miércoles, 27 de octubre de 2010

Libro «Mañana toreo en Linares» / Por François Zumbiehl

 
 
Antonio Astorga/ABC
François Zumbiehl se enfunda literariamente el traje de luces de Manolete con «Mañana toreo en Linares» (Bellatera), un épico y magistral relato sobre los sentimientos de un hombre antes del día en el que iba a morir...
—Conversando con Álvaro Domecq, que estuvo muy cerca de él, y con Pepe Luis Vázquez, un sabio del toreo, reconstruyo la personalidad y sensibilidad del gran maestro Manolete.
—¿El Sino de Manolete fue Lupe? (Tras la muerte de Manolete ella se casó en México con un abogado llamado Manuel Rodríguez. Lupe murió repentinamente de una hemorragia cerebral en Madrid en 1956 al atardecer a la hora en que salía a Las Ventas un novillo llamado «Islero»)
—Hay una pared de misterio. Lupe contó mucho en la vida de Manolete. Él se enfrentó por ella a su madre, doña Angustias, y al mundo taurino, que veían con ojos preocupados e inquietos esta pasión. Manolete no era muy mujeriego, pero Lupe fue la primera mujer que le inició física y afectivamente.
—¿No pensaba en ella antes de morir?
—Descarto que Manolete estuviera pensando en Lupe al entrar a matar a «Islero». Un torero, cuando está toreando, piensa en la temporada, y no creo que pueda tener los ojos fijos en la pasión amorosoa, y sí la mirada interior. Cuando el matador está en el ruedo no piensa en los ojos de la mujer. Manolete y Lupe Sino tuvieron un romance en México muy importante. Allí, él se libró de su entorno familiar y vivió lejos de su madre, que no aceptaba a Lupe.
—¿Por qué?
—Doña Angustias tenía un concepto muy severo de Lupe. Ella era una mujer bastante liberal para la época, y no la mujer que se queda en el hogar. No era gran figura del cine, pero sí era bella y liberal.
—¿Qué personalidad proyectaba el Califa?
—Manolete tenía una muy fuerte interioridad. Era poco comunicativo, aunque con sus amigos se mostraba muy desenfadado, y le gustaban las bromas.
—¿Timidez, tal vez?
—Sí. No le gustaba relacionarse con la gente. Era muy exigente consigo mismo y muy reflexivo cuando pensaba en su toreo.
—Al «monstruo» se le atacó por no haber toreado en su ciudad, Córdoba, el último año de su vida.
—Entonces ya toreaba poco, estaba un poco cansado. Le dolió muchísimo esa incomprensión.
—¿Recibió «puyazos» por su heterodoxia?
—Manolete es uno de los pilares del toreo moderno, toreo que no existiría sin su figura.
[—¿Belmonte mediante?
—Por supuesto, está Juan Belmonte, pero después del sevillano el que marcó —con la ligazón, con esa quietud, con su aguante— el toreo moderno es Manolete. Manuel Rodríguez tenía la gran virtud de encontrar el sitio donde podía aguantar a los toros.
—¿A quién irradió esa modernidad Manolete?
—Ordóñez o José Tomás no habrían toreado como lo han hecho si no hubiera existido Manolete.
—¿Qué le debe Tomás a Manolete?
—José Tomás es el heredero de Manolete. No torea exactamente como lo hacía Manolete, pero sí posee el aguante, la quietud, el sitio tan obsesivo para esperar a los toros y ligarlos, y estar ahí en el sitio. Por su forma de concebir el toreo, de exigirse a sí mismo, de estar obsesionado por la quietud.
—¿Se le reprochaba esa quietud?
—Había una gran diferencia entre su toreo y el de Pepe Luis, los dos muy valiosos, y admirables.
[—¿En qué creía Manuel Rodríguez?
—Sí, era creyente, un hombre muy formal. Todo lo que pertenecía a su mundo social lo respetaba mucho, y, por supuesto, la religión.
—¿Pensaba en la muerte en la plaza?
—Manolete tenía una enorme exigencia por cumplir con autenticidad ante el público. Estaba dispuesto a arriesgar y sacrificar su vida para estar lo más auténtico ante el toro. Por eso aguantaba, se arrimaba, y fue un gran estoqueador.
—¿Se creía el gran maestro que fue?
—Como todos los toreros, él pensaba que podría ir a más, y siempre tenía esa exigencia. Todos los toreros llevan la faena ideal, y nunca tienen la impresión de haberla realizado.
—¿El gran rival de Manolete?
—Se habla de una supuesta competencia entre Manolete y Pepe Luis Vázquez, pero en la realidad no existió tal pugna en el ruedo ibérico.

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