domingo, 26 de diciembre de 2010

EL TORO PORTADOR DE IMÁGENES II / Por Plácido González Hermoso

EL TORO PORTADOR DE IMAGENES II***

(Carros culturales) 

Plácido González Hermoso.
En el artículo anterior, sobre “El Toro portador de imágenes”, pudimos constatar la existencia de una diversidad de celebraciones y costumbres sobre la utilización de carros tirados por toros, para transportar las imágenes de los dioses o el cuerpo de los difuntos que, como es lógico, fueron adoptadas por distintas sociedades en la antigüedad.
Todas esas costumbres tuvieron su difusión a través de los desplazamientos sociales, el éxodo de poblaciones, las corrientes culturales etc., favorecidas además por los intercambios comerciales, las conquistas militares, las dominaciones imperiales de unos pueblos sobre otros, las migraciones nómadas ganaderas etc.
Asentadas esas costumbres en un territorio determinado y adoptadas por los pueblos residentes, las mismas sufrieron un sincretismo con las costumbres vernáculas, mediante una adecuación o acomodación de las recién llegadas con las ya existentes o viceversa.
Estas prácticas sincréticas fueron habituales en el mundo cristiano a lo largo de los siglos, como fórmula para combatir o erradicar costumbres, creencias y rituales paganos y allá donde la resistencia era insalvable procedían a adaptar las mismas a las celebraciones cristianas, tiñéndolas de una pátina religiosa.
España fue siempre lugar de paso o destino por donde se pasearon o asentaron los pueblos y culturas más influyentes de la antigüedad, dejándonos la impronta de sus costumbres, sus avances y conocimientos, sus creencias etc. que adoptamos de diverso agrado, adaptándolas posteriormente, con la ayuda del cristianismo, a nuestras festividades religiosas.
En los relatos que se exponen a continuación, no es difícil encontrar alguna analogía, a poco que recordemos, con alguno de los casos referidos en el artículo anterior, dentro de esa diversidad de celebraciones religiosas.
Un acontecimiento en el que podemos encontrar un paralelismo con el recalcitrante traslado del “Arca de la Alianza”, lo hallamos en el relato en el que se narra el traslado de los restos del santo eremita San Millán de la Cogolla (473-574).
Según cuenta una leyenda, corría el año 1.053, en concreto el día 29 del mes de mayo, cuando el rey de Navarra García Sánchez III “el de Nájera”(1035-1054), tras inaugurar en 1052 el Monasterio de Santa María la Real de Nájera (La Rioja), quiso enriquecerlo trayendo los cuerpos de varios Santos de la comarca. Con este propósito ocurrió que, cuando intentó llevar el cuerpo de San Millán a Nájera, los bueyes que arrastraban el carro con el féretro del santo, se pararon en un lugar determinado sin querer pasar de allí, por lo que el rey, interpretando el signo milagroso de que el santo deseaba permanecer en aquel lugar, decidió levantar en dicho emplazamiento un cenobio y un monasterio donde custodiar los restos y se le rindiese el culto debido al santo eremita. Dicho monasterio recibió el nombre de Suso (el de Arriba, en castellano antiguo).
Se localiza este monasterio en lo alto del valle de San Millán, que cruza el río Cárdenas donde, según la tradición, habitó el primer poeta castellano Gonzalo de Berceo (1197-1264) y, al parecer, estuvieron enterrados los cuerpos de los “Siete infantes de Lara”.
La realidad, al margen de la leyenda, es que dicho monasterio lo fundó el rey García Sánchez I de Navarra (925-970), el año 935, del que aún se conserva la iglesia mozárabe.
Más adelante, el rey Sancho Garcés III de Navarra, apodado “el Mayor” (1004-1035), colocó, en el año 1030, las reliquias del santo en una urna de plata, con el fin de que sus restos fueran venerados con la mayor suntuosidad posible.
La cueva central es el corazón del antiguo cenobio visigodo fundado, al parecer, por el santo en el siglo VI. Allí estuvo sepultado el cuerpo de San Millán hasta que las reliquias fueron levantadas por Sancho Garcés III de Navarra y colocadas en la urna citada. La cueva también servía al santo como oratorio.

