UN PONCE MAGISTRAL CORTÓ UN RABO
A UN TORO DE "TRIANA" DE VUELTA AL RUEDO
Feria de “Jesús del Gran Poder de Quito”
Toros de “Huagrahuasi” y Triana”
Enrique Ponce
José Antonio Morante de la Puebla
Curro Rodríguez
(Tomó al ternativa)
Quito, 30 de Noviembre de 2020
Y “Triana” tuvo que ser. Un toro del hierro del ganadero José Luis Cobo permitió a Enrique Ponce desplegar una auténtica lección de toreo del que se privó a la afición quiteña en las tres temporadas anteriores por equívocas estrategias empresariales cimentadas en asesoramientos arteros y ajenos al verdadero interés del fiel público y excelente afición que llena cada día el coso de Iñaquito. Este año no ha habido más remedio que recurrir al concurso del torero de Chiva, a pesar de estar anunciado en el Festival de la Plaza de Belmonte cuyo solo pronunciamiento supone motivo de anatema y mayor correctivo para los que osaren asomarse por el barrio de San Blas dispuestos a hacer el paseíllo sobre la arena de esta joya arquitectónica rescatada por su empresario y ganadero de hoy.
Precisamente, el primer acto del recital de Enrique Ponce en Quito tuvo lugar días pasado en la Belmonte, al que le siguió el segundo de hoy flanqueado por José Antonio Morante de la Puebla, y Curro Rodríguez al que dio la alternativa, culminándolo con una obra perfecta que mereció el premio de dos orejas y rabo concedidos por la presidencia de la corrida. Ello supone otro hito en la carrera de Enrique Ponce, en su temporada de las dos mil corridas y la de su vigésimo año de alternativa, en una plaza como la de Iñaquito donde difícil resulta recordar por los viejos del lugar cuando fue el último máximo trofeo que se concedió. Todos se remiten a unas tres décadas atrás; que si Armando Conde cortó uno, que si Palomo Linares otro, o que El Niño de la Capea. se hiciera con semejante trofeo por última vez. Pues nada, que a los tiempos, como gustan decir por acá, al cabo de treinta y tantas temporadas en la Iñaquito sin rabos en las manos de los toreros, a los veinte años de la presentación en este monumental coso de aquel precoz figurón de toreo, y tras haber sido sospechosamente ignorado en los tres últimos, llega el maestro de maestros y recuerda a unos ya otros cuáles son sus poderes, incluso a aquellos que por aquí andan aquerenciados en feria y que pusieron su pluma al servicio – más bien servilismo- de la causa de deidades pétreas señalando a Ponce como el enemigo a batir, y exigiendo su retirada del toreo con la vil ironía de desearle el gozo de un buen y merecido descanso. Mal día para las matildonas, que hasta aquí llegan los hilos de la telefonía móvil para las conexiones tomateras.
Ha tenido que ser el prestigioso periodista de El Comercio, el amigo Gonzalo Ruiz, quien nos saque de dudas facilitando la información precisa sobrel a trayectoria de Ponce en Quito y el dato del último rabo que se cortó en esta plaza -con la espada-, el cual correspondió al matador Edgar Peñaherrera el 6 de Diciembre de 1980.
Antes lo habían hecho Armando Conde -dos veces-, Pedro Martínez "Pedrés", Miguelin, el mejicano Manolo Martínez, Paco Camino, Palomo Linares, Victoriano Valencia, suegro de Ponce, y El Niño de la Capea en 1979.
Ponce debutó en Quito en la Feria de 1991. Desde entonces ha cortado en total 24 orejas y 2 rabos -uno simbólico-, habiendo indultado dos toros, uno de Carlos Manuel Cobo y otro de Huagrahuasi. Ha sumado 19 corridas toreadas, consiguiendo el trofeo de "Jesús del Gran Poder" en 3 ocasiones, en los años 1993, 1994, y 2003. Ahí queda eso......
