domingo, 27 de junio de 2010

EL ÍNCLITO MONCHOLI Y LA PUTA PEDAGOGÍA / Por Francisco Callejo

El ínclito Moncholi.
""...El más esclarecido ejemplo de engolada ignorancia.
Moncholi es un infeliz desinformado, un lego en todo lo que con el toro tiene que ver, un profano en materia que le viene grande, un mostrenco con serias lagunas. Pero también es un oportunista sin escrúpulos, un ambicioso sin dignidad y un trepa de manual...""
LA PUTA PEDAGOGÍA

Por Francisco Callejo


Existe algo peor que la suficiencia, y es el deseo de manifestarla. Hay tipos que no se conforman con mirar al resto desde su atalaya de vanidad, sino que precisan hacer público su famélico bagaje de sapiencia. Pírrico en la totalidad de los casos.Quien realmente sabe -y se sabe-, difícilmente extiende el tenderete de sus conocimientos para venderlos por cuarto y mitades. La posesión de una ciencia es un logro, un don tan sustantivo que el mercadeo de tan valioso botín no es acto que baraje una mente despejada.


En derredor de los Toros, abunda el estúpido que precisa subrayar sus carencias cognoscitivas a través del cacareo de manidos tópicos. Suele tomar impulso desde la húmeda barra de un bar donde, acodándose de espaldas a la misma y con un pie flexionado como si de un ave zancuda se tratara, ladea el palillo astillado de caries para rebuznar sus agudezas.


A ese mismo tipo podemos verle a continuación en el tendido de una plaza de toros, cubierto el caletre por pajizo sombrero, escenificando aspavientos, bramando zafiedades y sentando cátedra de su plomiza y parda gramática. Todo este andamiaje gestual responde a un nutrido conjunto de carencias que nos llevaría a teorizar acerca del triste bagaje existencial del exponente de marras, pero la tara que se postula como prólogo de este conglomerado deficitario es su palmaria falta de conocimientos y modales.


Esta es la versión grunge del aficionado que se tiene por depositario de las esencias primigenias de este espectáculo, y quiere extender su concepto en derredor de su tendido.


También prolifera el petimetre que se tiene por custodio de los mismos preceptos que postula el exaltado, pero tamizados por una aparente erudición que pretende salpimentar de ironía. Suele hablar bajo en el tendido a su compañero de localidad, tributando una sonrisa encopetada en derredor de sí. Este tipejo, en ocasiones, deja constancia en blogs altaneros de su entumecimiento conceptual. Habla y junta letras ex cathedra, orgulloso de escucharse y leerse, además de muy pagado de sí.


Y hay un subgénero que se nutre de los dos expuestos, marinado de una absurda imitación del tipo que aspira a ser. Me refiero, naturalmente, al ínclito Moncholi. El más esclarecido ejemplo de engolada ignorancia.


Moncholi es un infeliz desinformado, un lego en todo lo que con el toro tiene que ver, un profano en materia que le viene grande, un mostrenco con serias lagunas.


Pero también es un oportunista sin escrúpulos, un ambicioso sin dignidad y un trepa de manual. Puestos a cocer todos estos nutrientes en el mismo cazo, el resultado no es otro que el que termina padeciendo el ninguneado contribuyente que, si además tiene la mala fortuna de ser aficionado a los Toros y residir en Madrid, penará las majaderías que es capaz de eructar el critiquillo de la autonómica en cada ocasión que abre la boca.


A su desclasada forma de narrar lo que acontece en el ruedo, se suma el impenitente deseo de explicar todo lo que en él tiene lugar, como si respondiera a un guión pautado. Cree que todo tiene explicación y lo que es peor, trata él mismo de dársela. El resultado no puede ser otro que el de un pastiche aparente y cochambroso que transforma en caricatura la seriedad de lo ocurrido.


Me sorprende que a pesar de que son bastantes las personas que se han dirigido a él para reprenderle por la sandez, no sólo de explicar lo inexplicable, sino de hacer pedagogía de cada lance, las haya tomado por el pito del sereno y siga haciendo de su capa un sayo. Pretende defenderse a través de la peregrina argumentación de que su forma de hacer aspira a arrojar luz sobre aquellos que comienzan a deambular por el entorno taurino y no disponen de conocimientos.


¿Acaso ha visto él que los comentaristas de un partido de tenis expliquen en qué consiste un ace, un golpe liftado, o el gran willy?.


¿Habrá asistido a la emisión de alguna ópera en televisión en el que la voz que sirve de epílogo a la pieza explique en qué consiste una obertura, un preludio, o un intermezzo?.


La emisión de un espectáculo debe circunscribirse a eso, porque la imagen ya crea el suficiente caldo de cultivo para que el receptor se forme su propia opinión, o composición de lugar. Y bien puede estar, en ocasiones, el apostillar algo en concreto pero, eso sí, delegando el peso de la narración en los datos objetivos.


Lo contrario es insultar al aficionado, subestimar al espectador curioso y pretender darse un absurdo y engolado baño de grosera vanidad.


Ese es Moncholi. El gomoso doctor en Ciencias de la Información que sólo viene a hacer mejor aquel verso de Rubén Darío que decía “de las Academias, líbranos señor“.
Francisco Callejo


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Fotografías del Blog de Salmonetes ya no nos quedan:

""..el ninguneado contribuyente que, si además tiene la mala fortuna de ser aficionado a los Toros y residir en Madrid, penará las majaderías que es capaz de eructar el critiquillo de la autonómica en cada ocasión que abre la boca..."

1 comentario:

  1. Lo de Moncholi se queda corto al lado del gili de canal sur radio Juan Ramon Romero. Ha conseguido que me de nauseas escucharlo y eso que llevo viendo toros 55 años.

    Saludos

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