El cenotafio, conservado en dicho monasterio, es de época románica y en él aparece la estatua yacente de San Millán, revestido con ropas sacerdotales y sosteniendo un portapaz en el pecho (lámina de metal, madera o marfil, tallada con alguna imagen o signos en relieve, que se besaba en la ceremonia de la paz de las misas solemnes). En los cuatro lados y en los ángulos del cenotafio se representan algunos milagros realizados por el santo.
Otro ejemplo de la negativa de los toros a transportar los restos de una figura religiosa, la encontramos en el pueblo orensano de Bande, en concreto en el Concello de Santa Comba, circunscrito en la comarca de la Baixa Limia, junto al embalse “das Conchas”, donde se encuentra una pequeña iglesia o ermita visigótica, del siglo VII, dedicada a San Torcuato; un santo griego que fue ordenado obispo por San Pedro durante su estancia en Roma.
Este santo varón ejerció su apostolado en Toulouse, Francia, y posteriormente en Guadix, Granada, de donde fue su primer obispo. En esta ciudad andaluza fue martirizado y asesinado a cuchilladas, en tiempos del emperador Domiciano (51-96 d.C.), donde permanecieron sus restos hasta la invasión musulmana, tras la cual se decidió trasladar sus reliquias a un lugar más seguro y posteriormente, ante el avance musulmán, fueron llevados hasta Bande y depositados en un sarcófago en la iglesia de Santa Comba.
Cuando San Rosendo (907-977), obispo de Mondoñedo, fundó el monasterio de Celanova, intentó llevar los restos de San Torcuato -el corazón, el cráneo y el antebrazo, lo único que contenía el sarcófago- en un carro tirado por dos bueyes hasta dicho monasterio, los bueyes se negaron a ponerse en marcha, por lo que el féretro fue bajado y depositado de nuevo en la iglesia.
Ante semejante negativa de los toros el ingenio del hombre, o del pícaro más bien, arguyó una solución “salomónica” y optaron por transportar los resto a mano hasta dicho monasterio, donde reposan desde entonces. En la catedral de Guiadix se conservan “El Brazo Santo”, “La Mandíbula” y el “Calcáneo”(un hueso situado en el talón). Su festividad se celebra el 15 de mayo.
Puede que no tengan ningún nexo de unión con las celebraciones del Año Nuevo babilónico, donde los dioses locales acudían y se paseaban por Babilonia a lomos de toros; mas debemos convenir en la existencia de una homología subyacente, con celebraciones de la antigüedad, muchas de las romerías de nuestros pueblos, en las que las imágenes de vírgenes o santos son transportadas en carros tirados por bueyes.
Uno de esos ejemplos de transporte de imágenes la encontramos en el pueblo pontevedrés de A CAÑIZA, donde la imagen de Nuestra Señora de A Franqueira, conocida como “Virxe da Fonte” –cuya imagen se cree procede de la época románico-gótica o bien de fecha anterior al siglo IX-, el día de su festividad, que se celebra del 7 al 9 de septiembre, es paseada en un carro tirado por bueyes durante la solemne procesión.
Según cuenta la leyenda, cuando apareció la imagen de forma milagrosa en una cueva (de una zona nominada como "O Coto da vella"), los párrocos de las dos feligresías, cercanas a dicho lugar, pretendieron llevar la imagen a su respectiva parroquia. Después de grandes discusiones sobre el tema, llegaron a un especie de solución "salomónica", determinando que se subiera la imagen a un carro tirado por bueyes, cuyos animales llevarían los ojos tapados para que no pudieran ver absolutamente nada, dejándoles plena libertad para dirigirse hacia una u otra feligresía, sin manejo alguno de personas.
El instinto o decisión de los propios animales sería respetado hasta que se pararan por su propia voluntad, en cuyo lugar habría de quedar la imagen de la Virgen para rendirle culto y veneración.

