viernes, 5 de febrero de 2010

"AVIDA DOLLARS" / Por José Ramón Márquez

Salvador Dalí


"AVIDA DOLLARS"

José Ramón Márquez

Me dijo este tiempo atrás, en una animada sobremesa, mi amigo, el aficionado C. A., que es de Pinto y residente en la Comunidad Valenciana:

-Venís poco por Valencia, pero como Simón Casas gane el concurso de la plaza, aún vais a venir menos.
¡Vaya profecía!

No sé cuál es la razón por la que en el mundillo todos le tememos cuan nublado al buen Simón, pero el hecho es que, si en alguna conversación de aficionados mientas su nombre, siempre hay más de uno que se persigna como un cura loco.
Simón habla. En Mundotoro dicen que dice:
-Como empresario tengo esperanzas de encontrar un sitio para José Tomás a lo largo de la temporada, aunque todo depende de él, ya que José Tomás es un dios y como tal, no se le ve.

Esto no sé si es una mala traducción del francés o que él no acaba de tener una buena precisión en su expresión en español, pero el caso es que no me entero muy bien de lo que quiere decir. Bueno, pillo bien lo del tal dios ése, que ya es cansino. Yo creo que si sus devotos quieren rendirle culto a este ídolo, la jaculatoria adecuada para el diosecillo, a Dios rogando y con el mazo dando, sería la misma de Salvador Dalí: ‘Avida dollars’. Amén.

Simón: yo creo que si le echas unos miles de euros a la bolsa, el diosecillo triste y enfadado se pone a tu servicio y se te presenta en Valencia, no diré con alegría, pero sí que irá con su troupe de Cuvis y con uno por delante y otro por detrás, que a él le gusta ir en medio. O sea, que ¡inténtalo, hombre! Échale bien de pasta para engrasarle y verás lo que pasa, sin que por ello incurras en pecado de simonía.

Para comparar la diferencia que hay entre los ídolos y el Dios verdadero remarquemos que hace unos dos mil años hubo otro Simón, que acompañó al verdadero Hijo de Dios y le vio muerto y resucitado. Constatemos a tal efecto el hecho de que no hay constancia de que Jesús cobrase por el Sermón de la Montaña ni por transformar el agua en vino durante las bodas de Canaan, ni de que entre los doce que le acompañaban hubiese, además de un traidor, un flautista.

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