Hoy toda la plaza pudo oler el acontecimiento que se avecinaba desde que el diestro reaparecido, se abriera de capa en los primeros compases ante la noble embestida de “Gitano”. Las ganas novilleriles de Ponce templadas con su experta disposición para la lidia perfecta del toro, fueron componiendo una obra in crescendo, dibujando un manojo de verónicas en los medios, seguidas de media y larga cordobesa. Ponce vio al toro –cómo no lo va a ver- y se encargó de dirigir y cuidar su lidia. El de “Triana” se empleaba en el caballo y el quite presto y a tiempo abortó al ánimo toricida del montado. Acusando el castigo salió del caballo y Enrique Ponce lo alivió por delantales y en suerte para unos controlados y aconsejados banderilleros.
La fijeza de “Gitano” le mantuvo durante toda la faena sobre el espacio de un ladrillo, su embestida noble y en principio de poca codicia le llevaba a la bambeta de la muleta suave y dócil. Poco a poco el buen fondo del animal fue aflorando por la estrategia del matador, haciendo las cosas a favor de toro hasta que pronto consiguió el acoplamiento y mayor celo del trianero para tirar de repertorio y dejar a todos boquiabiertos. El torro que no para y el toro que dura, y dura….y dura como las alcalinas de la tele. Propicio para la poncina, el diestro semi genuflexo recrea un ballet de ritmo y geometría con el toro alrededor que levanta a al gentío de sus asientos para no sentarse hasta su arrastre.
Ponce monta la espada y el clamor por el indulto surge espontáneo en los tendidos. El de Chiva expectante ante la petición del respetable sigue toreando y recibe la orden del presidente de entrar a matar. La presión del público obliga al torero a seguir la faena con pases de todas las marcas que enardece aún más los deseos de perdón para la vida el burel. La decisión de la presidencia es firme y Ponce la acata respetuosamente disponiéndose a matar entre las protesta del público. Es igual, una estocada entera en todo lo alto, bien ejecutada y tirándose con ganas, precedieron a la clamorosa petición de los máximos trofeos para el torero y vuelta al ruedo al gran toro “Gitano”. El presidente obró en consecuencia y a manos de Ponce fueron a parar las dos orejas y rabo del animal, no si antes aplaudir desde el tercio al toro en el arrastre lento sobre el anillo del redondel.
En el cuarto parecía que se iba a repetir la historia por la calidad y empuje que mostró de salida con el capote de Ponce. Sin embargo tras un buen pitón derecho que dejó que el diestro le enjarretara varias series en redondo que caldearon el ambiente, pero el izquierdo, corto y bronco, acabó con las ilusiones de todos. No obstante Ponce lo aprovechó por el lado bueno y el mal manejo de la espada le privó de un seguro trofeo.
Abrió plaza un buen toro para el toricantano Curro Rodríguez. Lo toreó bien de capa el torero nacional hecho en el campo mejicano, y cuando estaba cuajándole faena de muleta, la desgracia se cebó sobre él a partirse el toro una mano y privarle de lo que se presumía un triunfo del “borreguito” como así es conocido el espada.
Su segundo que cerró plaza fue otro buen toro, quizás el mejor del encierro, con el que no llegó a acoplarse nunca, dejándose enganchar la muleta continuamente y desluciendo una faena que prometía mejor resultado en razón de las bondades del bovino de Cobo.
Mala suerte ha tenido Morante en el sorteo de los toros; únicamente pudo mostrar las excelencias de su toreo en unas verónicas al primero de un lote infumable, aunque la indolencia del de la Puebla fue irritante para un público que no lo aguantó y le despidió con sonoros pitos.
Otra alternativa más del maestro de Chiva
"Gitanito" se come la muleta de Enrique Ponce
Enrique Ponce
La Poncina
El público pido trofeos para Ponce
"Gitanito" de Triana fue premiado con la vuelta al ruedo
Curro Rodríguez
El animal se partió la mano izquierda
Bien Morante a la verónica
Milton Calahorrano "El Diablo"
Morante sin suerte
A hombros por la puerta grande
La familia ganadera, José Luis Cobo con su madre y hermana.