También en San Lorenzo de el Escorial, Madrid, se celebra la romería de la Virgen de Gracia el segundo domingo de septiembre, comenzando con el rezo del “Rosario de la aurora” desde el santuario de la Virgen hasta la ermita, situada en el parque de la Herrería, donde transcurren los actos del día. Al atardecer se realiza la procesión con la imagen de la Virgen de Gracia transportada en una carroza, lujosamente adornada, tirada por una pareja de bueyes.
En la ciudad cordobesa de Montilla, ubicada en la Campiña Sur, una de las comarcas más vitivinícolas de la provincia de Córdoba, se celebra la romería de la Virgen de las Viñas. Una fiesta variable que se celebra dentro de la primera quincena de junio.
La ermita de La Merced, enclavada en el corazón de la barriada del Gran Capitán, es el punto de partida para los miles de vecinos que, desde las 9 de la mañana, acompañan la pequeña imagen de la Virgen en su recorrido por los campos de Montilla.
Antes de adentrarse por los senderos que conducen hasta la Huerta Bellido, los romeros hacen una ofrenda floral ante el azulejo de la Virgen del Pilar que preside la entrada de la casa cuartel de la Guardia Civil. Tras el solemne acto, la comitiva se dirige por el camino de La Zarza hasta el paraje de Cañalerma, escoltada por una impresionante comitiva de caballistas, amazonas, carretas, coches de caballos y carrozas, de los miles de montillanos que participan en la romería. Tras compartir comida, bebida, baile, cante y tertulia, los romeros toman el camino de vuelta a Montilla en torno a las 19.30, cuando el sol comienza a declinar en la campiña cordobesa.
En Nerja, el pueblo más oriental de la malagueña comarca de la Axarquía, festejan a San Isidro Labrador, patrón de los labradores, los días 14 y 15 de Mayo, con una misa rociera en la iglesia de El Salvador, en la que se citan peñas, agrupaciones de bailes, devotos, feligreses y amigos.
La romería, en sí, se inicia desde el Balcón de Europa, donde el santo, subido en una carreta tirada por bueyes, es llevado hasta la Ermita del Santo.
Mientras se hace el camino hasta la ermita, ubicada en el recinto de la Cueva de Nerja, en cada parada de la comitiva la gente come, bebe, baila y canta por sevillanas.
En Jerez de la Frontera, Cádiz, se venera la imagen de la Virgen de la Consolación, co-Patrona de la ciudad. Según la tradición, la imagen apareció en el mar, en una barca abandonada durante una gran tempestad, siendo recogida por el capitán Domingo Adorno, quien le improvisó un altar en su barco.
En sueños, la propia imagen le pidió que la llevase al convento de los dominicos, fundado por Alfonso X en el siglo XIII (1.266), para recibir allí culto como la Patrona de los Afligidos y los Navegantes.

Tras desembarcar la imagen, ésta fue colocada en una carreta tirada por dos bueyes que la trasladaron a la ciudad, para recibir allí la veneración de todos los jerezanos. Su festividad se celebra el 24 de septiembre.
El hecho más conocido en España de transporte de símbolos religiosos, en carros tirados por bueyes, es la famosísima romería de la Virgen del El Rocío. Esta festividad se celebra el domingo de Pentecostés, entre el 15 de mayo y el 15 de junio, al ser una fiesta móvil, cuya celebración se realiza 7 domingos después del domingo de Resurrección.
Su celebración se remonta al siglo XVII, aunque otras leyendas apuntan que fue desde la fecha en que la imagen fue encontrada por un cazador, Gregorio Medina, de Villamanrique de la Condesa, en el siglo XV.
La romería consiste en un peregrinaje hasta el santuario de la Virgen del Rocío, invocada también con los títulos de “Blanca Paloma” o “Divina Pastora”; dicho templo se asienta en la villa de El Rocío, junto a las marismas del río Guadalquivir, en el término municipal de Almonte (Huelva).
A ella llegan hermandades procedentes, principalmente, de toda Andalucía, aunque no faltan las que llegan desde distintos puntos de España y del mundo entero. Las diferentes hermandades rocieras, superior al centenar, salen en distintas fechas para coincidir en la aldea del Rocío al mediodía del sábado, víspera de Pentecostés.

