Sobre las muertes de Granero y Varelito
José Ramón Márquez
He visto en Del toro al infinito el relato que han publicado sobre la muerte de Varelito debido a la pluma de Ángel Carmona Camisero y me ha venido a la memoria el recuerdo de una anécdota referida a esa luctuosa efemérides, que paso a relatar:
En la desgraciada corrida del día 21 de abril de 1922, última corrida de la Feria, en la que el toro Bombito, número 33, de Guadalest, propinó la fatal cornada que le costaría la vida a Manuel Varest, Varelito. Éste alternaba con Manuel Jiménez, Chicuelo, Manuel Granero y Marcial Lalanda*.
Es sabido que Varelito no murió inmediatamente en la arena. Fue operado de urgencia en La Maestranza y después enviado, como entonces era costumbre, a su casa de la calle Gerona. En la casa se habilitó una habitación de la planta baja como enfermería donde poder atenderle y practicarle las dolorosísimas curas de la época anterior a la penicilina e incluso se enarenó un tramo de la calle para evitar que el ruido de los carruajes y los cascos de los caballos al pasar pudiesen molestar al torero mal herido.
He visto en Del toro al infinito el relato que han publicado sobre la muerte de Varelito debido a la pluma de Ángel Carmona Camisero y me ha venido a la memoria el recuerdo de una anécdota referida a esa luctuosa efemérides, que paso a relatar:
En la desgraciada corrida del día 21 de abril de 1922, última corrida de la Feria, en la que el toro Bombito, número 33, de Guadalest, propinó la fatal cornada que le costaría la vida a Manuel Varest, Varelito. Éste alternaba con Manuel Jiménez, Chicuelo, Manuel Granero y Marcial Lalanda*.
Es sabido que Varelito no murió inmediatamente en la arena. Fue operado de urgencia en La Maestranza y después enviado, como entonces era costumbre, a su casa de la calle Gerona. En la casa se habilitó una habitación de la planta baja como enfermería donde poder atenderle y practicarle las dolorosísimas curas de la época anterior a la penicilina e incluso se enarenó un tramo de la calle para evitar que el ruido de los carruajes y los cascos de los caballos al pasar pudiesen molestar al torero mal herido.
Entre los que se acercan a la casa a interesarse por el estado de salud del maltrecho diestro se encuentra su compañero de la desdichada tarde, Manuel Granero. Para animarle, le dice:
-Anda, hombre, que tienes que ponerte bien, que tenemos que volver a torear juntos.
El trianero le responde:
-Qué más quisiera yo, Manuel. Yo estoy muy mal y me voy a morir...
Granero, que era un torero bastante jovial, se ríe y le responde:
-¿Tú te vas a morir? Pues mira, que a lo mejor me muero yo antes.
El día 7 de mayo, en la Plaza Vieja de Madrid, el toro Pocapena de Veragua le propina una tremenda cornada a Granero en las tablas del tendido 2 que le entra por el ojo destrozándole el cerebro y ocasionando la muerte inmediata del valeroso torero valenciano.
Varelito fallece de septicemia en Sevilla el día 13 de mayo a las seis de la mañana, seis días después de Granero.
***
De ambas cogidas fatales fue testigo de excepción Marcial Lalanda; igual que en nuestros tiempos le pasó a Cubero, que presenció las cogidas de Francisco Rivera, Paquirri, y José Cubero, Yiyo.
Años después el gran Maestro de Vaciamadrid confesaba a Vicente Zabala en su imprescindible Hablan los viejos colosos del toreo:
-Cuando yo tenía solamente dieciocho años de edad ya era matador de toros. Un chiquillo que acababa de ver en la plaza, en la Maestranza de Sevilla, la cogida y muerte de Varelito, que alternaba conmigo aquella tarde. A los quince días vine a Madrid contratado para una corrida de toros en la que encontró la muerte mi compañero de cartel Manolo Granero. Yo tuve que estoquear al toro Pocapena, que le había metido un pitón por un ojo destrozándole la cabeza, debajo del estribo. Aquella misma temporada me quedé sin picadores, porque fueron heridos y un tercero que contraté para suplirles, también terminó la temporada en el hule. Aquel mismo año –repito que el primero de mi alternativa- murió un banderillero mío como consecuencia de una cogida. ¿Era dura o no era dura la Fiesta de entonces?
***
La impresión de las muertes que brevemente hemos descrito más arriba, unida a la tremenda sensación de la de Gallito en Talavera, dio pie para componer las conocidas Bulerías de la Plazuela:
En Madrid murió Granero / y en Sevilla Varelito / y en Talavera de la Reina / mató un toro a Joselito / el hijo de la Grabiela
*Se da además la triste circunstancia de que se había organizado el bautizo de la hija de Varelito, de siete meses de edad, para después de la corrida. Por ese motivo y para actuar como padrino de la niña había viajado a Sevilla el pintor taurino Ruano Llopis, que era íntimo amigo del torero.
Años después el gran Maestro de Vaciamadrid confesaba a Vicente Zabala en su imprescindible Hablan los viejos colosos del toreo:
-Cuando yo tenía solamente dieciocho años de edad ya era matador de toros. Un chiquillo que acababa de ver en la plaza, en la Maestranza de Sevilla, la cogida y muerte de Varelito, que alternaba conmigo aquella tarde. A los quince días vine a Madrid contratado para una corrida de toros en la que encontró la muerte mi compañero de cartel Manolo Granero. Yo tuve que estoquear al toro Pocapena, que le había metido un pitón por un ojo destrozándole la cabeza, debajo del estribo. Aquella misma temporada me quedé sin picadores, porque fueron heridos y un tercero que contraté para suplirles, también terminó la temporada en el hule. Aquel mismo año –repito que el primero de mi alternativa- murió un banderillero mío como consecuencia de una cogida. ¿Era dura o no era dura la Fiesta de entonces?
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La impresión de las muertes que brevemente hemos descrito más arriba, unida a la tremenda sensación de la de Gallito en Talavera, dio pie para componer las conocidas Bulerías de la Plazuela:
En Madrid murió Granero / y en Sevilla Varelito / y en Talavera de la Reina / mató un toro a Joselito / el hijo de la Grabiela
*Se da además la triste circunstancia de que se había organizado el bautizo de la hija de Varelito, de siete meses de edad, para después de la corrida. Por ese motivo y para actuar como padrino de la niña había viajado a Sevilla el pintor taurino Ruano Llopis, que era íntimo amigo del torero.
Esa niña que se quedo sin bautizar ese dia, era mi madre. Aún recuerdo la foto que tenia guardada con un lazo negro en la cabezita, por el luto de su padre.
ResponderEliminarGracias por la publicación y el recuerdo.
Un saludo
Es mi bisabuelo,al leer estas líneas es como si reviviese las veces que mi abuela me lo contaba,fue ella la que se tenía que bautizar ese día,gracias por estas palabras en su memoria,un saludo
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