martes, 21 de diciembre de 2010

Esa bandera pirata que ondea en Las Ventas / por José Ramón Márquez


Esa bandera pirata que ondea en Las Ventas


José Ramón Márquez

Un trapo negruzco, sucio, deshilachado. Eso es la bandera de España que hay en Las Ventas. Tenemos tiempo para estar con el lío de que si la cosa debe ir por la Cultura o por el Interior, tenemos tiempo para debatir si la tauromaquia es un Patrimonio Cultural Inmaterial, tenemos tiempo para estar mareando a la empresa con que si tiene que traer al ciprés pétreo de Galapagar, o que si Ponce no viene no pasa nada, que a fin de cuentas, ¿quién es Ponce?, pero no tenemos tiempo para izar bandera, que cualquiera se sube hasta ahí arriba, con el viento que corre.

Poque el tal Abella, de suyo tan servicial, debe estar liadísimo con sus cosas, que digo yo que a qué se dedicará este tío aparte de a ir y venir tarareando ripios de Serrat, y por eso no repara en que en el mástil de la Plaza de toros a la que dicen la más importante del mundo lo que hay colgado es un maldito trapo negruzco y deshilachado, con una caricatura de colores, ni rojo ni amarillo.

Y tampoco Esperanza Aguirre Gil de Biedma, que se dice aficionada, ni el Chino González, que suele andar por el callejón recibiendo adhesiones inquebrantables, se habrán fijado en este ínfimo detalle, que si acaso ellos pasan por el Puente de Ventas en el coche oficial van a toda pastilla a regalar sus mejores sonrisas a los votantes y ni se fijan ni tienen tiempo de llamar al Abella y decirle:

-Oye, tío, ¿cómo es que hay puesta en Las Ventas puesta una bandera pirata?

Digo yo que el Abella, en su condición de gerente, que seguro que le faltó el tiempo para encargarse las tarjetas de visita en las que pone ‘Gerente’, ya podía llamar al de las banderas y encargarle una docena, que por menos de sesenta pavos pone el tío una bandera nueva y quita el trapajo ése que tiene colgando del mástil; que da asco pensar en que si ese hombre tiene así la bandera, que la ve un montón de gente, miles de personas que pasan a diario por Ventas, cómo tendrá el cuello de la camisa de roña, que eso a fin de cuentas sólo lo ve él, y los lamparones que llevará en el traje, que aquí de lo que hablamos es de aseo, como ponía en la Enciclopedia de Álvarez, que será en la que el tal Abella estudió.

El hecho de que unas decenas de metros por debajo del trapo negruzco y mancillado, en la llamada Puerta Grande, esté situado un circo, no es más que un macabro chiste de lo que en realidad son hoy en día Las Ventas: el número de Eduardini, con su troupe de enanitos* artistas.
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*Para empatar** con lo politically correct se debería haber escrito ‘personitas de tallita bajita’, pero no me da la gana, y no creo que a ellos les hubiese gustado.

**Me gusta muchísimo más la acepción del RAE 1732 que la del vigente, perpetrado por Don Concha y sus secuaces; en aquel sentido es en el que la tomo
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