvo Matías Tejela, quien, además, se llevó lo más potable de la corrida. Al de La Palmosilla, con clase pero flojo, lo aburrió a base de mantazos vertiginosos. El de Moisés Fraile duró poco, pero fue muy bueno mientras duró. Tejela se puso encimista en la oreja del toro, ahogando la embestida y arruinando la faena. Es evidente que el problema no es de toros, sino de toreros. Casi todos los toreros de las clases media y modesta que han comparecido en San Isidro, han tenido toros de éxito gordo. Ninguno ha sido capaz de aprovechar la ocasión que se les brindaba. El escalafón no se ha movido un ápice.

Y ¿quien ha sido, entonces, el auténtico triunfador de la feria? Enrique Ponce, no compareciendo en ella. Tal y como está el panorama, el valenciano puede durar otros veinte años tan tranquilo.

Sería injusto meter a El Fandi en el mismo saco que a sus compañeros de cartel. Lo único que hizo mal fue un primer tercio de banderillas de pares desajustados y muy a cabeza pasada. Pero estuvo variado y pinturero con el capote, y pulcro y templado con la muleta. Toreó con suavidad a un Torrealta muy parado, y a uno de la Palmosilla rayano en la invalidez. Con la pañosa hacía tiempo que no se le veía tan centrado y despacioso. Si estuvieron hostigándole toda la tarde, fue por el apego a los tópicos rancios que cultivan los malos aficionados venteños. Pero El Fandi estuvo por encima del peor lote, y muy por encima también de sus compañeros de terna. A la mayoría le gustó lo que hizo. Normal: fue el único que adecentó un poco un coñazo de corrida.

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