martes, 22 de junio de 2010

Elena de Borbón, Suprema Torera / Por Ricardo Díaz-Manresa


Elena de Borbón, Suprema Torera.
Por Ricardo Díaz-Manresa
22/06/2010

En la boda de la Princesa Victoria de Suecia, con todos los ojos informativos del mundo puestos en el acontecimiento, Elena, nuestra brava y popular Infanta Elena de Borbón, se vistió de torera.
Exhibió el vestido más original de todos :
chaquetilla de traje de luces, redecilla goyesca en el pelo y modelo simulando un capote de brega.
Elegante y orgullosa, un fuerte olé para nuestra Infanta Torera. Muchas gracias de toda la afición.
Cuando se siente el toreo, siempre se nota. Y Elena de Borbón es torera de los pies a la cabeza. Con toda su alma. Heredó la afición de su padre, don Juan Carlos, que a la vez lo hizo de su madre, doña María de las Mercedes, siempre aficionada, siempre en las plazas de toros, siempre disfrutando del toreo. Elena se miró mucho en su abuela y ahora lleva la antorcha del toreo como representante de la Familia Real.
Lo ha demostrado –y bien, pero bien- en Estocolmo, en la boda de la princesa Victoria.
Se vistió de torera. Imposible ir más elegante y original. En todos los desfiles de modelos que hemos visto en tantos años, no cuajó nada que recordara al vestido de torear y mucho menos a sus utensilios. Quedaba fuera de lugar, cutre, exagerado, y hasta hortera. Pues bien, Elena de Borbón, como una Morante del toreo, Morante del Pueblo, se ha identificado son su pueblo, Elena del Pueblo, querida y popular, y se colocó un vestido con chaquetilla torera, preciosa, fina, elegante, un tocado goyesco para el pelo, la redecilla histórica, y un modelo que sugería un capote desplegado. Vaya conjunto. Vaya manera de reivindicar el toreo en tiempos difíciles. Vaya mensaje al mundo entero porque a ese mundo global llegaron las imágenes de la boda de la Princesa sueca.
A su madre, la Reina, no le gustan los toros. Los detesta y aborrece. Su hermana Cristina pasa. No se le ha visto en los toros ni antes ni después de Undargarin. Su hermano, el Heredero, va de compromiso, igual que su consorte Leticia. Su padre, el Rey, ha demostrado continuamente su afición y ha defendido el espectáculo como en su última aparición pública en la Maestranza sevillana, y tantas otras veces, e incluso el exyerno, Marichalar, se deja ver mucho en burladeros y tendidos.
Elena, como su abuela Mercedes, siempre ha estado orgullosa de ser aficionada y ha colocado a la Familia Real dentro de la médula más genuinamente popular española. Y ahora, este espaldarazo mundial echándole más valor que el Guerra y aceptando las críticas de los antitaurinos, supongo, y de algunos comentaristas masculinos, supongo, de la llamada tele de la basura, despeinados y sin afeitar, como si los hubieran levantando precipitadamente de la cama y, of course, defensores de todos los pobrecitos animales.
Pues bien, ante las pocas críticas , poquísimas, de los pobres chupatintas de la tele, sin profesionalidad, sin estudios y con los méritos de pertenecer a algunas de las sectas que pululan ya sea sexual, política, económica o de otros intereses inconfesables por bastardos, el aplauso para Elena de Borbón ha sido general. Es que iba tan segura y alegre como elegante. Y natural como una verónica de los ángeles del cielo.
Aguantó la supervisión de su madre, la mirada de su cuñada Leticia muy seria porque a la señora no le dio Dios el don de la simpatía sino el adverso de la arrogancia y, como siempre, la discreción de su hermana Cristina. A alguna de ellas quizá le molestó que se erigiera en la figura de la boda.
Yo, hasta el sábado, no sabía que el nombre de Elena significa Antorcha Resplandeciente, ni me acordaba que su hijo Constantino fue el que concedió la libertad a los cristianos después de tres siglos de persecución ni que fue la que descubrió la Cruz en la que Cristo fue crucificado. Incluso que fue repudiada por su marido, lo que aguantó estoicamente.
O sea, que Elena de Borbón tiene una brava santa de la que lleva el nombre. Me enteré el sábado porque, a la misma hora de la boda de Suecia, bautizaron a una sobrina-nieta mía, al que impusieron el nombre de Elena María y contaron la historia. Elena de Borbón me puso en bandeja el artículo y la pequeña Elena María la historia de la gran Antorcha Resplandeciente.
Gracias a Elena de Borbón y Grecia por su gran faena en Estocolmo.
Gracias por saber hacer lo que debe ser la Familia Real.
Gracias por defender el toreo.
Y gracias por recordar las obligaciones de la Zarzuela, tantas veces olvidadas en los últimos años, con todas las crisis de las crisis juntas.
Elena de Borbón, Suprema Torera.

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