viernes, 15 de octubre de 2010

El alcalde toreador / Por Aquilino Sánchez Nodal


El alcalde toreador

Por Aquilino Sánchez Nodal    
 El Teatro Novedades de Madrid, edificado sobre las ruinas de un antiguo cuartel de Caballería, frente al Mercado de la Cebada; haciendo chaflán en la calle de Toledo, las Velas y llega a la de Santa Ana por donde se accede al escenario. Magnifica construcción que dedica la Reina Isabel II a las gentes de los barrios bajos. Es el mayor de la Capital, después del Teatro de la Ópera. Los precios al alcance de todos los bolsillos y la escasez de espectáculos populares propicia que, en todas las representaciones las butacas estén ocupadas. Solo, lo supera la expectación a las corridas de toros. 
El día 8 de Abril de 1.860, se representa la obra lírica “Candelas”. La naturalidad y buen hacer del protagonista asusta a la Autoridad  que decide retirar la opereta a la tercera representación. El motivo, no es otro, que el presentimiento de que, el entusiasmo del público podría inducir al resurgir el bandolerismo de diseño que practicaba Luis Candelas, celebre “chorizo” del Madrid romántico, que fue ahorcado en la Plaza de la Cebada. La improvisada sustitución la coge el sainete bufo lírico, en un acto, con la intervención de 13 actores “El alcalde toreador”. Obra editada por José Ferrer de Orgaz en Valencia en 1.813. Autor del texto, desconocido, aunque, se cree que está basada en la escrita en 1.827 por Juan Ignacio González del Castillo, “El aprendiz de torero”. J.I. González del Castillo trabajaba de apuntador en el Teatro del Príncipe, de Cádiz, esto explica su  inclinación a los ambientes andaluces. La música, principal aliciente para asistir la compuso el maestro Guerrero. 

“El alcalde toreador”, la estrena la compañía Calvo y Vico el 9 de Abril de 1.860. Sainete bufo lírico de ambiente taurino. Muchos años después, unos descendientes de estos actores empresarios rodarían una película taurina considerada entre las más representativas de toros: “Mi tío Jacinto”, Antonio Vico y Pablito Calvo en 1.956.
     - Se levanta el telón. La plaza de un pueblo de Andalucía en fiestas. Baile, risas, cantos, todo en perfecta simbiosis de música y poesía. El alcalde presencia el jolgorio desde un altillo de la plaza con porte de dominante latifundista. En el argumento, el torero que debía lidiar un novillo se retrasa. Las gentes se impacientas y exigen al alcalde que resuelva el problema. Un novillo atado con una cuerda aparece en el escenario. El mandatario levanta las manos y hace callar a la concurrencia:
-         ¡Soy más valiente que ninguno, a falta de torero, ¡Alcalde!. El cañón, de luz, alumbra al espontáneo torero. Las sombras cubren a los demás actores.
Se dirige al novillo, abre y cierra las palmas de las manos, mandado al animal ceder los terrenos, que retroceda ante él. El astado, obligado por los que tiran de la cuerda, va reculando hasta desaparecer detrás del decorado. Las gentes aclaman al héroe. Vuelve la fiesta, el baile, las risas y los cantos. Mientras cae el telón. El alcalde se conforma con ser “aprendiz de torero”.
     Cierta noche se rompió la cuerda. El torito, de un salto, alcanza el foso de la orquesta. Los gritos las carreras y un susto de muerte  a los espectadores del patio de butacas. Los músicos, con espíritu de forçaos reducen al novillo, al que vuelven a enmaromar y retirar al animalito. El sainete, ha resultado más bufo que nunca. La obra desaparece de la cartelera para siempre.
     El monumental teatro de la calle de Toledo siguió presentando obras del llamado “Genero Chico” y no tan chico: Los entremeses, sainetes y zarzuelas se estrenaban con expectación. El alicantino Carlos Arniches se convierte en el autor más popular, castizo y representado. El sábado, 1 de Septiembre de 1.928, se estrena “La mejor del puerto”, sainete en dos actos con letra de Luis de Sevilla y música del maestro F. Alonso. Los decorados representan un barco anclado en el Guadalquivir. Ambiente de verbena, decenas de farolillos de papel iluminados con bombillas eléctricas. 
El domingo, día 23, un corto circuito produce una chispa que prende en los papeles del decorado. El inmueble, viejo, con vigas, piso y adornos de madera arde como una tea. El incendio comienza a las 9 de la noche. Los primeros espectadores en advertirlo son los que ocupan los pisos altos. En su intento de salvación se descuelgan por las cortinas; otros se lanzan al piso bajo sobre los que corrían en busca de salida. 67 muertos y 200 heridos que fallecen, casi en su totalidad, en hospitales y casas de socorro. Casi todos presentan muerte por asfixia o aplastamiento. El fuego es controlado a la una de la madrugada del día 24. Toda la manzana, teatro y casas queda calcinados. Las llamas se podían ver desde todos los barrios de Madrid. El resplandor fue observado por gentes de El Escorial y otros puntos de la sierra Norte; claro, la ciudad no estaba cubierta por la capa de polución, ni tapada por horribles y altos edificios.
     La tragedia más grande ocurrida, cubrió de luto toda España. La ciudadanía se unió al dolor de los gobernantes. Se hicieron representaciones, postulaciones y donaciones especiales pro damnificados.
Este desastre fortuito, según se pudo demostrar, ha tardado 76 años en ser superado en el 11 de Marzo de 2.004, esta horrible y bochornosa masacre fue provocada y no conocemos los autores pero sí los beneficiados. En las dos tragedias las gentes del toro se unieron en festivales benéficos por toda la geografía Nacional.
     En el incendio del Novedades asombra la relación de niños entre las víctimas. En aquellos años, los menores asistían a los espectáculos y corridas de toros de forma natural solos o acompañados por sus familiares.
     Pasados varios años,  el recuerdo solo permanece fresco en los descendientes de aquellos afectados. Un chascarrillo popular quitaba hierro al suceso con gracejo castizo:
-         ¿Sabes que echaban cuando el incendio del Novedades?.
-         ¿Qué?
-         ¡Que va a ser!. ¡Echaban,…  agua los bomberos!.

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