¿El toro animal doméstico...?
¡A LOS TOROS!
Fortunato González Cruz***
Por la calle real
Mérida / Venezuela
¡Ya era tiempo! Gracias a la diligente actuación del Dr. José Eladio Quintero, experto en Derecho Constitucional y Administrativo, presidente del Círculo Amigos de la Dinastía “Bienvenida”, capítulo de Mérida, se obtuvo un dictamen claro y contundente sobre la situación jurídica de las corridas de toros en Venezuela. Ya había un antecedente importante cuando la Juez de Niños y Adolescentes de Mérida señaló, mediante sentencia, que no existía norma alguna que prohibiera la asistencia de los niños a las corridas de toros. Ahora, un dictamen de la Procuraduría General de la República establece con rotundidad que ni en la Constitución ni en las leyes existe ni una sola norma de la que se pueda deducir la prohibición de las corridas de toros, ni su condicionamiento absurdo como lo han intentado algunos funcionarios públicos. Con esta opinión calificada se restituye la legalidad en esta y en otras materias en las que cualquier funcionario se cree con la investidura suficiente para negar o restringir derechos, a costillas de su particular moralidad. ¡NO! Los derechos gozan del principio de progresividad por lo cual el mandato constitucional es para ampliarlos, no para coartarlos. Y queda claro que la regulación de los derechos es de reserva legal, ajena a los caprichos de caudillejos de ocasión.
El dictamen de la Procuraduría agrega que los toros de lidia no pueden calificarse como animales domésticos, al contrario de como opinó algún funcionario al quien recomiendo intente ordeñar una vaca brava o colocarle un collar a un toro de lidia y sacarlo a hacer pis en las áreas verdes de su casa. El toro de lidia es un sobreviviente del toro salvaje que no ha podido ser domesticado, como se hizo con el cebú o con el holstein que se destinan a carne o leche, sino que se cría en fincas o dehesas donde puedan pastar a sus anchas. A las vacas bravas, ni a los toros de lidia ni a sus crías se pueden meter en un establo porque su naturaleza es ser libres. La lidia consiste precisamente en conducir la embestida de un animal que se niega al cautiverio y entrega su vida por la libertad. El arte taurino se basa en este hecho elemental, básico, simple y natural propio de este animal herbívoro, único, maravilloso, sorprendente; que no mata para comer, ni ha desarrollado habilidades para matar como el león o la serpiente, pero que defiende sus querencias con los cuernos hasta comprometer su vida.
El hombre es el único ser con criterios estéticos capaz de convertir los hechos simples en acontecimientos artísticos. La gastronomía es un enriquecimiento estético de la necesidad de comer, por ejemplo. El hambre es una debilidad que aprovecha el arte por obra de quienes no se conformar con comer, sino comer bien e incorporando valores relacionados con el recreo de los sentidos. De la misma manera, una cultura particular convirtió la cacería del uro en un juego, paulatinamente evolucionado hacia el arte por el afán estético propio del ser humano. Primero a caballo, luego a pié, arriesgando más, vistiéndose de una determinada manera, siguiendo un ritual, acompañando con una música propia y generando un ambiente único.
El toreo es así: Un ritual antiguo incomprendido en esta sociedad anodina y global que quiere desconocer y borrar las culturas particulares para macdonizarlo todo, estandarizarlo todo, reducirlo la diversidad a unos supuestos valores universales tan falsos como sus posturas aparentemente “ecológicas”. La globalización es un proceso mundial que ofrece grandes avances en valores humanos, científicos y tecnológicos ¿Quién lo duda? Pero amenaza las culturas locales, que se ven forzadas a desarrollar mecanismos poderosos para sobrevivir. La música folklórica o popular, por ejemplo, tiene que esforzarse por mantener sus valores propios y a la vez asumir los recursos de las nuevas tecnologías del sonido, de las comunicaciones o del gusto innovado, como el mundialmente conocido Waka Waka de la colombiana Shakira, que colocó en todo el planeta una versión novedosa de los ritmos sudafricanos.
¡Pretenden humanizar a los animales! Como si la naturaleza no se ocupa de definir con perfecta armonía los papeles que juega cada uno de sus componentes en el ecosistema. Son errores conceptuales, inadmisibles. No en balde algunos de los máximos exponentes de la humanización de los animales fue Adolfo Hitler, para quien un perro valía más que 8 millones de personas solo porque no eran de su supuesta estirpe.
La Procuraduría General de la República señaló que la regulación de las corridas de toros en Venezuela es de competencia exclusiva de los municipios, quienes, al dictar sus ordenanzas, deben cuidarse de no desnaturalizar una expresión artística que como cualquier otra tiene sus particularidades, que son el resultado de un proceso antiquísimo, elevado a la dignidad del arte por obra del hombre, que busca y encuentra la belleza en su valentía, y en la cuidadosa y elaborada conducción de la embestida de toro bravo, que lucha hasta la muerte en la arena de su plaza, único lugar donde tiene sentido estético.
***Fortunato González Cruz, es Catedrático de Derecho de la U.L.A. de Mérida y Director de la Cátedra de Tauromaquia "G. Briceño Ferrigni"