Lo más característico e identificativo del las Cofradías es un carro tirado por una pareja de bueyes, ricamente exornado de orfebrería plateada, que porta en su interior el “Simpecado”, un estandarte con la imagen de la Virgen, exquisitamente repujado con bordados en oro y pedrería.
Lo más típico es hacer el recorrido a caballo, en carreta o a pie a través de las marismas, durmiendo en pleno campo. Al llegar a Almonte se acampa en espera de las demás Hermandades y el sábado desfilan para presentar el “Simpecado” a la “Patrona de las marismas”.
La noche del domingo nadie duerme, en espera de poder entrar al templo y realizar, en la madrugada, “el salto de la verja”, momento en el que los almonteños saltan la verja y pasean a su Patrona por la Aldea del Rocío durante todo el lunes de Pentecostés, a hombros de los enfervorizados romeros.
Un caso curioso, sobre la iconografía religiosa en piedra, lo encontramos en la iglesia románica de San Gil, del pueblo zaragozano de Luna, encuadrado en la comarca de las Cinco Villas, cercano a Egea de los Caballeros, donde se encuentra un capitel de una belleza y expresividad excepcional.
Su iconografía nos muestra, en un lado del capitel, a los evangelistas Lucas y Mateo, en versión tetramórfica, junto a un ángel que permanece entre ambos mostrando el evangelio. En dicho libro hay grabada una inscripción con la palabra: “MARCHVS”.
En otra cara, del mismo capitel, aparece el toro sujetando con su pata la Cruz de la resurrección, mostrando cierta similitud con el habitual Agnus Dei, ya que la postura del toro aparece en una actitud triunfal. Esta representación es una clara alusión a uno de esos textos de predicación iconográfica o evangelio en piedra, cuya enseñanza tuvo gran permanencia en la época medieval.
En uno de los pueblos blancos malagueños de la serranía de Ronda, en GAUCIN, el último domingo de agosto se celebra la Romería a la Adelfilla, en la que los vecinos acompañan al Santo Niño, desde la Iglesia del pueblo hasta la ermita de la Adelfilla, donde se conmemora el encuentro del Santo Niño con Juan Ciudade (San Juan de Dios).
El Santo Niño se lleva a hombros desde la iglesia hasta la entrada del pueblo, donde se sube a una carreta tirada por bueyes y adornada profusamente para la ocasión. Durante el trayecto se canta y se bebe hasta llegar a la ermita, donde se celebra una misa en su honor.
El Santo Niño permanece en la ermita hasta el día del 7 de Septiembre, día en el que, tras el novenario, se realiza la segunda romería para devolver la imagen, desde la ermita a su permanente hogar, la Iglesia de San Sebastián de Gaucín, donde al día siguiente, 8 de septiembre, el día grande de las fiestas, finalizan éstas con la celebración de la Santa Misa y solemne procesión de las imágenes del Santo Niño y San Juan de Dios por las calles del pueblo.
Según cuenta la tradición, corría el mes de agosto de 1536 cuando un santo portugués, Juan Ciudade, procedente de Gibraltar, donde ejerció su ministerio sacerdotal, halló un niño descalzo y sin vacilar un momento se quitó sus sandalias y se las calzó al niño, pero al ser éstas demasiado grandes para un niño tan pequeño lo llevó a hombros hasta una fuente cercana, llamada de la Adelfilla, donde calmó su sed. Fue entonces cuando de pronto se manifestó como un Niño resplandeciente, con una granada coronada por una cruz y le dijo: "Juan de Dios, Granada será tu cruz".
Pasado el tiempo, después de fundar un hospital en Granada realizó el proyecto, largamente ansiado por el santo, de donar a la Villa de Gaucín una imagen del Niño Divino. Esta donación se materializó el 7 de septiembre de 1540 cuando el santo, burlando la vigilancia de la guardia del castillo, depositó la bella imagen en la actual ermita.
Durante la permanencia de las tropas francesas en la Villa de Gaucín, en julio de 1810, la ermita fue saqueada y la primitiva imagen del Niño fue arrojada por los muros del castillo.
Después de la marcha de los franceses apareció la imagen del Santo Niño, y los lugareños celebraron solemnes actos en acción de gracias.
El 8 de septiembre de 1936, durante la persecución religiosa de las hordas comunistas, fue saqueada la ermita y quemada la primitiva imagen.
En Loreto Aprutino, municipio situado en la provincia de Pescara, en los Abruzos, Italia, se celebra una fiesta en honor de San Zopito el día de Pentecostés y los dos días siguientes, con solemne Misa y procesión.
En la procesión va un buey entrenado y engalanado con un niño montado en sus lomos, vestido todo de blanco con bordados de oro, con un clavel rojo en la boca y una corona de flores, semejando la figura de un ángel, vestigio –se dice- de un culto antiguo.
En varios puntos de la ciudad, durante el desfile procesional con las reliquias del Santo, el Buey realiza varias genuflexiones ante ellas y, sobre todo, ante la puerta de la Iglesia del Santo. Es este ángel, según cuenta la tradición, el que hace que el toro se ponga de rodillas ante las sagradas reliquias.
La leyenda cuenta que este ritual se remonta al año 1711, cuando las reliquias de San Zopito fueron transportadas desde las catacumbas de San Calixto, en Roma, a Loreto Aprutino. Un agricultor, Carlo Parlione, que trabajaba en el campo, hizo caso omiso de la procesión y continuó trabajando.
Sin embargo, uno de sus bueyes reconoció el poder de las reliquias y dejó de tirar del arado poniéndose de rodillas al paso del cortejo procesional, reconociendo con ello la sacralidad de las reliquias. Más tarde, cuando la procesión llegó al pueblo, un familiar del agricultor de pronto se recuperó de una grave y larga enfermedad.
Este ceremonial tiene cierta semejanza con el ritual del “Toro de San Marcos” (del que trataremos en otro artículo), de amplia celebración y difusión en el oeste peninsular y más concretamente en Extremadura. Esta homología se remonta a los antiguos ritos dionisíacos, en especial con una de las ceremonias descritas por Eurípedes en su tragedia “Las bacantes”. Por ello, no sería imprudente aventurar que posiblemente la fiesta de San Zopito sea un sincretismo de algún rito dionisíaco, donde el toro toma parte en el ritual o bien representa una teofanía (manifestación) de la divinidad.
Como decíamos al principio, las corrientes culturales viajaron siempre como parte inseparable de los desplazamientos humanos, cuyos componentes llevaron la impronta de sus costumbres, sus creencias y sus modos de vivir allá donde fueron.
Cuando a finales del siglo XV y comienzo del XVI principiaron las primeras expediciones de “la Cruz y la espada”, de nuestros conquistadores en América, además de las costumbres de sus componentes iban, también, acompañados de sus creencias y de aquella legión de misioneros, que se encargaron de sembrar, no solo la Fe, sino los ritos y ceremonias inherentes a su religión, cuya semilla consiguieron que arraigara en aquellas tierras de ultramar.
En muchos países de la América Hispana enraizaron aquellas costumbres en tiempos de la colonia, cuyas ceremonias podemos contemplar en infinidad de pueblos en las diferentes efemérides que se celebran.
Uno de aquellos países donde creció la semilla religiosa, que por su vistosidad relatamos, es Costa Rica, donde se celebra y festeja, con gran suntuosidad y participación popular, a San José y a San Isidro Labrador.
En San José, la capital de Costa Rica, se celebra, el día de su santo patrón, el conocido “Desfile de Boyeros”, que llenan la ciudad de colorido y tradición y es seguida por miles de josefinos y de “ticos”, gentilicio informal de los costarricenses.
