domingo, 10 de octubre de 2010

L. FCO. ESPLÁ: "Torear es ordenar el caos" / Por Paco March

Esplá ha encontrado su refugio en su finca de Relleu,
a los pies de la sierra de Aitana

Luis Francisco Esplà

"Torear es ordenar el caos"

Texto de Paco March
Fotos de Carlos González Armesto 
10/10/2010
La creación de una obra de arte: esto es el toreo para Luis Francisco Esplá. El matador, que acaba de retirarse, expone su visión de la lucha taurina, a punto de desaparecer “en la era de la vorágine audiovisual”

Esplá ha encontrado su refugio en su finca de Relleu, a los pies de la sierra de Aitana
“Yo doy la razón a los taurinos cuando me decían: ‘¡Ese no tiene ambición!’. Si hubiese tenido siete vidas, una entera la hubiese dedicado nada más que a torear. Pero yo no he querido renunciar a muchas cosas”
¿Por qué debería preocuparme la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí ? Este aforismo marxista-grouchista forma parte del modo de ser y estar en el toreo, durante más de tres décadas, del alicantino Luis Francisco Esplá, quien el pasado 20 de junio cumplió su palabra y se fue, no sin antes pasar el testigo a su hijo Alejandro.

A punto de cumplir los 53 años, Esplá parece empeñado en desmontar una trayectoria taurina única y reconocida, construida desde la independencia y la dignidad, no para destruirla sino para comprobar y explicar el sustrato del que se alimenta. Para ello se sirve de su espíritu renacentista, aquel que le identifica con la curiosidad intelectual, ahondando en disciplinas artísticas que domina y explora y en permanente contacto con la naturaleza. Sigue creando y se ocupa de vivir.

“Hay cosas que no me inquietan –dice– porque no tienen incidencia en el futuro, eso pertenece al futuro en sí, y no comporta ninguna solución vivir obsesionado. Hay artistas en los que parte de su fuerza está contemplada desde esa perspectiva, el afán de perdurar, el afán de encontrarse en todos los museos, y hay otros a los que sólo les preocupa crear, con fuerza, como mi amigo Miquel Barceló. Su objetivo es crear, aún no ha concretado una cosa y ya pasa a otra historia. Ahí me ­reconozco.”

En esa línea, sostiene Esplá: “El futuro es un objeto totalmente a disposición del presente, lo que hace que todos tus presupuestos vitales estén centrados en el presente, seguramente que de ahí que lo pasemos tan mal en ciertas plazas de toros, porque de ahí depende absolutamente todo, sobre eso gira tu porvenir”.

Porvenir y posteridad, términos con cierta analogía que, en Esplá, nada tienen que ver con ambición: “Yo doy la razón a los taurinos cuando me decían: ‘¡Ese no tiene ambición!’. Si hubiese tenido siete vidas, una entera la hubiese dedicado nada más que a torear. Pero yo no he querido renunciar a muchas cosas, sobre todo a mi mes de abril”.

En sus años de profesión, una biografía que lo señala como caso único en la historia de la tauromaquia con 34 temporadas ininterrumpidas como matador de toros (la acepción francesa de toreador le encaja y le gusta más), desde su alternativa en Zaragoza en abril de 1976 hasta ese adiós en la feria de San Juan de su Alicante natal, Esplá ha encontrado hace ya varios años un refugio, el espacio vital necesario para tomar oxígeno y poner distancia, a los pies de la sierra de Aitana y con el imponente Puig Campana recortándose en el horizonte cercano a su finca en Relleu. En esa extensión de terreno bautizada, con la socarronería que le caracteriza, como República Independiente de Realet, en la que apenas nada recuerda el mundo en el que durante tanto tiempo se ha movido y que ha sido el eje de su vida, Esplá está feliz, relajado, entre caballos asturcones –utilizados para terapias de niños autistas–, pavos reales, tortugas, conejos, perros y caballos de monta. Cuida las palmeras, miles de palmeras que explota como negocio sin olvidar el placer de pasearse entre ellas, verlas crecer, mientras controla los destrozos que de vez en cuando perpetra algún que otro depredador.

“Soy un hedonista nato. He dicho muchas veces que me ha faltado ambición –lo de la posteridad de que hablaba antes– en el toreo, en el sentido de que he preferido sacrificar muchas veces lo que era necesario consumir en ese momento, lo que la vida me ofertaba, porque no he creído en eso de aplazar el disfrute. Eso es el hedonismo, no sólo vivir rodado de todas las cosas que te resultan amables, sino también  saber disponer de ellas en el momento preciso, como otras veces consiste en recrear el placer, no ir directamente a él. Una especie de Ítaca, en el que precisamente en el viaje está el placer hasta llegar a la felicidad, que es un momento fugaz, insignificante. Lo bonito es lo previo, el ir creando esa situación, ansiarla.”

Decía Pessoa que tener un puro caro y los ojos cerrados es ser rico, a lo que Esplá añade: “Claro, o beber un buen vino o cerrar los ojos mientras lo bebes, es ser rico. Es como lo de Belmonte y aquello de olvidarse del cuerpo mientras toreas. Son frases livianas, pero con un simbolismo increíble. Para que puedas disfrutar de un puro en todos los sentidos debe haber una situación determinada. Me pasó una vez en que fui a ver torear a mi hijo, según se aproximaba la hora de la corrida el puro iba cambiando de sabor, se iba volviendo amargo. Todo el entorno tiene una repercusión en la percepción y en los sentidos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario