viernes, 10 de diciembre de 2010

¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO?


LA TUBERCULINA ALIADA DE LOS TAURINOS

Primero fue al matadero el encaste CONTRERAS de Rafael Peralta en Francia, luego el encaste ATANASIO, ahora los VEGA-VILLAR de Cobaleda, y los SANTACOLOMA de Trifino Vegas, poco a poco el exterminio de este patrimonio genético se extiende como la pólvora por toda la geografía de España, la culpa: LA TUBERCULOSIS y las campañas de saneamiento mientras los TAURINOS se frotan las manos, al contar con una aliada inesperada que les resolverá por fin el problema de rematar al “ Toro con Casta” .

Cuando la importancia histórica de la raza de lidia debería haber bastado por sí sola para haber convertido al toro bravo español en un animal "mimado" por las Administraciones Públicas, protegiendo y estimulando los esfuerzos de los ganaderos por seleccionar y mejorar la cabaña brava.

Acaso no se pueden buscar soluciones intermedias  para que esos encastes no desaparezcan, como en su día ocurrió salvando a un encaste único como el encaste GALLARDO.

Sin embargo nada más lejos de la realidad, el toro sigue siendo un animal marginado por los poderes públicos, ignorado dentro del marco de las políticas de nuestro país y hasta vilipendiado cuando las corrientes separatistas soplan en contra de la Fiesta Nacional.

La existencia del toro de lidia hay que decir que es mérito solo y exclusivo de los ganaderos que han invertido y siguen a pesar de la crisis, arriesgando su patrimonio en la producción del ganado bravo y, cómo no, de todo el público que acude a las plazas de toros y que con su aportación económica posibilitan la supervivencia de esta raza y mantienen una complicada estructura en la que se integran todos los profesionales que, de forma directa o indirecta, viven de la Fiesta de los Toros.

No obstante, la galopante mercantilización del espectáculo taurino surgida en los últimos tiempos, ha impuesto la supre¬macía de los valores económicos sobre cualquiera de las virtudes de tipo romántico, ético y estético que tradicionalmente han constituido el mejor patrimonio de la Fiesta y que están abocadas a la desaparición en un plazo de tiempo muy breve.

Hoy día la corrida de toros se ha convertido en un simple producto de consumo, como lo son igualmente las figuras del toreo y el resto de los integrantes de la cade¬na de producción del espectáculo.

Los Toreros

El torero ha perdido mayoritariamente el sentido y la capacidad de la lidia y parece programado para repetir única¬mente la misma faena ante el mismo tipo de toro descastado, suave, blan¬do y carente de toda emoción impuesto por los amos del "circo taurino".

A base de enfrentarse siempre a un ejemplar sin contenido alguno, cuyas mayores complicaciones son la falta de fuerza y la falta de interés por acometer a los engaños, los toreros, son cada dia más incapaces de solventar cualquier tipo de dificultad emanada de la casta y se ven desbordados o se acobardan cuando sale un toro que conserva algo más que reminiscencias de bravura y repite media docena de embestidas sin pararse.

Los Taurinos

Quienes manejan el entramado organizativo de la Fiesta son conscientes de estas limitaciones crecientes, en la capacidad de los toreros y por ello, velan escrupulosamente para que sólo salga a la plaza el tipo de toro que no complica la vida a los profesionales del toreo y además, en la generalidad de los casos, que salga de la forma que resulte más agra-dable de cuernos para los diestros.El Trapío ya no intimida a los profesionales porque el toro actual no asusta, simplemente cuando no colabora, se para, y es incapaz de ponerle en aprietos salvo raras excepciones.

Solo aceptan allí donde no les queda más remedio el toro de más seriedad y presencia porque ese toro esta desposeído ya de las más importantes virtudes de su patrimonio genético convertido en un animal fácil, suavón, sumiso y desprovisto de emoción, cuando no invalido.

Sinceramente nunca como hasta ahora, en toda la historia del toreo, se ha despreciado mas al toro, relegándolo a un papel tan secundario, atentando contra su esencia y comprometiendo tan seriamente su futuro.

Hasta ahora y a pesar de los tristemente abusos cometidos a lo largo de todas las épocas anteriores, contra la afición la verdad es que nadie había osado llegar tan lejos apuntando al corazón de las razas de lidia al pretender destruir su variedad.

Porque no nos equivoquemos han sido los taurinos pertenecientes a la mayor parte de los distintos estamentos profesionales los que decidieron condenar a muerte al toro encastado y bravo. Y parece que ahora también por desgracia se une a ayudar un aliado inesperado, la prueba de la tuberculina.

Los Taurinos comprendieron hace ya algunos años, que la mejor forma de evitar que el control de la Fiesta se les fuera de las manos era dirigir más de cerca la selección a realizarse en las ganaderías, presionando cada vez más a los ganaderos para erradicar o limitar a los mínimos imprescindibles la bravura, la casta y sobre todo la agresividad de las reses, de modo que créanme, “el mayor fraude de la Fiesta, no es el afeitado de las defensas de las reses que ya ha llegado a límites insospechado y parece que sin solución, sino la manipulación genética para mermar o eliminar su casta”.

Han sido estos presuntos reguladores del Futuro de la Fiesta y que en realidad solo querían imponer sus conveniencias los que han conseguido extinguir la pluralidad de encastes, tipos y comportamientos que siempre han caracterizado a la raza de lidia.

Los Aficionados

El concepto de espectáculo taurino manejado por los profesionales, se basa en la poca exigencia que tiene la mayor parte del público asistente a las plazas de lo que es un toro de lidia, mientras que los aficiona¬dos que ocupan los tendidos son una minoría.

Una gran cantidad de viejos aficionados se han retirado de la plaza. Y la mayoría del público actual ha sido sustituido por nuevos grupos de cultura mucho más "urbana", "formados" por los medios de comunicación de masas, que se inclinan por una corrida, de una parte más "suave", donde la expresión agonística del combate pase lo más desapercibida posible y, donde el triunfo esté garantizado y medido por los trofeos que obtienen los diestros.

Así las cosas, se intenta aburrir al aficionado serio, para que deje de ir a los cosos y se promocionan socialmente las figuras del toreo para que la mayoría de las plazas se llenen de un público festivo, seguidor de la prensa rosa y sin exi¬gencia alguna. Este tipo de clientela profana en la materia, no tiene inte¬rés real por el espectáculo taurino, sólo le interesa ver de cerca a los tore¬ros del momento, va a rendir pleitesía a sus ídolos y aplaude con el mismo calor lo bueno que lo inadmisible.

Para los rectores de la Fiesta estos "aficionados eventuales" tie¬nen muchas ventajas, ya que realizan su aportación económica en las taquillas de las plazas y no plantean problemas a la hora de admitir como bueno un espectáculo adulterado, devaluado o degenerado como el que se está ofreciendo, feria tras feria.

En esto, como en todo, también hay algunas excepciones pero, salvo en Madrid y alguna Plaza mas, los mentores de las figuras del toreo actúan a su antojo y cuando no pueden imponer sus exigencias, sencillamente se "caen" de los carteles.

El proceso degenerativo que sufre el espectáculo taurino induce irremediablemente a la crisis de la ganadería de lidia, donde la bravura y la casta han sido objeto de persecución implacable por parte de quienes dominan el negocio taurino, condenando al olvido o a la desaparición, a las divisas que aún poseen lo que antes fuera el mayor tesoro de la raza.

A la pregunta ¿Está realmente tan mal la ganadería de lidia en España?

La respuesta seria sin duda afirmativa, pero también es conveniente hacer una reflexión sobre las causas de la situación actual.

Muchas personas, vinculadas en su mayoría a los sectores profesionales del toreo, consideraban como excusa, que el sobrepeso con el que se lidiaban habitualmente las corridas era la principal causa del deficiente juego ofrecido por las reses en la plaza.

Esta afirmación constituye una verdad a medias y este tipo de verdades encierran también bastante de falsedad. Indudablemente, el ejemplar que se lidia con un peso excesivo se mueve menos y se puede asfixiar con mayor facilidad, pero lo que no quieren reconocer es, que el sobrepeso es un factor secundario cuando los animales tienen bravura y, sobre todo, casta.

El toro encastado que sale a la plaza con más tonelaje del adecuado para su esqueleto, no puede aportar la misma pujanza que si tuviera su peso ideal, pero el motor de la casta le permite sobreponerse a esa circunstancia adversa y mitiga un elevado porcentaje de los efectos negativos que impone el peso excesivo.

Por el contrario, el toro descastado y comercial tiene ya por sí mismo una capacidad limitada para afrontar el esfuerzo de la lidia y cuando se le obliga a salir al ruedo pasado de kilos inevitablemente se para o se derrumba, porque carece del potencial genético que le faculta para luchar hasta la muerte y afronta la lidia entregado de antemano.

Los veterinarios y el resto de aficionados no estamos ni estaremos a favor del toro mastodóntico, ni desde luego vamos a caer en el error de confundir peso con Trapío, el peso debe estar siempre en función de la categoría de la Plaza y de la clase de espectáculo el Trapío es otra cosa, fundamentalmente y simplificando: morfología armónica en su conjunto, cabeza, cuernos, morrillo, culata y remate del toro y se valora siempre en función del encaste del cual proceda la ganadería, lo que pasa es que nos tienen demasiado acostumbrados al monoencaste y esto a veces aburre al aficionado al no haber ni siquiera variedad en el comportamiento. Así pues, la realidad es que la falta de casta en la selección es el principal lastre de la ganadería de lidia y el exceso de peso queda simplemente como un fac¬tor secundario, coadyuvante, desde luego pero no decisivo.

En cuanto a la Crisis del espectáculo

La verdad que muy pocos quieren reconocer que la mayor crisis que sufre el espectáculo taurino es la de los toreros, hay muchos pero pocos son capaces en su mayoría de poder con el toro bravo y encastado o que estén dispuestos a hacer grandes esfuerzos en los restantes casos. Es más fácil para ellos continuar con el concepto de que “se corre más a gusto detrás del toro que delante”. Y si le mientas un toro de encaste Santa Coloma o Albaserrada de Adolfo Martín, parece que le mientes “la bicha”. La crisis de los toreros es la que está induciendo a la crisis de la ganadería que, hasta ahora, ha sido menor y menos grave que la que sufre los llamados "lidiadores".

Lo malo es que la política de descaste progresivo en las vacadas desechando todo aquello que tenga “demasiado temperamento” asumido por el concepto “toreabilidad” y la "limpieza étnica" aplicadas sin descanso, excluyendo de las plazas y los carteles mas relevantes aquellas ganaderías que no acatan imposiciones, exterminándolas por completo y sustutiyéndolas por las líneas comercia¬les de moda han logrado generalizar la presencia del toro “Light”, colocando a la cabaña brava en el borde del precipicio y a muchas divisas, en un punto de mansedumbre sin posibilidad de retorno.

Castas en peligro de Extinción

Muchos ganaderos, amantes de su profesión, han tenido que dejarla o plegarse a las exigencias de quienes manejan el mercado taurino para poder sobrevivir y en esta vorágine van desapareciendo ganaderías sin cesar, mientras que encastes muy valiosos como los de Contreras, Atanasio, Conde de la Corte, Hidalgo Barquero, Vega Villar, Sta Coloma y Albaserrada antes citados se sitúan ya en la frontera de la extinción.

Los causantes de este expolio están destrozando la diversidad de la raza y la colocan cada día más cerca de su desaparición a medio plazo, por pérdida de sus valores más propios.
En España el proceso destructivo parece imparable y también parece que sus auto¬res, se han afanado por extenderlo a los países americanos, donde han implantado la misma política de "tierra quemada" que tan rentable les está resultando a corto plazo, sustituyendo el encaste Saltillo y Sta. Coloma por Domecq aunque pueda suponer el caos dentro de unos pocos años como aquí ha ocurrido.

Por eso y como, no confiamos: En que el publico demande esta variedad de encastes y exija a las empresas su lidia, que los toreros los demanden y no los rechacen, que la forma en que está concebida la organización y desarrollo del espectáculo cambie, que los toreros cambien el concepto de que se corre más a gusto detrás del toro que delante o que primen menos los intereses economicistas sobre la razón.

Mucho nos tememos que media docena de ganaderías derivadas de Casta Navarra, un número aproximado que tienen ejemplares de Casta Vazqueña, otras tantas derivadas de Hidalgo-Barquero, tres o cuatro del encaste Saltillo, otras tres de Albaserrada, un número similar procedentes de Urcola y una docena de Vega-Villar, mientras Miura y Pablo Romero son únicas e irrepetibles y que actualmente quedan en España corren un gravísimo peligro de perderse para siempre. y salvo que se produzca un milagro, el exterminio del toro bravo, encastado, con poder y emoción, por quienes manejan la estructura taurina, estará más que asegurado.

Y por si fuera poco ahora desgraciadamente le echaran la culpa, a un culpable conocido como SANIDAD Y PRUEBA DE LA TUBERCULINA.

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