martes, 3 de mayo de 2011

Hambre de cuernos / Ignacio Ruiz Quintano


Hambre de cuernos

Venimos de un 2 de Mayo raro, con Bin Laden solapándose con Napoleón, y en Madrid los hemos padecido a los dos

Día 04/05/2011
Venimos de un 2 de Mayo raro, con Bin Laden solapándose con Napoleón, y en Madrid (si fuera cierta la versión oficial del 11-M) los hemos padecido a los dos. A Napoleón lo mató un cáncer de estómago, y a Bin Laden, una bala de Obama. Lo del cáncer de estómago me parece bien: no vamos a oponernos a los designios del Señor; y lo de la bala de Obama, también: en este mundo de cursis, lo que haga Obama, igual que lo que haga Guardiola, vale. Este mundo es de los cursis, y el siglo, de los cuernos. «El siglo del cuerno», gritó Quevedo. Las calles de Madrid están atestadas de publicidad que invita a las casadas a vivir una aventura. Sin necesidad de esa publicidad, en Madrid ya le pegaban los vecinos a lo que en el lenguaje cursi de los tiempos llaman «cruising», que viene a ser la traducción de lo que siempre se entendió por algo «rapidito y sucio».
No sé si esta infidelidad inducida ocasionará un debate moral como el del matarile a Bin Laden. En pura psicología, yo lo que veo es una verdadera hambre de cuernos, y los toros son su mejor reflejo. En los toros, fuera de Madrid, no se ven cuernos. Y la gente va ahora a los toros a lo mismo que antes iba a los billares: a ver posturas. ¿Y luego? Luego, al «cruising». Te cogen, al parecer, en los urinarios, y las veces que no ha entrado el toro al caballo te caen a ti al relance.
No cuenta el sexo (toro con toro, toro con vaca, vaca con vaca...), sino el cuerno. El modelo sería el sexto «carriquiri» de la goyesca en Madrid, lidiado por Fandiño. Qué pena que no hayamos podido contrastar con ese toro (con un toro, en una palabra) el poder de Julián López o el arte de Manzanares. Pero qué pena que, ayunos de tauromaquia y ahítos de lo que lo parece, estos españoles que se libraron de los franceses a cornadas tengan que ver cómo Francia se lleva los toros con cuernos y los declara Bien Cultural Inmaterial, mientras aquí, para ver un cuerno, hay que ir al urinario a hacer «cruising».

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