martes, 15 de febrero de 2011

TOROS ALREDEDOR DE UNA FAROLA / Por Aquilino Sánchez Nodal


                          
  TOROS ALREDEDOR DE UNA FAROLA 

Por Aquilino Sánchez Nodal

     Este año, una vez más, celebramos la feria de San Blas y la Candelaria quizás sea la número cien desde que en esta fecha se visten de luces los toreros en España. Las formas motivos e intenciones han cambiado de forma sorprendente. En su principio absolutamente popular se enmarcaba en la plaza de la villa invernadero. La afluencia y  normativas trajeron la portátil del “Cerro de las Tres Chimeneas”. Muchos lustros después, la especulación y el mercantileo la trasladó aquel enorme mecano a la vera de la Ponderosa, anexionando un pretendido reclamo en forma de cañones terribles de aire caliente que atronaban los oídos y distraían a los espectadores. Por último los aficionados recibimos con aclamación la construcción de un coso confortable y protegido del viento helado, la lluvia y la nieve. Pero todo seguía igual en su parte artística y fue a mucho peor en la ganadera. La feria de Valdemorillo nunca ha sido el estribo desesperado para resurgir de cenizas taurinas de los parias del toreo. Muy al contrario, la idea original es la que se mantiene este esperpento debería ser para toreros noveles. La más clara demostración es el éxito de público y artístico de las novilladas con picadores que se programan. Los mediocres espectáculos para potenciar el abono siempre han sido un fracaso. Los toros en Valdemorillo son una excusa para acercarse al pueblo serrano unos amigos y disfrutar de la sobremesa. Con la modernidad está desapareciendo la naturalidad,  la gracia y el motivo para el que se creó, mucha fiesta, torero nuevo, toro grande y poca proyección.

     Érase una vez, hace mucho tiempo ya … En la plaza Mayor de Valdemorillo se inauguraba la temporada taurina de España con las fiestas de Santa Agüeda. Esos días, por la proximidad a la capital, el pueblo se convertía en un barrio castizo de Madrid con cantidad de forasteros que acudíamos al reclamo de los toros, el chuletón y el aguardiente. Los novilleros que tocaron en suerte este año de 1.945 eran dos chavales rebosantes de valor y ayunos de cualidades al no estar placeados, como todos los años, José Guerra y “Jerezano” serían los encargados de pasaportar los toros que se llevaban caminando a través de las calles del pueblo hasta un corral propiedad de un vecino zascandil que vivía en la misma plaza y servía de chiquero. Aquel invierno los novilleros se portaron con aseo. Soportaron capote en mano las escaramuzas de los mozos que cruzaban la plaza hasta eludir la embestida trepando a los balcones. Los toros eran de máxima peligrosidad, con muchas arrobas y un perchero al gusto del personal de pana y boina. Todo complicaba la lidia y para más … una farola en el centro del improvisado ruedo no facilitaba la labor de los toreros. Así las cosas el público se dedicaba a aplaudir lo poco que lo merecía y celebrar con risas, gritos y aclamaciones las grotescas situaciones que ocurrían constantemente a toreros y espontáneos que saltaban al ruedo ante la mirada sorprendida del toro. Cuando tras varios incidentes el novillero entraba a matar y se apuntillaba a la res, ¡el apoteosis! A falta de mulillas para arrastrarlo los mozos del pueblo, tan majos y tan brutos ellos, tiraban del toro hasta la carnicería. Lo hacía trozos y se repartía entre la vecindad.

     Aquella tarde interminable para los novilleros y para parte de la congelada concurrencia, entre el público, presenciaban el festejo, Morenito de Valencia, Mario Cabré, Parrao y Antoñete Iglesias, demostración del interés que despertaban entre los antiguos profesionales taurinos aquellos capeos.

     En la actualidad ha dejado de tener motivación. La fecha se adelanta en Ajalvir, ya no es la primera. Vista Alegre presenta su mascarada unos días después, Olivenza espera con unos carteles de figuras a la vuelta de la esquina y las grandes ferias comienzan la destrucción de ganaderías y toreros en busca del botín económico. 

     Valdemorillo necesita un cambio a sus orígenes, aunque sea en plaza cubierta, para volver a tener un atractivo diferente y ser la excusa para el “Chuletón”, el aguardiente y el toro de la alegría. De lo contrario, que eche el cierre y celebre su feria taurina patronal en agosto con carteles atractivos.

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