-Pepín Martín Vázquez- Pepín, un adelantado a su tiempo Lunes 28 de febrero de 2011 Se ha muerto Pepín en silencio, como había vivido desde que colgó el traje de luces a comienzos de los años cincuenta. Su figura debe ser recordada por la inmensidad de aportación al toreo. Fue un adelantado a su tiempo. Apenas tres temporadas en la cumbre estuvo Pepín, torero sevillano de la Macarena y máximo representante del toreo sevillano con Chicuelo, Pepe Luis y Manolo González. El menor de los hijos del legendario espada sevillano Curro Vázquez tuvo una carrera meteórica. Debutó con picadores en Barcelona el 27 de febrero de 1944 en una tarde triunfal. El camino hacia la alternativa resultó vertiginoso. Después de 34 novilladas, entre ellas la de su gran faena en Madrid a un novillo de Hoyo de la Gitana, tomó la alternativa en Barcelona el 3 de septiembre del mismo 1944 de manos de Domingo Ortega y con Pepe Luis Vázquez y Carlos Arruza de testigos. Ese mismo año aún sumó otras 13 corridas de toros en el que había comenzado siendo el año de su presentación con caballo. La temporada de 1945 fue gloriosa para el torero sevillano. Fue la estrella novedosa de la Feria de Sevilla. En Madrid, participó en cinco corridas, entre ellas la de su confirmación de alternativa. En 1946 toreó 51 corridas. El año 1947 comenzó con las mejores perspectivas para en torero nacido en la calle Resolana. Sin embargo, las cornadas frenaron a Pepín Martín Vázquez y le impidieron que tomara el mando de la Fiesta tras la muerte de Manolete. Entre sus percances, el que sufrió en Valdepeñas el 8 de agosto, la misma temporada de la tragedia de Linares, fue decisivo. Ese año de 1947, Pepín había sido el triunfador de la primera feria de San Isidro, y en la Beneficencia de Madrid, el 16 de julio, había cortado cuatro orejas en tarde compartida con Manolete. Las imágenes de sus faenas de ese día a dos toros de Bohórquez sirvieron para ilustrar la película Currito de la Cruz, que el torero protagonizó en 1948. Pepín Martín Vázquez fue un torero lleno de virtudes. En su toreo se fundían - a la par - el salero y el clasicismo, el valor y la armonía, la casta y la gracia torera. En cuanto a su estilo, José María de Cossío opina que, "toreaba excelentemente con la muleta y aun con un prurito de clasicismo que atenuaba su gracia auténtica, el ritmo alegre de su toreo. Cuajó muchas faenas memorables y especialmente en los años de su apogeo ocupó lugar en la primera fila de los matadores de su tiempo". Pepín era la gracia, el aroma, la sevillanía, la pinturería torera, pero también el valor y la casta. Era el detalle y el destello - heredado de Chicuelo y Pepe Luis Vázquez y precursor del de Manolo González -, pero también el pundonor, la arrogancia y la lidia total que iba desde el capote grácil a la armónica y florida muleta, que no estaba exenta ni de hondura ni de profundidad. Fue majestuoso su toreo a pies juntos, con una particular alegría en la leve carrera, con el acompañamiento alternativo de la voz, para citar en la verónica a pies juntos, en las chicuelinas apasionantes y en el natural netamente sevillano Y luego el toreo de adorno, alegrando aún más al burel, para dar el kikirikí, el molinete trianero, girando en la misma cara del toro; el pase de la firma, que creó Granero y que Chicuelo paseó por todos los ruedos del mundo. Pero la aportación más impactante de la tauromaquia de Pepín Martín Vázquez viene marcado por el lance de la gaonera y el pase por alto a pies juntos. Sin despreciar su magnífico toreo fundamental, la magia de su capote a la espalda elevaba el toreo de capa a las cumbres del arte. Su gaonera honda y mayestática, graciosa y serena, asumía las cualidades del más reconocido temple y cargaba la suerte en cada uno de los lances resultando ser verdaderas verónicas. El torero de La Resolana intentaba fundir en una sola pieza Sevilla y Córdoba, Chicuelo con Manolete, para poder llegar a torear como sólo comenzaron a hacerlo, una década más tarde, los mejores toreros de los años cincuenta. Pepín toreaba como los ángeles. Fue un adelantado a su tiempo. En plenos años cuarenta toreaba como se llegó a torear mucho después. Cuando contemplamos sus esplendorosas faenas, nos parecen de lo más actuales. Toreaba en el sitio y con la ligazón de Manolete, pero con otro acento, muy elegante, muy sencillo, muy clásico. Pepín Martín Vázquez pagó cara su clarividencia. En una galería de toreros ilustres debe figurar con todo merecimiento. Se ha muerto sin Medalla de Oro de las Bellas Artes, algo que al maestro de la calle Resolana nada le importaba, pero se ha muerto sin el reconocimiento de la propia afición, algo que a lo que el propio Pepín contribuyó al ausentarse de la vida pública. Era feliz en la tertulia de sus amigos en la Venta Pazos y jugando al dominó con ellos. Pero es una prueba más de cómo se trata a los grandes en España, especialmente a los que no medran ni se humillan ante nadie. | |
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lunes, 28 de febrero de 2011
Pepín, un adelantado a su tiempo / Por Carlos Crivell
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