domingo, 18 de octubre de 2009

¿UN GRACIOSO? / POR BOCANEGRA

- El matador de toros Sebastian Castella en el festivalde Quito -

¿UN GRACIOSO?
Bocanegra

Madrid 18 Octubre 2009
Debe tener mucha gracia Sebastián Castella; por lo menos todos se la ríen y todos se la aplauden. Sus compañeros de escalafón, periodistas, aficionados, público en general – pasen y vean qué guapo está el francés - se rinden ante el gesto de gracia y donaire al vestir en festivales taurinos un ceñido y asolapado terno de calle, en vez del tradicional y reglamentario traje campero; indumentaria más propia de los rufianes de Irma la Dulce en el Pigalle parisino, que de un torero que respete el origen y tradición de su profesión, el uso y costumbres de los ritos de la Fiesta Nacional Española.

El sombrero de ala ancha se troca por un “borsalino” sobre la rayita que separa sus lacios cabellos, y bajo su nívea faz asoma, rodeando su fino cuello, el negro pañuelo que cubre el tímido destape que ofrece la distraída botonadura camisera.

Qué gracia tiene el francés. Pues nada, todos embelesados, y así plazas de Francia, América y España ven pisar sus arenas por los zapatitos de charol de Castella, desfilando junto al boto viril y campero que calzan otros toreros, y que asienten y consienten el irreverente atavío.
El término de liturgia taurina es sinónimo del uso y conservación en el toreo de sus ritos, formas, costumbres y tradición.
La vestimenta forma parte de este culto. De nada vale apelar a criterios de renovación, o corrientes vanguardistas o transgresoras, proclamadas por voces fenicias desde la televisión, y coreadas por los palmeros que, en su día, triunfaron respetando el decoro y buen gusto heredado de siglos de tauromaquia.

El traje campero lo integra la calzona y zahones de cuero, camisa de chorreras, chaquetilla corta, botos y sombrero cordobés de ala ancha.
En España su uso es obligatorio en festivales taurinos, como así queda establecido en el articulado que fija la clase de espectáculos autorizados en el Reglamento Nacional, el cual desarrolla una Ley del Parlamernto Español, y que dice así:

“Festivales: en los que se lidian reses despuntadas, utilizando los intervinientes traje campero. El desarrollo de los festivales se ajustará en lo demás a las normas que rijan la lidia de reses de idéntica edad en otros espectáculos”.


- Morante de la Puebla vestido "como Dios manda" en Quito -

El fundamento tradicional en el atuendo de los toreros, no exigiría hoy en día recurrir a la costumbre de Guerrita, o de Gallito, de vestir el traje corto en todo momento, hasta en la vida cotidiana. Ni tildar de “boticarios” a los que no lo hicieren, como así calificó Rafael Guerra a los niños del “Papa Negro” cuando le visitaron en su casa de Córdoba, ya retirado, para rendirle pleitesía.

Tampoco se puede pretender que vistieran como lo hizo “Manolete” el día que recibió el grandioso homenaje en “Lhardy”, del gran elenco de intelectuales que vestían de etiqueta. El torero cordobés se presentó luciendo el traje campero negro, camisa blanca con chorreras y botones de diamantes, capa española, y botines negros. Era ¡su traje de etiqueta! Según explicó él mismo.

Pero sí habría que recordar que la transgresión vanguardista que, con tanta simpatía se contempla, perpetra Sebastián Castella, supone una infracción a la norma legal y un claro desprecio a la tradición taurina y al resto de sus compañeros, que visten “como Dios manda”, como así habrá podido comprobar en el festival “benéfico” de la Alquerías, en los diestros que le acompañaron como “El Fandi”, “Manzanares o “Cayetano”.

El torero en la plaza despierta admiración y su bien ganada popularidad le dota en la calle de modelismo social. El aficionado anhela que los valores de la tauromaquia, y las virtudes de altruismo, gallardía, torería, y estilo de los toreros resulten ejemplares, como así suele ser.

- Sebastián Castella, en TV, ataviado con imagen del Ché Guevara -

¿Qué ejemplaridad causa vestir prendas con imágenes grabadas de conocidos personajes nefastos para la humanidad, o proclamarlos públicamente como ídolos de juventud?

No es de recibo que se pierdan las buenas formas en el toreo, y el torero que pretenda hacerlo habría que enseñárselas o, en todo caso, imponérselas.
A este paso, y por el empuje de los beneficios de la publicidad, cualquier día aparece alguno liado en un chándal de marca, y con un capote en el brazo.

Lo peor no es que esto ocurra, lo peor es que no pasaría nada.
¿Ha pasado algo con el francés?

¡Qué gracioso!

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