No menos de 300 boyeros de diferentes partes del país, con sus yuntas de bueyes y sus carretas, profusamente pintadas de figuras y colorido, desfilan por las principales avenidas de la capital, en las que participa la imagen de San José subida en la carreta de un boyero distinguido.
Durante la mañana y parte de la tarde, se realiza la tradicional Entrada de Santos y Desfile de Boyeros, organizada por la Municipalidad de San José y la Fundación Boyeros de Costa Rica, que es la encargada de designar, anualmente, la carreta del boyero que debe portar la imagen del santo.
En esta fiesta tradicional participa un enorme muestrario de boyeros, yuntas bien “chaneadas” (adornadas) y coloridas carretas provenientes todos los lugares del país.
También se repite esta conmemoración en casi todos los pueblos de Costa Rica que tienen el nombre de “San Isidro”, donde es común la celebración del día de este santo, con la participación de infinidad de boyeros con sus vistosas carretas y en una de ellas se lleva la imagen de San Isidro Labrador; festejo que iguala en número de participantes, colorido y suntuosidad a la celebrada en la capital del país. A esta tradicional celebración acuden gentes de los diferentes distritos y cantones del país.
Como acabamos de ver, estas fiestas de rito cristiano son adaptadas por la sociedad civil para sus celebraciones populares, produciéndose para ello una desacralización del rito a fin de secularizarlo totalmente; sin embargo no por ello pierden sus raíces de procedencia, bien visibles en cada uno de los estadios de la fiesta.
A modo de ejemplo de esa adecuación del rito al estado laico popular, citaremos solo un caso como arquetipo de las diferentes celebraciones que se ofician en gran parte de Hispano-América, en donde un carro tirado por bueyes transporta, por lo general, una figura femenina elevada a la categoría de reina de la fiesta, como remembranza profana de una divinidad.
Esa fiesta a la que nos estamos refiriendo, a modo de ejemplo, es el Festival Nacional de la Mejorana que se celebra en Panamá, concretamente en el corregimiento de Guararé, de la provincia de Los Santos. Los diferentes actos se desarrollan entre los días 21 y 26 de septiembre, coincidiendo con la festividad de la Virgen de la Merced, patrona de la ciudad y de los reos, por eso lleva la imagen, en su mano izquierda, unas esposas abiertas como símbolo de liberación.
Este importantísimo festival se realiza para conmemorar el primer grito de independencia en 1821, y en dicho desfile participan infinidad de carretas tiradas por una pareja de bueyes, ricamente engalanadas, representando los diferentes distritos de la provincia de Los Santos. Cada una de las carretas va acompañada por su propia “tuna”, formada por varias decenas de participantes que entonan diversas canciones del folklore popular panameño, junto a los músicos que tañen la popular “Mejorana”, un instrumento popular, algo más pequeño y rústico que la guitarra española, típico del folklore de Panamá.Al final del desfile, que congrega a cerca de 100.000 personas y más de medio centenar de carretas, se concede un premio a la carreta participante mejor adornada, aunque, como casi siempre, la más vistosa es la de la reina de la fiesta, que como es lógico no participa en el concurso.
La lista de celebraciones con la participación de carros tirados por bueyes, tanto religiosas como profanas, sería interminable, por lo que con los ejemplos expuestos son suficientes para constatar la presencia del toro en este tipo de conmemoraciones.

Plácido González Hermoso.
BIBLIOGRAFIA
1.- Julio Caro Baroja, “Ritos y Mitos equívocos”
2.- Julio Caro Baroja, ”El estío festivo”
3.- Ángeles Sánchez “Guía de fiestas populares de España”
4.- Informaciones de diversos municipios gestionados por el autor

***EL TORO PORTADOR DE IMAGENES - I 

/ Por Plácido González Hermoso/

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